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Más de lo mismo: el San Martín de De Muner y el arte de no aprovechar las oportunidades

análisis

El Santo volvió a desperdiciar una chance de descontarle puntos a Belgrano y pasar a Instituto. Acumula tres empates sin goles en Ciudadela y cada partido más lejos del triunfo. En la recta final del torneo se impone un cambio de actitud general.





"Más de lo mismo", "otra vez sopa", y cuanta frases hechas se te ocurran para describir una nueva actuación pálida, floja y desalmada de un equipo que no parece tener en claro a qué juega y, lo que es peor, qué se juega.

La identidad, de la que tanta hablaba De Muner, cuando hablaba, se esfumó hace rato y por eso tal vez ya no habla. Desde entonces, desde hace algunos meses que el equipo no le encuentra la vuelta a ningún partido, se le metan atrás, lo presionen arriba o le jueguen de igual a igual.

Con un dupla de centrales que tiene más la pelota de lo que debería, con laterales que pasan mal y vuelven peor, con Abregú que falla mucho y no corta ninguna, con un Tino Costa que tira dos pelotazos por tiempo y camina el resto del partido cerca de los defensores propios, con atacantes que fluctúan entre las intrascendencia y las lesiones tempraneras e inexplicables, San Martín cada vez tiene menos motivos para ilusionarse y más para pedir reseteos de pies a cabezas.

¿A qué juega este equipo?, nos preguntamos todos. ¿Ataca?, ¿Defiende? En la cancha no queda claro. Porque hoy se pasa todo el primer tiempo sin patear al arco, sin generar una situación de gol y a su vez dejando espacios, huecos por todos lados. Cambia golpe por golpe sin golpear, baja la guardia sin atacar, va sin volver y, lo que es peor, va sin lastimar.

Una sola peligrosa een los primeros 45 minutos: pase de Argañaraz, dolorido por los botines chicos, que cayó en los pies exigidos de un Miritello de pólvora mojada. Eso nada más, solo eso en un equipo cada día más apático y antipático para el Pueblo Ciruja al que empieza a colmarsele la paciencia: hoy sonaron los primero silbidos e irán creciendo si no cambia de actitud radicalmente.

En segundo tiempo hubo más de lo mismo, aunque dos situaciones claras de Imbert hayan hecho presagiar que se podía verse otra cosa.

Sin fútbol ni carácter, los minutos pasan y siguen pasando a la espera del milagro del arco de la Bolívar que hace rato que no abre sus puertas, porque a los milagros hay que ayudarlos, con la fe sola no alcanza y sin fe, menos.

Solo hubo tiempo para gritar el falso gol de Jourdan, más de un metro adelantado, a los 43 del segundo tiempo. La bandera bien levantada fue la puñalada al alma  fervorosa que hace más de un mes que no grita un gol en Ciudadela.

Y acá está el punto, tres empates a cero como local, tres caminatas cabizbajas por la Pellegrini, la Rondeau o la Matienzo. Tres noches de desilusión que no se apagan ganando de visitante, ni aunque ahora peguen un triunfazo en Floresta que por supuesto será bienvenido. Hay 25.000 personas que compraron sus entradas para verlos casi no patear al arco. Eso sí, desès dirán que el aquero de ellos fue figura solo porque atajó las dos o tres que le tiraron. 

Con De Muner a la cabeza, San Martín desde el año pasado que no aprovecha las posibilidades que le da el torneo: de hecho, hace 5 fechas que Belgrano no gana y San Martín le descontó solo dos puntos. Ahora le suma que el juego es cada día más flojo y ganar le cuesta cada vez más. 

En fin, más allá del técnico de turno, es necesario a esta altura un cambio rotundo de actitud que permita revitalizar las ilusiones de ascenso que hoy persisten más por los puntos en la tabla que por los argumentos futbolísticos, porque no parece haber respuestas deportivas ni anímicas para conseguir el objetivo. Tiempo todavía hay, pera ya no tanto como antes. 

Son ocho fechas y tal vez un reducido, solo ochos fechas las que quedan pordelante, un poco más de dos meses. El tren sigue pasando por Ciudadela y es hora subirse, con quién se quiera subir, el que no esté a la altura que mire desde abajo.