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Del Monumental y La Bombonera a Olavarría y Palpalá: San Martín, local en todos lados

HISTORIAS CIRUJAS

Estadios mundialistas, tribunas inmensas, palcos de lujos, tablones de madera podrida, pueblos desconocidos, localidades inhóspitas. Desde Jujuy a Madryn. desde Trancas a la Paternal. De la Liga a Primera. La hinchada del Santo recorrió, como ninguna otra, cada rincón del país, siempre con el pecho inflado y embanderando de rojo y blanco cualquier esquina Argentina.

La hinchada de San Martín en Junín





La Ciudadela se extraña eso no se puede negar, las previas en la Esquina del Santo, en Potente, en los canteros de la Amador Lucero, en los quioscos de la Roca y Pellegrini, en la plazita donde estaba el Triagulito. La Ciudadela se extraña, si con alma y vida, todos los días, en especial los domingos a la tarde esos en los que falta algo, o mejor dicho, falta casi todo.

Pero más allá de los rituales típicos de una tarde o noche en Ciudadela, el Pueblo Ciruja sabe, como ningún otro, de rutas, de tribunas visitantes, con escalones de madera podrida en los pueblos más inhóspitos del interior del interior, de canchas en el Tucumán profundo, en los barrios capitalinos o en las localidades del sur, el norte, el este o el oeste. Así como también conoce lo que es copar la Bombonera o el Monumental, el Cilindro o el Nuevo Gasómetro, porque, como dice la canción, “no importa en qué cancha juguemos, a San Martín lo sigo a donde va”.
 
Así surgió en el grupo de Facebook “Hinchas de San Martín” un posteo que invita a comentar sobre los mejores viajes acompañando al Santo y surgieron más de 100 comentarios que evocan a los más diversos destinos y épocas, generando un sinfín de anécdotas que llevaron a eltucumano.com a investigar y profundizar con algunos fanáticos sobre esos periplos tan anónimas como apasionantes.
 
Emblemático es el viaje en moto a Formosa de los hermanos Vitalittis que merece una y mil notas aparte, como también es maravillosa la historia de los Dumit en Chaco cuando le pagaron la entrada a más 10.000 hinchas. O como molvidar el día que el Pueblo Ciruja copó el Chateau Carreras. Pero como esas hay millones, de las lindas, de las buenas, de las feas, de las que terminan bien, de las que culminan en derrotas doloras, pero todas tiene un factor común, son inolvidables y no hay forma de arrepentirse de eso.

Empecemos: para Daniel, que vive en la zona del bajo y tiene 30 años recién cumplidos, su mejor viaje es el primero: “Mi papá me llevó a Trancas, primer partido de la Liga. Ese año conocí todas las canchas de Tucumán. Algunos nos quieren cargar por jugado La Liga, pero nosotros estuvimos ahí y salimos adelante, me da mucho orgullo”.

Tin Mar se va al otro extremo y recuerda el día que San Martín copó el Estadio más grande Argentina: “Contra River en 2008, una enorme cantidad de hinchas, en cada parador se armaba la fiesta, después en costanera Sur y completamos en el monumental, una locura”, Hay muchos otros hinchas que coinciden en que aquella experiencia en el Monumental de Núñez fue una de las muestra ere pasión más impactantes que el Pueblo Ciruja haya dado: “Me acuerdo que los porteños no podían creer, éramos miles de tucumanos en todos lados, no creo que ni Boca le haya copado la cancha así a River nunca”, acota Claudio que ese campeonato estuvo en casi todas las canchas.

“En la Bombonera llenamos la tercera bandeja a pesar de que estábamos casi descendidos, no paramos de cantar en todo el partido. Ese año fuimos locales en todas las canchas, me acuerdo en Huracán éramos un montón, igual en San Lorenzo, Gimnasia, Lanús, Vélez, en todos lados”.

Es cierto que hay varios hitos en aquel paso por Primera División que fue la última campaña en la que los hinchas del Santo pudieron acompañar, legalmente a su equipo fuera de su cancha: “Nunca vi tanta gente llorar de alegría como cuando le ganamos a Racing con gol de Urbano, algo parecido pasó con el gol de Agudiak años después”, comenta Juan Luis. “En Rosario, con Central nos terminó aplaudiendo todo el estadio, gritaban ‘Tucumán, Tucumán’. Ese día llegaban un montón de Cirujas en moto y los de Central no podían creer y nos preguntaban cómo podía ser hagan tantos kilómetros en esos vehículos, ellos no están acostumbrados a ese tipo de fanatismo, del hincha capaz de viajar sin un mango, como puede, con lo que tiene puesto y nada más”.

Pero la pasión por San Martín trasciende las categorías y los resultados y en tiempos menos exitosos, cuando los torneos argentinos llevaban al equipo a jugar contra rivales inverosímiles en pueblos remotos y desconocidos, ahí también llegaban cientos, a veces miles de Cirujas que vestían de rojo y blanco a ignotas localidades que nunca antes habían sentido nombrar, y cuyos habitantes siempre recordarán el día que fue San Martín de Tucumán con toda su gente.

Para Lucho, que tiene 54 años y que supo acompañar a San Martín en aquellas campañas anodinas de los eternos Nacionales B de los 90, lo más impresionante no es solo la cantidad de gente capaz de viajar por San Martín, ni tampoco las condiciones adversas en las que muchos lo hacen, sino que él sostiene que no el Ciruja viaja sin miedo, sin cuidados y con orgullo que pocos se animan a manifestar de visitante: “Cuando el hincha de San Martín llega a otra provincia se hace ver, se hace notar, no se esconde, no pasa desapercibido. Rápido cuelga banderas en todas las esquinas, camina con el pecho inflado mostrando la camiseta por la calles de la ciudad, canta, toma, salta grita y toca bocinas, hace ruido, rompe con la calma de cualquier pueblo, pero además lo hace sin violencia, sin agresión, en general con buen comportamiento. Yo estuve en canchas de las supuestamente más complicadas del Conurbano como Laferrere, Almirante Brown o Morón, Talleres de Remedio de Escaladas. Son canchas donde supuestamente nadie entra sin la policía, pero yo vi a hinchas de San Martín comunes, no de la Brava, entrar plantar banderas, tomarse una birras al frente de la cancha y cantar como si nada, lo locales no lo podían creer, eso genera un respeto tremendo”.
 
Julio, fanático de la primera hora, tiene dos recuerdos imborrables y dolorosos en deportivo, pero de los que hoy se enorgullece, una fue una tarde ardiente en Pirané, provincia de Formosa, cuando 13 de Junio de junio le propinó una goleada con baile a un San Martín que empezaba a recorrer su camino hacia el abismo: “Hacía más 40° y el solo me partía la cabeza, no llenaron a goles, no me acuerdo si fueron 4 o 5, pero no vimos la pelota. No podíamos creer, cuando volvía no podía creer lo mal que estábamos”.

El recuerdo es de unos años, después cuando el Santo empezaba su camino de regreso al fútbol grande, pero no exento de algún que otro traspié doloroso: “En el Argentino B cuando ya estaba Roldán fuimos a Palpalá, era una de las primeras fechas. Era un domingo Día de la Madre, Lucas Oviedo hizo dos goles y nos pusimos dos a cero en el primer tiempo. En el segundo nos lo dieron vuelta y perdimos 3 a 2, sobre la hora casi lo empata Olmedo con tiro en travesaño. Ese día llegué a mi casa de noche y no puede saludar a mi vieja”.

Ese mismo torneo, llevo al equipo a Salta, Jujuy, Formosa, Córdoba, y Catamarca, entre otros lugares, de esta última provincia, Roberto no olvida “una caravana impresionante que hicimos entrando a la cancha de San Martín del Bañado, un Policía nos preguntó cuántos hinchas éramos y les respondimos que más todos los habitantes de Catamarca. Ganamos 1 a 0 con gol de Cortez”.

Emprender un viaje conlleva, por supuesto, muchos riesgos y es también una aventura, así lo vive Carlos Miranda Villagra, personaje infaltable en cualquier tribuna visitante donde juegue el Santo y con casi 200 partidos fuera de Tucumán, tiene historias para hacer dulce, como cuando viajó a Arrecife en ómnibus de línea: “Fuimos hasta Rosario, de ahí a pergamino, de ahí nos dejaron en la ruta en la entrada a Arrecife un viernes a la noche a minutos de que empiece el partido. Perdimos 2 a 0 dando asco y no teníamos para volver, le pedimos colaboración a los jugadores, pero no nos alcanzaba, fuimos hasta Rosario, nos dio una mano la gente de Central, de ahí teníamos que hacer tiempo para volver y nos metieron en una comisaría solo porque nos vieron pintas de sospechosos, pero no hicimos nada, cuando nos soltaron ya habíamos perdido el ómnibus y la empresa nos hizo el favor de llevarnos hasta córdoba, pero parados, después enganchamos otro colectivo. Llegamos a Tucumán el martes que ya jugábamos de nuevo en la Ciudadela contra Cipolletti”, recuerda.

Tampoco olvida cuando fue en un auto particular con su hermano y algunos amigos hasta la cancha de Unión de Santa Fe y a pesar del triunfazo con gol del Jota morales, el viaje de vuelta fue un verdadero infierno: “Nos agarró una tormenta en medio de la ruta y se nos rompió el limpia parabrisas del auto, no veíamos nada de nada, íbamos sacando la cabeza por la ventanilla para ver algo más y dictarle al que manejaba. Esa vez de verdad nos jugamos la vida”.
Y sí, claro que no todos los viajes son color de rosas y si no preguntale al periodista Alejandro Sotelo que fue hasta Olabarría a ver un partido Horrible que San Martín ganaba cómodo con goles de Balvorín, pero perdió 4 a 3 contra Racing de esa ciudad: “De entrada se nos rompió la puerta de la Traffic y la tuvimos que atar con alambre. Nos pararon varias veces y nos coimearon con la carne que llevábamos para el asado. Después nos hicieron tantas multas que nos quedamos sin plata para el combustible y uno de los viajeros puso algo guita que tenía en el cajero. A la vuelta nos seguían parando y apenas nos alcanzó para comprar 200 gramos de fiambres para repartir entre 13 personas. Gracias a Dios terminó ese viaje y llegamos a Tucumán”.

Patricio todavía recuerda el barrial a la salida del estadio Municipla de Formosa en esa épica final del 2005: “Salíamos todos cantando, el empata era casi el ascenso, porque en Ciudadela no se nos iba a escapar. También fui a esa misma cancha hace un par de años al partido contra Boca de Copa Argentina, alto viaje, copamos la ciudad entera”.

Otro Ciruja de los viajeros de siempre, se llama Silvio, y elige dos recuerdos por sobre todos los otros: “Nunca volví tan feliz como el día que le ganamos a Racing de Córdoba por penales. Sufrimos todo el partido y lo ganamos a lo San Martín. Esa vez nos robaron con el precio de la entrada, no querían que vayamos, pero fuimos igual. La entrada visitante costaba como 5 veces más que la de los locales. Un par de semanas después ascendimos en Mendoza me paseé llorando las tres primeras horas del viaje de vuelta. Después volvimos tarareando todo el viaje la cancioncita del programa El Nacional, porque volvíamos a la B”.

Algún día volverán las tardes en Ciudadela, y las rutas abiertas, sin necesidad de infiltrarse para ver al Santo en otros pagos, con las banderas colgando de árbol a árbol, al grito de “olelé olalá, nosotros ya vinimos, a ver si ustedes van”.