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El Arco del Triunfo: mitos, leyendas y milagros de la Bolívar

historias cirujas

San Martín es una fuente inagotable de historias épicas, de noches mágicas, de tardes inolvidables que solo se pueden vivir y sentir en Ciudadela. Ayer fue Lucas González el que escribió una nueva página en el libro que ya lleva la firma de Torales, Agudiak, Arce, Galeano, Jerez, entre tantos otros. VIDEOS DE COLECCIÓN.





Aunque nadie sabe a ciencia cierta cuando empezaron los milagros, según cuenta la leyenda, en algún momento de la historia, un canchero de San Martín decidió intercambiar los arcos, pasando el de la Rondeau a la Bolívar y viceversa. Tal vez a partir de allí se fue forjando la leyenda del arco de los Milagros. 

Como todo mito, el del arco de los milagros se fue construyendo de a poco, partido a partido, con muchas historias épicas y no tantos que generaron que hoy esos tres palos  metálicos parezcan agrandarse cada vez que se juega el tiempo adicional de un partido clave.

Seguramente habrá quién recuerdo que en ese arco también algunas tandas de penales fatídicas y querrá traerlas a colación para refutar la leyenda, pero no hay dudas que esos recuerdo dolorosos no hace otra cosa que engrandecer las gloriosa historia de un club curtido de sufrimiento y siempre supo reinventarse, resurgiendo de sus propias cenizas, cada vez más fuerte. Porque lo que no te mate, te fortalece. A San Martín nada lo mata y todo lo fortalece. 

Los primeros milagros 

Escarbando en la memoria, podemos remontarnos 36 años atrás para encontrar uno de los primeros hitos del mágico arco del triunfo de Ciudadela. Fue el 10 de marzo de 1985, cuando San Martín recibió Vélez con la necesidad de ganar para asegurar la clasificación a la próxima ronda del Torneo Nacional.  

El partido fue parejo ante una Ciudadela repleta en la que no cabía ni un alfiler. El marcador estaba en blanco y ya se habían jugado los dos minutos de adicción otorgados por el legendario árbitro Teodoro Nitti. Cuenta la leyenda que el referí estaba a punto de terminar el partido, pero se le cayó el silbato, y mientras tanteaba en el césped para recogerlo, San Martín armó el ataque que el Colorado Torales sacó un derechazo rasante desde el borde el área, venciendo a un joven Navarro Montoya. El gol fue convalidado, y acto seguido, Nitti procedió terminar el partido, desatando la furia del coco Basile, DT de Velez. Así San Martín consiguió su clasificación agónica en la que terminó siendo su mejor campaña en los viejos nacionales. 

Nitti se retiraría del arbitraje a los pocos meses tras una larguísima trayectoria y años después se animó a competir con Julio Grondona por la presidencia de la AFA, obteniendo un solo voto: el de él mismo.


Clásicos milagros 

En un clásico del año el 91, José Campos, ex San Martín había puesto en ventaja a Atlético, cumpliendo la ley del ex. La tribuna de la Bolívar era una verdadera fiesta Decana hasta que Erasmo Doroni, ex Atlético, le cantó el retruco a la ley del ex y en una ráfaga tremenda dio vuelta el partido con un penal y un tiro libre, dándole el triunfo a San Martín. 


Tres años más tarde, en los cuartos de final del octogonal de la temporada 93/94, San Martín y Atlético se cruzaron. La ida finalizó 2 a 2 en el monumental y en la vuelta el empate le bastaba a al Santo para clasificar. A los 30 minutos del primer tiempo, el lateral Carlos Sansone se fue expulsado y el Decano se lanzó a buscar el triunfo con un jugador más. San Martín aguantó hasta los 31 del complemento, cuando Facundo Gareca marcó un gol que parecía lapidario. 

Atlético tuvo varias chances para liquidarlo ante un San Martín que con un hombre menos y en desventaja no parecía tener piernas para la remontada. Bongiovani mandó a la cancha al santiagueño José María Jerez que la primera que tocó la mandó a guardar, tras un desborde heroico de Rescaldani y una media vuelta del Bomba Scime. 

El 1 a 1 final clasificó al Santo y dejó eliminado a Atlético por segunda vez en la historia de la B Nacional, en lo que fue un verdadero milagro futbolístico. 

En esa mismo arco, otro gol agónico en el clásico del 97 le daría quinto triunfo consecutivo a San Martín sobre Atlético gracias a un cabezazo del Huesito Pereyra. 


Pero recién en la Era Roldán fue cuando se instauró que San Martín ataque siempre para el lado de la Bolívar en los segundos tiempos por una cuestión de cábalas que supo rendir muchos frutos. Así, en el argentino B del 2004, San Martín estaba necesitado de ganar sus dos últimos partidos de local para clasificar. En el primero, Altos Hornos Zapla lo vencía cuando el tiempo estaba cumplido, Juan Monge empató para sumar un punto que no servía de mucho, pero que mantenía al equipo vivo. 

La Era Roldán y el nacimiento del mito

Una fecha después, el panorama fue casi idéntico: Central Norte de Salta ganaba en Ciudadela, eliminando al Santo, pero en tiempo de adicción un el árbitro cobró un penal en favor de San Martín que Morales Santo se encargó de cambiar por gol. Tras esos dos resultados agónicos, San Martín debía ganar en la última fecha en el Bañado de Catamarca y esperar que Central norte no le gane a Zapla como local.  El Ciruja ganó 3 a 0 y los salteños empataron con los jujeños. Los de Ciudadela avanzaron milagrosamente y luego se consagraron campeones, obteniendo el ascenso al Argentino A. 

Ya en diciembre del 2007, también con Roldán en el banco, estaba primero en el Nacional B y se enfrentaba a su escolta Godoy Cruz en la fecha que cerraba la primera mitad de la temporada. La Ciudadela totalmente colmada fue testigo del cabezazo fulminante de Luciano Krikorian para sumar tres puntos de oro que  a la postre fueron claves para el ascenso. 


Unos meses antes, el mismo futbolista había anotado el empate en tiempo de descuento contra Platense, a partir de allí el equipo empezó a ganar hasta alcanzar la cima en un partido contra Quilmes en el que Jota Morales marcó una palomita muy recordada en el arco de la Bolívar.  


En ese mismo torneo, en ese mismo arco, Pablo López, también de cabeza, le empató el partido a Atlético Rafaela para obtener el título de campeón cuando ya se tenía el ascenso en el bolsillo. 


Los milagros eternos

Sin dudas los dos mayores milagros fueron los de Agudiak y Galeano, ambos propiciaron clasificaciones agónicas y ambos terminaron con sendos ascensos para los que sus anotaciones fueron absolutamente imprescindibles. Esos recuerdos están tan frescos en la memoria colectiva del Pueblo Ciruja que no hace falta rememorarlos para que a los hinchas se les ponga la piel de gallina pensando en los abrazos apretados de la tarde frente a Guaraní o las lágrimas mezcladas con lluvia de aquel domingo otoñal en el que Dálmine sucumbió en Ciudadela. 


Otro milagro relativamente reciente se produjo en el último diciembre de la vieja normalidad, cuando el Coronavirus no existía en el mundo y un equipazo comandado por la querida dupla de Orsi y Gómez marchaba puntero absoluto de su zona. Instituto le estaba arrebatando un largo invicto como local al Santo, pero el Negro Arce recorrió toda la cancha para buscar el empate en el último corner del partido. La pelota viajó desde la esquina de Pellegrini y Bolívar para encontrar quel arquero convertido en delantero se la lleve puesta con el muslo para empatar el partido y salvar el invicto para el delirio de La Ciudadela. 


Anoche fue Lucas González el que imprimió su nombre en la larga lista de milagros bolivarianos, sanmartinianos en el arco del triunfo. El desenlace de la historia aún no lo conocemos, pero mientras tanto, hay una invitación abierta a ilusionarse.