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El gol que nos liberó: Oíd Cirujas, el grito de rotos alambrados

9 de julio

El 22 de mayo del 2016, Agudiak empezó a independizar al Santo del infierno del fútbol Argentino y arrancó su periplo que terminaría con una proeza de San Martín en la cordillera catamarqueña.





“Oíd Cirujas el grito de gol de rotos alambrados. Libertad, Libertad, Libertad de Sunchales, Aconquija de Catamarca y chau al Infernal  A”, así podría comenzar el Himno Nacional de la República de Ciudadela que, sin dudas, dedicaría una de sus estrofas a una de sus batallas más épicas.

No era 9 de julio de 1916, aquel 22 de mayo del 2016 cuando el prócer Iván Agudiak empezó a independizar a San Martín de aquel infierno futbolístico que, generosamente, dieron en llamar “Federal A”.

Ninguna batalla se pelea sola y Belgrano necesitó de Ejercito del Norte para vencer a los Realistas en el misma Ciudadela en la que Agudiak necesitó de la ayuda de sus compañeros para liberar a todo el Pueblo Ciruja de una maldición que parecía no tener fin.

Había sido el mismo Agudiak el que unos meses antes se había puesto el equipo al hombro, intentado la proeza de vencer en la helada Patagonia, pero su gol no había sido lo suficientemente agónico como para matar al enemigo, Cipolletti.

Pero ahora, Agudiak ya no estaba solo, ni tampoco sus guerreros, es por eso que Maxi Rodríguez corrió esa última pelota que, por suerte, se quedó sin fuerzas y no llegó entrar al arco desguarnecido. Con el último aliento y mientras le entrega el balón a Viturro, gritó: “Seamos libres que los demás no importa nada”.

Viturro rodeado por varios enemigos, hizo un rodeo y se la dio a Taborda que, con su buzo naranja flúo, acaparaba todas las miradas y, sin saber, la tiró alta, fuerte y lejos, como a quien no le queda otra.

Ferrero, con esas mañas que te dan los años, veterano de mil batallas, no dudó y fue por ella elevándose como las palomas que se sueltan en esos actos de fechas patrias como esta. Ferrero la peina y la pelota se pierde, y con ella la esperanza, “la última esperanza es lo último que se pierde”, pensó Lentini que de lento no tiene nada y corre para alcanzarla y dejarla viva un segundo más. La tira al segundo palo, con una precisión milagrosa, donde la espera él, el héroe, el prócer, El Agudiak.

Iván pone la cabeza, siente el impacto y el estruendo del grito le rompe los tímpanos, aturdido corre, lo persiguen todos, al final se tira al suelo, llora y mirá al cielo, él sabe por qué.  Los alambrados se rompen como las cadenas, es el grito de gol más grande y hermoso del mundo, el Pueblo Ciruja empieza a liberarse.

Ese día no se declaró la independencia del Pueblo Ciruja, pero se ganó la batalla más importante, la batalla de Tucumán, la Batalla de Ciudadela. El resto vendría casi solo: la Libertad se alcanzaría en Sunchales y la Independencia definitiva se lograría en Andalgalá, en plena Cordillera, donde San Martín está acostumbrado a realizar proezas. Todavía hay que seguir escalando.