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Es lunes y San Martín lo sabe: subite a la Demunereta de la ilusión Ciruja

análisis

La semana comienza feliz en Ciudadela y en todo Tucumán. Volvió a ganar el Santo que cada día es más candidato. Hoy, sin el brillo de otra veces, pero con el oficio de siempre, se llevó un triunfazo que invita a soñar. Las claves de este presente soñado y el clima que ya se vive.

Felicidad absoluta en el vestuario. Foto: CASM Oficial.





“¿Se puede cortar la semana un lunes?”, se pregunta Luciana, fanática Ciruja, que se lo respondió sola, este lunes, el lunes pasado, el anterior y, ojalá, se lo pueda volver a responder el lunes que viene.
 
“¿Se puede meter cuatro al hilo?”, se pregunta Martín que nunca pudo, pero que hoy los celebra porque ganar cuatro veces seguidas no es fácil y no es para cualquiera.
 
Pero el Santo no es cualquiera y a eso, cualquiera lo sabe, sino pregúntale a Atlanta, que perdió y ya nos mira desde abajo, o a Gimnasia de Mendoza, que ya siente cómo le soplamos la nuca o a Tigre que ve una roja y blanca acercarse a toda velocidad y tiembla.
 
Esto es San Martín, de De Muner, “la Demurneta”, le dicen algunos, pero más que el San Martín de De Muner es el San Martín de siempre, el de La Ciudadela: protagonista en todas las canchas, que no se achica nunca y menos contra un clubcito recién nacido, sin historia, ni identidad, ni mística, ni ninguna de las cosas que el dinero no puede comprar, ni aunque su dueño sea multimillonario y en el medio de su apellido esté la palabra “robocop”. Acá está el mérito de De Muner: reconciliar al equipo con su historia, con su mística, haciendolo jugar a la altura de esa historia.  
 
A lo Estigarribia, a Cano se le abrió la canilla del gol y ahora se le caen a chorros por todos lados. Segundo partido en el que entra, la mete y vale tres puntos. Ya son seis y a seguir sumando que se viene lo mejor.

Del partido, o del juego, no hay tanto que destacar, fue aburrido en líneas generales, para los imparciales, claro. Porque para los Cirujas no hay partidos aburridos de San Martín, siempre se sufre, siempre el corazón palpita a 10 mil por segundo y es cualquier cosa menos aburrido.

Pero bueno, nos pongamos serios un ratito para escribir que fue la actuación más flojita de la era De Muner: poco manejo de la pelota, impreciso, muy pocas situaciones de gol, casi ninguna, por momento hubo un exceso de confianza, casi displicencia, ante un equipo que corría, marcaba, presionaba y forzaba errores.

El mérito estuvo en que tampoco le llegaron mucho, casi nada, la defensa se mostró más segura sin la pelota que con ella y volvió a ponerle el candado al arco de Arce que ya lleva tres partidos sin recibir goles y casi sin que le pateen. Desde que llegó el entrenador, logró mantener el arco en cero en seis de los ocho partidos que lleva dirigido y son escasísimas las situaciones de gol que le generaron.

El otro mérito fue el tener un plan al que nunca renunció: a pesar de la prolijidad de Agropecuario en cada salida, San Martín presionó como quien sabía que una iba a robar, y la robó nomás. Fue Daniel González el que quitó un pelotón en tres cuartos de cancha para que Cano la mande a guardar con un derechazo rasante y esquinado. Otra vez en el banco estaban las respuestas para un partido difícil. Eso también marca el buen presente del equipo: cuando los 11 del comienzo no pueden, los que entran aportan soluciones.

Y tras ese gol es cuando ya no importa nada, el grito en la oficina, en el taxi, en el negocio, en las clases por zoom, ya nada importa y la semana está perdida, o mejor dicho, ganada. Hay que sufrir unos minutitos pero al final viene ese grito tan hermoso al que venimos acostumbrados: “¡VAAAAAAAMOOOO LO SANTOOOOOOO!”, con los puños cerrados, los brazos en alto, los ojos desorbitados y las venas del cuello hinchadas. Y no es para menos: hasta hace unos pocos minutos firmabas el 0 a 0.

“Partido chivo”, pensamos. “Triunfazo”, nos decimos. Rápido queremos ver cómo termina Atlanta, ya sabemos que empató Gimnasia de Mendoza. Y sí, perdió Atlanta. Estamos terceros, a uno del segundo y a dos del primero.

Ya no hay forma de negarlo, estamos ilusionados y no hay manera de volver atrás con eso. Falta mucho y lo sabemos, que vamos a sufrir también lo sabemos. Pero por sobre todas las cosas hay una sabemos mejor que nadie y los otros, también: somos San Martín.