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San Martín y la verdadera razón de esa ansiedad llamada ascenso

punto de vista

El Santo gana, el Pueblo ciruja se ilusiona, pero también se desespera. ¿Por qué?





¿Qué pasa en San Martín?, es la pregunta. ¿Por qué todo se magnifica? ¿Por qué nada parece alcanzar? San Martín va segundo, marcando el ritmo del torneo, a pocos puntos de Belgrano, en puestos de semifinal directa cuando la temporada va por la mitad, sin embargo hay quienes cuestionan al entrenador, al juego y al plantel. A la pregunta la plantea hoy mismo eltucumano.com: “¿Es exagerado?” La respuesta nunca es una sola, todas son válidas, pero vamos a ensayar la nuestra. 

Para entenderlo, tal vez haya que irse muchos años atrás, más de 35, cuando la AFA reestructuró el fútbol argentino y creo el Nacional B. Desde de entonces, San Martín siempre, pase lo que pase, está urgido, nunca ha tenido un temporada tranquila. Primero buscó el ascenso a la B desesperadamente, cuando lo logró pasó derecho a Primera, donde intentó conservar la categoría, pero no pudo porque le quitaron puntos, a partir de allí volver fue el objetivo entre ceja y ceja y a eso lo revelan cientos de cánticos que prometen dar la vida por volver a Primera. 

Se pudo en el 92, se bajó rápido y después hubo dos frustraciones seguidas: Talleres en semi, Colón, en la final. Vinieron años oscuros, con descenso y mucho dolor, siempre queriendo volver a lo que quedaba cada vez más lejos. Con Roldán llegó la resurrección, se retornó a la máxima categoría en el 2008, pero otra vez no se pudo mantener. Lo mismo sucedió en el 2018. 

De esta forma, el Santo nunca pudo tener un año en que le de más o menos lo mismo perder que ganar. Sí tuvo campañas anodinas en las que no peleó por nada, pero siempre fueron frustrantes, porque el objetivo inicial era otro. 

Esa ansiedad acumulada por 30 años, con tablas de posiciones que apuran y calculadoras que estresan, han ido colmando la paciencia en el Pueblo Ciruja que quiere estar ascendido mientras se juegue la primera mitad del torneo. Y todo esto se ha magnificado en los últimos años, porque aunque las comparaciones sean odiosas, es inevitable mirar al frente y querer, por lo menos jugar el clásico más seguido, sobre todo porque el último dejó grandes recuerdos. 

Además, tras el último ascenso, parecían estar dadas las condiciones para quedarse definitivamente: por un lado se había alcanzado un orden institucional medianamente aceptable que la Era post Natalio había costado mucho. Fue justamente su hijo Oscar el que dio el primer paso, sacando al equipo del Federal y gestionando obras tras años de estancamiento, después Sagra consiguió volver a Primera, y ambos lograron culminar sus mandatos algo que para otros fue imposible. 

Sin embargo, ese orden en el club no se trasladó a la cancha y el equipo tuvo su peor campaña en Primera, descendiendo merecidamente, dejando solo dos gratos recuerdos: un triunfo épico con 10 jugadores ante el campeón que solo perdió en Ciudadela y, sobre todo, la remontada inolvidable en el clásico como visitante. 

Después, todavía con Sagra, llegó la dupla que no tardó mucho en conquistar corazones, y poner al equipo en la cima. Parecía un cuento con final feliz hasta que la pandemia, la AFA y el TAS se encargaron de destruir. 

Llegaron Moisello y Cisneros, ellos trajeron a De Muner y el equipo volvió a ser protagonista, peleó hasta el final y estuvo a un partido de una final soñada contra Barracas. No se dio y la desilusión volvió a ser una puñalada. 

Pero nada fue casualidad, hoy a mitad de un nuevo campeonato, San Martín sigue siendo animador, protagonista y candidato, pero parece no alcanzar. Parece no ser suficiente, porque Belgrano pica en punta y a algunos hinchas les gustaría tener el ascenso asegurado a esta altura. La verdad es que a todos nos gustaría lo mismo, pero eso no es posible, nunca lo fue. 

Esta necesidad de resultados urgentes, de ascenso inmediato, hacen perder de vista lo buena que es esta campaña. De hecho, la mejor temporada de San Martín en esta categoría fue la del 2007/2008 en la que terminó campeón luego de sostener la punta en soldad durante 30 fechas. Si la comparamos con la actual, a esta misma altura ya se encontraba primero desde hacía ocho fechas, pero tenía cuatro puntos menos que ahora en la misma cantidad de partidos: 16. 

Esto deja en claro dos cosas: una que contra todos los pronósticos, esta Primera Nacional es más difícil que cualquier otra porque hay que ganar más partidos para conseguir el mismo resultado: ser campeón. De hecho solo ascienden dos de 37 equipos, mientras que el año de Roldán ascendía dos y había dos promociones y solo eran 20 equipos. Es decir en el 2008, el 20% de los equipos obtenía premio, ahora solo el 5%. “Es un tabla de posiciones atípica, cualquier otro año estaríamos primeros con los mismos puntos”, declaró hace poco Hernán Lópes y tiene razón.

Teniendo en cuenta esto, parece bastante descabellado cuestionar el entrenador que va segundo, jugando bien y que mantiene un proceso que obtiene resultados y se encamina hacia los objetivos. Por supuesto que después, al final, son los detalles los que definen los destinos, pero para que Estigarribia erre un mano a mano en el último partido, primero había que llegar con chances y esa es la cuestión más difícil. 

Si bien este clima raro e inconformista es más visible en la redes sociales que en la tribunas que siempre están llenas, no podemos desconocer que anoche hubo quienes renegaron por las formas en las que se ganó: el triunfo claro, justo e inapelable, pero se ve que hay quienes habían fantaseado con un goleada, tal vez desconociendo que ganar nunca fue fácil en ninguna categoría, ante ningún rival. Los partidos se trabajan, se sufren, se luchan y a veces se ganan. De hecho, el Pueblo Ciruja, históricamente hizo un culto del sufrimiento y ganar a lo San Martín, significa también, ganar como sea, más allá de que hubo grandes equipos que le pintaban la cara a cualquiera, pero el paladar negro no es un propiedad de esta hinchada.  

Acumular triunfos sufridos, conduce a desenlaces felices. El equipo Roldán ganó casi todo los partidos por un gol, teniendo a su arquero, Caffa, como principal figura. Era un equipo sólido y contundente, pero que no podía dar ni la mínima ventaja porque no le sobraba nada. 

Sacando la necesidad y urgencia del análisis y mirando la mitad del vaso lleno, podemos decir que San Martín atraviesa un momento institucional y deportivo que probablemente conduzcan al objetivo ansiado más temprano que tarde. Por empezar, ha logrado naturalizar que los mandatos empiezan y terminan, y que las autoridades se dirimen por elecciones, hace ocho años era impensado. 

Desde que volvió a la B en el 2016 ha obtenido un séptimo puesto, un tercer lugar que terminó en ascenso en el reducido, una campaña que batía récord y pintaba para campeón que fue truncada, un tercer puesto a un partido de una final y ahora va segundo. Es decir, fue protagonista siempre y ese es el camino a seguir, lo demás vendrá solo. San Martín pelea el ascenso y eso es el importante, porque mientras lo pelee, siempre estará al caer.