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San Martín, el hambre de gloria, el 9 de jerarquía y un triunfo obligatorio

análisis

El Santo recuperó la intensidad, se llevó puesto a su rival y ganó un partido que tenía que ganar. Miritello, que vino como tercer delantero, a mitad de temporada es el goleador del equipo y uno de lo máximo anotadores del torneo.





Ni bien despejan la pelota, Miritello sale hecho una furia hacia adelante. Corre en línea recta con un único objetivo: atacar la otra área. Había bajado defender un córner y cuando Iván Maggi se tropezaba con las piernas de un rival, él ya había emprendido el pique veloz. En el medio de la carrera,  forcejeaba con un defensor que ni tacleándolo pudo detenerlo. El arco entre ceja y ceja era su motivación principal. Sosa lo vio desde la derecha, midió la trayectoria de la corrida y le filtró pase mágico, perfecto: no fue centro, fue una asistencia medida que Miritello se la llevó puesta con el último impulso, tirándose al suelo y tocándola con la punta del botín para anticipar al arquero que salió a cortar. Es gol, estalla Ciudadela: “Jesús te ama”, dice la remera que ahora exhibe Juan Bautista, mientras el Pueblo Ciruja se abraza borracho de alegría. 

El gol de Miritello es el premio a su esfuerzo, a su ímpetu, a sus ganas que mediando el campeonato lo colocan como el 9 de jerarquía del que tanto se habló antes de empezar el campeonato, y del que tanto se hablará ahora que está abrir el libro de pases. San Martín tiene 9, se llama Miritello, y aunque su apellido no pese tanto todavía, tiene seis goles, los mismos que Vegetti, que Blando y que tantos otros delanteros fetiches. Y eso que el de San Martín empezó banqueando.  

Esta noche Miritello la rompe, porque pivotea todas, por tira sombreros, tacos, porque asiste a Cano para que lo liquide, porque peina cada pelotazo y porque hace el gol del triunfo: para eso está. 

Pero ese hambre de gloria del delantero, también lo tiene sus compañeros, que esta noche están decidido a pasar por arriba a su rival, saben que no pueden darse el lujo de perder más punto, porque ganó Belgrano, porque Brown de Adrogué los pasó, y porque de local, con Ciudadela llena, tenés que ganarle a Tristán Suárez. 

Es por eso que Sansotre y Jourdan vuelven a formar ese tándem imparable de las primeras fechas, Diarte y Sosa se combinan en la izquierda y Larralde parece haber recibido la orden de jugar más hacia adelante y menos hacia los costados. Tal vez en esto último influya que hoy no tiene socios en el mediocampo, porque De Muner armó un 4-4-2, con Maggi como segundo delantero. Así que hoy las opciones de pases para Larralde están siempre adelante. 

El gol llega cuando estaba al caer desde hacía rato. Algún palo, varias atajadas y muchos centros a los que le faltaban milímetros había antecedido al que finalmente conecta Miritello.

San Martín fue una furia que asumió el protagonismo que le correspondía con mucha más convicción que otras veces. Una cosa es ser protagonista por inercia y otra muy distinta es serlo por convicción. Hoy lo fue por convicción y también por obligación. Y está bien. 

El segundo tiempo fue más de lo mismo, no se bajó la intensidad, ni se perdió el control y el segundo gol no llegó solo porque el buen arquero visitante lo evitó varias veces. 

Los laterales no pararon nunca de ir e ir, a tal punto que Sansotre pidió el cambio luego de su trepada número 200. Es un verdadero tractor que hace un surco por su lado. Un despliegue extraordinario y, por supuesto, su físico le pueden pasar factura. 

De ellos poco y nada, un petiso que juega con la 10 es rápido y habilidoso y por ahí genera algo, los demás parecen hasta conformes con perder por poco. 

Pero hay que liquidarlo porque 1 a 0 es poco y siempre te pueden empatar: “a nosotros nos puede hacer un gol cualquiera”, dice un hincha en la tribuna, el mismo se quiere morir cuando Cano no le puede errar al arquero en un mano a mano cerca del final. 

En lo últimos minutos se ve lo peor, con las piernas cansadas y los nervios puesto, la saliditas desde muy abajo empiezan a ser fallidas y los pelotazos no son tan largos como se quisiera. Los cambios no aportan la frescura deseada y nos quedamos con las ganas de ver un rato de Mauro Verón. 

Sand desactiva una bomba desde media distancia y queda golpeado, por suerte se levanta y atenaza uno de los últimos centros. Es el sufrimiento nuestro de cada partido. No podía faltar. 

Es hora de congelar el partido y ponerle candado al bolsillo donde están los 3 puntos, por eso Diarte le juega el tiro libre cortito a Cano para que la lleve al córner, algunos se enojan pero eso había que hacer. No es tiempo de líricos, que acá nadie coma vidrio y tres puntos son tres puntos. Hay que acercarse a Belgrano porque ahora viene la fecha libre y después se pueden incorporar hasta cuatro jugadores. Que vengan los que hagan falta, pero no se olviden de dos cosas: hay equipo y hay 9.