Mitos y leyendas sobre la fundación de San Martín
CIUDADELA
En el cumpleaños 111 del Santo, surgen secretos desconocidos sobre aquellos primeros días de vida institucional. Quiénes eran sus dirigentes. A qué se dedicaban. Cuáles fueron sus principales discusiones. Detalles sobre el hecho que cambio la historia deportiva de la provincia.

Los hechos históricos, siempre están plagados de una buena dosis de mitos y leyendas que no siempre son comprobables, sin embargo son tan necesarios o interesantes como los que si se comprueban. Sin misterios, no tendría ningún sentido indagar sobre determinado sucesos. Ahora, vaijaremos 111 años atrás para, en algunos casos, revelar detalles poco conocidos sobre la fundación de San Martín y, en otros caso, para alimentar mitos que aún no se han resuelto, pero que permiten que cada uno los interprete como quiera. Empecemos.
Era octubre de 1909 y el fútbol venía popularizándose a pasos agigantados. Ya existían algunos clubes, y había algunos incipientes intentos de generar entidades que regulen este deporte en la provincia.
En ese contexto, un grupo de muchachos que venía de formar parte de Argentinos del Sud, un precario club que ya había sido disuelto, decidieron juntarse para formalizar una nueva institución deportiva con bases más sólidas que pudieran trascender al paso del tiempo.
Los muchachos despuntaban el vicio por la pelota en la Plaza de los Burros, ubicada donde ahora está el Hospital del Niño Jesús. Casi todo vivían en esa zona, y muchos trabajaban en el Mercado Sur, ubicado en donde hoy está Tribunales.
Las primeras reuniones se realizaron en la casa de Exequiel Riquelme que quedaba en la calle Chacabuco al 500, ahí durante varios días se debatieron objetivos y visiones del proyecto. De hecho, uno de los temas que más diferencias causaron fue con que nombre bautizar al nuevo club.
Una de las corrientes pretendía llamarlo “Leandro N Alem” que había fallecido 13 años antes y era admirado por una buena parte de los fundadores que simpatizaban con el partido radical que, por entonces, crecía en popularidad por presentarse como una alternativa al conservadurismo del Partido Autonomista Nacional (PAN) que, para entonces, ya llevaba 35 años gobernando al país.
Otro de los temas que se discutieron por esos días fue que colores identificaría a la entidad, el rojo y blanco terminó convenciendo a todos y hay varios mitos al respecto. Uno es que tal vez fue elegido o propuesto por los mismos radicales, a los que se los compensó por el hecho de haber perdido la pulseada por el nombre.
Otra leyenda indica que el rojo y blanco se eligió en honor a los Granaderos de San Martín. Sin embargo, ese regimiento se viste de azul. En cambio, el historiador Ramiro Villa, afirma que lo que sí homenajea a los Granaderos es la forma del escudo, que representa el frente del traje que utilizan.
De chico siempre escuché decir que nuestro escudo tiene forma de camiseta o camisa... y aquí radica el homenaje de los fundadores a los granaderos.
"LA FORMA DEL ESCUDO, SERÍA EN HOMENAJE A LA VESTIMENTA DE LOS GRANADEROS"Detalle que con el tiempo se tergiversó... pic.twitter.com/OOqmoQvzvf— Ramiro Villa Leal (@RamiroCiruja10) August 30, 2020
Volviendo a los colores, según lo que algunos fundadores declararon en notas periodísticas, el rojo y blanco con rayas verticales está inspirado en el equipo más ganador del futbol porteño, que por entonces era muy admirado: Alumni. También se definió que los bastones sean 11, uno por cada jugador del equipo. Aunque algunos documentos gráficos muestran diseños parecidos a los de Sportivo Guzman y también con rayas horizontales que era la que utilizaba el capitán, para distinguirse del resto.
Sucede que esas primeras camisetas no eran confeccionadas todas juntas, sino que muchas veces, eran los propios jugadores los que las pagaban y encargaban en lugares diferentes, según la conveniencia de cada uno y, por ende, muchas veces no salían iguales.

La foto fue tomada previo a un amistoso contra Atlético y es una de las más antiguas que se conservan. Parado a la izquierda, con traje y sombrero está Romelio Castro, primer presidente del club.
Con todos los detalles casi definidos, el día 2 de noviembre, la casa de Secundino Dante Torossi, ubicada en Ayacucho 557, fue la sede elegida para labrar el acta fundacional y dar vida al Club Atlético San Martín.
Esa noche, de hace 111 años, se conformó la primera Comisión Directiva cuyo presidente fue Romelio Castro, quien se mantuvo en ese cargo hasta 1913, y luego un año más como vicepresidente en ejercicio de la presidencia, hasta que pudo asumir su sucesor.
Castro no solo era el presidente del club, sino que era el Centro Half (volante central) del primer equipo. De todos modos, a pesar de amar su creación, Romelio dejó el club con mucho dolor en el alma en 1915. Nunca explicó las razones reales, pero se sabe que, en un viaje a Córdoba en el que fueron derrotados por Belgrano 9 a 1, una discusión que nunca fue revelada en detalles, derivó en que el abandonará la delegación y se volviera por sus propios medios a Tucumán, incluso le pidió prestado dinero a un dirigente de Belgrano porque no le alcazaba para pagarse los pasajes.
Al llegar a nuestra provincia, Romelio no quiso volver más al club y renunció a su cargo de viceprersidente, y según el mismo contó tampoco lo llamaron para que vuelva. Hasta que, muchos años después, en 1933 fue homenajeado e invitado a una cena por el presidente Daniel Silva quien le cedió la cabecera de la mesa y le obsequió una escarapela roja y blanca en lo que fue una reconciliación entre la institución y su primer presidente.
En esa época, San Martín estaba sumido en una profunda crisis económica que lo había llevado a desprenderse de su primer estadio de Barrio Sur y mudarse a Ciudadela para pagar deudas. Castro, que era un humilde imprentero, le ofreció al club sus ahorros, que no eran más que unos pocos centavos. Y si bien nunca más volvió a formar parte de la vida institucional del club, una leyenda cuenta que lució la escarpela con orgullo y amor hasta su último día de vida.
El resto de los muchachos también jugaban en los primeros tiempos, algunos siguieron más o menos tiempo ligados a la institución, pero todos vieron crecer su creación a pasos agigantados y muchos de ellos llegaron a dimensionar la grandeza y trascendencia de su obra. Porque en aquel momento, esos nombres que hoy se imprimen en los libros de historia del deporte de Tucumán, no eran más que los de un grupo de amigos que se juntaba en un baldío a jugar a la pelota. Que un poco por necesidad y otro poco por vocación, formalizaron su pasatiempo y, sin saberlo, fundaron una entidad que se convertiría en una pasión de multitudes por el resto de la eternidad.
