"El mejor partido de mi vida": Orlando Gómez y el recuerdo de una mañana épica de San Martín
HISTORIAS DE CIUDADELA
El Santo enfrenta esta noche a Rafaela que domina ampliamente el historial. Sin embargo, hace 25 años se cruzaron por única vez en un duelo eliminatorio. Una mañana cargada de mitos y leyendas, un resultado inolvidable con un arbitraje deficiente y la jornada soñada de un joven arquero de 18 años.

Formación inicial en Rafaela. De fondo la tribuna viistante colmada por más de 2000 Cirujas. (Foto: gentileza del Mocho Sánchez)
Esta noche San Martín jugará un partido clave en su lucha por ascender ante un rival históricamente complicado: Atlético Rafaela es una verdadera bestia negra para el Santo y el historial de enfrentamiento entre ambos lo refleja claramente: 36 partidos, 6 triunfos de los de Ciudadela, 18 derrotas y 12 empates.
Sin embargo, entre tantos malos recuerdos, también emerge uno que pinta de punta a punta lo que es la mística Ciruja. Fue en la mañana dominguera del 17 de julio del año 95. San Martín, dirigido por Ricardo Gareca, visitaba a la Crema por la semifinal de vuelta del reducido por el segundo ascenso.
En la ida, el Santo había ganado 1 a 0 con gol del Cachi Zelaya. El resultado era exiguo teniendo en cuenta que los rafaelinos contaban con ventaja deportiva y que con solo ganar el partido, sin importar la diferencia, estarían en la final.
“Yo tenía 18 años recién cumplidos y había debutado al final del campeonato, así que tenía muy pocos partidos de experiencia”, recuerda en charla con eltucumano.com Orlando Gómez, protagonista absoluto de aquella mañana.
El Tiburón fue el elegido por el Tigre para defender el arco en el tramo final de un campeonato en el que había empezado quedando el experimentado Rubén Urquiza y terminaron atajando cuatro arqueros diferentes.
Gómez ingresó como titular en Pergamino contra Douglas, recibió un gol y el equipo perdió, pero su actuación convenció a Gareca que lo mantuvo para jugar las últimas tres fechas con el equipo ya clasificado al octogonal. En los cuartos de final mantuvo el arco en cero en los 180 minutos contra Gimnasia y Tiro y en la primera semifinal ni se despeinó para sostener su vaya invicta.
La prueba de fuego le llegó en el partido de vuelta: “Arrancamos jugando bien, ellos presionaban, pero no pasaba nada, pero el Sargento Giménez nos expulsó a Distéfano, al Cachi Zelaya y al Pelado Cabrera, todos antes de los 30 minutos del primer tiempo. Ahí cambió el partido y nos metieron contra un arco”.
Para Rafaela, que había sido el subcampeón de Estudiantes, jugar 11 contra 8 suponía una ventaja numérica definitiva. Sin embargo, los de Ciudadela estaban preparados para la situación.
“Esa semana, el Tigre Gareca nos había hecho trabajar situaciones de juego con menos jugadores. Había armado fútbol 11 contra 11 y a los titulares les iba sacando de uno, para que se ordenen con 10, con 9 y con 8 jugadores. Así estábamos preparados para pararnos con 8”, explica Orlando Gómez.
“Nos ordenamos bien, nos paramos cerca de nuestro arco y defendimos a muerte. Fueron más 60 minutos jugando en nuestra área. Cada vez que agarraba la pelota, yo apuntaba contra el banderín del otro corner y la tiraba para ahí, que salga al lateral lo más lejos posible, no había manera de atacar”.

Orlando Gómez. Foto: gentileza de Mocho Sánchez.
Lo cierto es que Gómez atajó todo lo que le tirararon y no hubo forma de entrarle: “Cuando terminó el partido, el Tigre me dijo que había unos colaboradores de Pekerman que habían ido a verme, yo no sabía quién era Pekerman”, revela el arquero que fue sondeado para ir a Qatar 95.
La anécdota que pocos recuerda de aquella mañana es que cerca del final, cuando el empate había dejado de ser una utopía para convertirse en una proeza posible, un delantero de Rafaela marcó un gol: “El mundo se me vino abajo, me tiré en la tribuna, no podía creer”, confiesa Juan Luis que fue uno de los más de 2000 hinchas que coparon la cabecera visitante.
En el fútbol, muchas cosas no tienen explicación, pero ese mismo arbitraje bombero como pocos que había dejado a San Martín con 8 en el primer tiempo, fue el que anuló el gol de la Crema casi sobre la hora. Es cierto que no fue el Sargento Giménez, sino uno de los líneas el que levantó la bandera, pero al fin y al cabo nada era más fácil que cobrar ese gol para eliminar a San Martín.
“Cuando vi la bandera en alto me volvió el alma al cuerpo. Ahí pensé que ya estaba, que no había forma que nos ganen. Fue justicia divina”, dice Juan Luis.
Alrededor de ese partido hay muchos mitos: el día anterior Colón había goleado a Godoy Cruz y ya esperaba en la final, los Sabaleros venían de varios fracasos en su objetivo por ascender que incluían perder dos finales y una con su clásico rival: Unión. En el partido de San Martín en Rafaela estaba Chabay, técnico de Colón en ese momento, y varios dirigentes.
Hay quienes sostienen que Colón no quería enfrentarse con San Martín y que prefería una final con Rafaela, pero que en caso de no lograr sacar del camino al Santo, debilitarlo no era una mala opción. De estas leyendas el fútbol está lleno y son tan incomprobables como interesantes, pero lo cierto es que a San Martín, además de los expulsados, sufrió las suspensiones de varios jugadores que alcanzaron la quinta amarilla.
En la serie final contra Colón debutaron tres jugadores y hubo otros que sumaron su tercer o cuarto partido. Los santafesinos se consagraron con autoridad, pero con medio San Martín sentado en la platea, De igual modo, esa ya es otra historia.
Lo importante es que una vez, contra Rafaela, ese cuco que muchas veces parece invencible, el Santo sacó pecho y ganó una serie imposible: “Cuando las papas queman, San Martín saca su mística”, dice un hincha que ya está haciendo la previa para el partido de esta noche, que como aquella vez, ningún poderoso quiere que el Santo gane, pero también hoy las papas queman, veremos si saca el pecho y tira toda su mística en la cancha.
