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¿Está para ascender? San Martín y las razones para ilusionarse

ciudadela

El Santo trepa en la tabla y crece en el juego. Hace seis que no pierde y el Pueblo Ciruja se anima a soñar con el ascenso. Sin embargo surge el interrogante principal: ¿es solo una buena racha o los cimientos de un equipo con pasta de campeón?





A esta altura es inevitable, pero son tantas la heridas que tampoco es cuestión de andarse ilusionando así por así. En esa tensión permanente vive el Pueblo Ciruja que hoy disfruta de un presente que hasta hace algunas fechas era impensado.

Pero, ¿hay argumentos para ilusionarse?, ¿es este San Martín un equipo con chapa para pelear arriba?, ¿hay algo de pasta de campeón en este plantel? Si a estas mismas preguntas se las hacíamos a cualquier Ciruja hace dos meses, las repuestas hubieran sido muy distintas a las que obtendríamos ahora. ¿Por qué? Vamos a buscarle algunas explicaciones.

Hay números fríos, estadísticas puras que evidencian un cambio rotundo entre la era pre De Muner y esta: cuando el entrenador asumió el cargo se habían jugado seis fechas y San Martín solo había cosechado un total de seis puntos sobre los 18, el 33,3%. El equipo estaba en el puesto en el puesto 12 y solo había logrado ganarle al último de la tabla (Nueva Chicago).

En cambio ahora, el equipo ya lleva seis partidos consecutivos sin derrotas, cuatro triunfos y dos empates explican el ascenso meteórico en la tabla de posiciones, alcanzando la cuarta ubicación.

Sin embargo, sería totalmente injusto reducir el análisis a las estadísticas porque hay otros factores que influyen y que también están a la vista.

Vamos a empezar diciendo que la dupla técnica podría haber cosechado algunos puntitos más y que la suerte no la acompañó: contra Alvarado entre el arquero y los palos le negaron el triunfo y contra Mitre de Santiago se escapó sobre la hora. Aunque en Caseros empató de carambola un partido perdido. Pero en definitiva, aquel equipo, el de la dupla, ese que tenía mucho olor a ciclo cumplido casi desde antes arrancar, tampoco fue superado más que en el segundo tiempo contra Atlanta.

¿Entonces, si con la dupla el equipo no jugaba tan mal, lo único que cambió fueron los resultados? No, para nada, cambió mucho más que eso: a los resultados ahora se los consigue porque se los busca con empeño, con ideas, con identidad y, sobre todo con mucha actitud. A la dupla le faltó suerte, es verdad, pero a la suerte hay que ayudarla, y ahora se la ayuda más.

“La idea es arriesgar”, declaró De Muner en la previa del partido y eso se ve en la cancha: hay un San Martín ambicioso, con ansias de protagonismo, con intenciones de aplastar rivales, de plantarse en campo contrario con la mayor cantidad de gente posible. Así pasan los carrileros en todos los tiros, se suma Imbert por todo el frente ataque, Estigarribia siempre termina en el punto de penal, y alguno de los volantes centrales llega desde atrás para pisar el área y definir: así ya marcaron Tino Costa y Ballini, y en Mendoza casi la mete Cháves.

Y esa actitud avasallante se ve en cualquier cancha, en Córdoba contra un agrande como Belgrano, en Mendoza contra el puntero y, por supuesto, en La Ciudadela donde con De Muner se recuperó la mística y se volvió a obtener dos triunfos seguidos luego de 16 largos meses.

Pero así como la suerte hay que ayudarla con actitud, a la actitud hay que ayudarla con argumentos futbolísticos, y de eso también se ven cada vez más. La intención es manejar la pelota, con precisión, con soltura, sin miedo, y en base a eso profundizar y lastimar: “tenemos que ser prolijos, ordenados, tener paciencia a la hora de manejar la pelota de encontrar los espacios… Nos puede pasar que el rival se repliegue que los espacios sean pocos, pero los espacios siempre están, y hay cuando los encontremos tenemos tratar de resolver”, decía De Muner y el equipo los escuchó.

Con paciencia y prolijidad buscó los espacios y los encontró en el primer gol, y así le hizo el segundo a Riestra, y casi hace varios en Mendoza. El equipo funciona como el entrenador dice que tiene que funcionar y eso no es poco.

Además, ayer la metió Estigarribia, que se venía sosteniendo en la cancha por dos razones: porque hacía un buen laburo fuera del área, porque llegaba, porque estaba cerca y porque ya la iba a meter, y la metió nomás. Ya hizo tres, que valieron seis puntos, ya no es tan poco y ojalá que haya muchos más. Eso también invita a ilusionarse.

Pero no solo del ataque vive el fútbol. Hay que hacer los goles, manejando la pelota con paciencia y tranquilidad y toda la cháchara, pero después hay que cuidar el arco propio, y en eso tampoco viene mal: ha recibido un solo gol en los últimos cuatro partidos. Ayer le marcaron y le patearon de afuera dos veces y nada más, en Mendoza le llegaron claro por primera vez en tiempo de descuento y ni Riestra ni Belgrano le patearon al arco.

Juegan tres atrás, pero defiende con todo el equipo, es automático: pierde la pelota e inmediatamente cuatro o cinco futbolistas rodean al rival para no dejarlo jugar. Es una presión colectiva constante que le come los tobillos a cualquier que tenga otra camiseta. Y Si no se recupera rápido se repliega y se ordena lo antes posible para no quedar mal parado. También funciona como quiere el entrenador. Por las dudas está Arce atrás que termina de ponerle el candado al arco.

¿Tiene defectos este equipo? Sí, si los tiene y también se ven. Hubo momentos ayer y otros en Mendoza, contra dos rivales de jerarquía, donde perdió la pelota, o la entregó. Se puso en modo espectador a mirar el partido de cerca y casi lo paga caro. Puede ser que el plantel no esté preparado para sostener la intensidad los 90 minutos, y entonces necesita bajar un cambio un rato. Tal vez sea eso.

Lo bueno es que De Muner lo sabe, lo tiene claro y lo dice: “Tenemos 25, 30 minutos buenos y perdemos la pelota, se siente el desgaste. Tenemos que lograr mantener la intensidad todo el partido".
 
Más allá de todos los factores y argumentos futbolísticos hay una razón para ilusionar que supera a todas las otras: es la camiseta. Este no es solo un buen equipo que viene mejorando fecha a fecha y que se acerca hacia los de arriba a base de buen juego y orden. Este es el San Martín que empuja desde abajo y que se mete en la pelea y eso pone nervioso a cualquiera. Pregúntenle a Tigre si prefiere competir por el título con Gimnasia de Mendoza o con San Martín.
 
Falta mucho y de acá en más puede pasar cualquier cosa. Ascender no será fácil, pero esto es San Martín y hay motivos para ilusionarse. Hoy y siempre.