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"Duerme abrazado a la pelota": tiene 4 años y es el Messi de Campo Norte

HISTORIAS DE ACÁ

Se llama Julián Guevara y su talento ya llamó la atención de varios representantes que lo quieren llevar a Buenos Aires. Ciruja desde la cuna, nació con la pelota bajo el brazo y sueña con jugar en San Martín. VIDEOS.





En nuestro país, somos millones los que nacemos con la pelota bajo el brazo. Ningún otro juguete nos acompaña desde que aprendemos a caminar hasta que ya no podemos hacerlo porque las piernas no responden.

Ojo, una pelota puede ser de cuero, de goma, de plástico o lo que sea, incluso, puede ser un bollo de papel, un par de medias, una latita de coca o hasta una cajita cuadrada de un jugo que es rescatada del tacho de basura en algún patio de escuela primaria, porque no se trata de un juguete como cualquier otro. Porque una pelota es alegría, es compañía, es el sueño de un niño con jugar en la selección, que la mayoría de las veces termina concretándose, aunque sea en el equipo del barrio, que para todos termina siendo como llegar a la Selección.

Acá, a la pelota se juega en la calle; en el parque; en el baldío; de noche con o sin luz; a la siesta, aunque haga 40°; el domingo a la mañana con resaca y todo; bajo la lluvia, con los rayos rodeando la manzana y nadando en el barro espeso; A la pelota se juega a toda hora, en todos lados y a todas las edades.

Y un ejemplo de eso es Julián Guevara que tiene 4 años y nunca se desprende de la pelota a la que maneja con la maestría de Messi, con la picardía del Diego, con la habilidad del Ratón, con la elegancia del Capo, con la alegría del niño que nunca dejamos de ser cuando tenemos una pelota en los pies.

Julián vive en barrio Los Cuarteles, a metros del potrero más grande la provincia: el viejo, querido y siempre bien ponderado Campo Norte. Nacido y criado por un padre y una madre futboleros de alma y vida, el niño sigue los pasos de su hermanito mayor, Joan, que tiene 6 y que le enseño a caminar con una pelota entre las piernitas.

El pequeño Julián conmueve a todos quienes lo ve jugar, demostrando rápidamente que está ante un talento de esos que no se ven todos los días y que conmueve a su padre que en charla con eltucumano.com no puede ocultar su baba al hablar de su hijo: “Todavía me cuesta caer, pero cuando lo veo me doy cuenta que es algo diferente a los otros chicos”, resume con orgullo Matías, que tiene 29 años y es papá de Julián y Joan, Diana y Luana.

“Yo al comienzo no me daba cuenta, porque lo veía todo el día con la pelota y si veía que la manejaba bien, pero después la gente empezó a comentarme y todo el mundo me pregunta y a todos les llama la atención como juega. A mí me cuesta caer todavía, por lo veo desde siempre hacer las mismas cosas con la pelota, todos los días”.

Hay cosas que nos suceden y nos cambian para siempre, son como flechazos que nos marcan para toda la vida y nunca volvemos a hacer el mismo de antes. Así fue el segundo Día del Niño en la vida de Julián, cuando su madre, María Belén Quiñonero, le llevó de regalo una pelota de la que ya nunca más separó: “Tenía dos años recién cumplidos y ese día se pasó todo el día pateándola contra la pared. Estaba feliz. A la noche se la llevó a la cama y durmió abrazado a la pelota”, relata Matías.

Desde entonces, Julián pasa la mayor parate de su tiempo jugando un pequeño espacio que tiene en su casa y ahora, en los últimos tiempos, cuando se hacen las seis de la tarde puede desplegar su talento en césped reluciente de Campo Norte, donde funciona el Club Infantil La Bolivia, a cargo del profe Jorge Jiménez, un tipazo que pasa a buscar a todos los niños del barrio para hacerlos jugar a la pelota y después les da de merendar.

“En la Escuelita, Julián es el más chico, son todos de seis en adelante, pero a él lo acepta, así que disfruta jugando con chicos más grandes. Al comienzo se quedaba paradito, como era tímido, pero ahora se anima y se larga a jugar y no le pueden quitar la pelota”, comenta con orgullo el papá.

 Los videítos de Julián recorrieron las redes y llegaron a las pantallas de algunos empresarios que, ni lerdos ni perezosos, han posado los ojos sobre él y ya se han comunicado con la familia mostrando interés en el niño: “Nos llamaron algunos representantes que nos dijeron que quieren seguir la evolución de Julián. Algunos nos han ofrecido irnos a Buenos Aires y nos dan un lugar donde vivir y trabajo, nosotros la estamos pensando, porque acá no tenemos nada”, revela Matías que trabajaba en un supermercado y fue despedido en plena pandemia por un recorte de presupuesto y ahora se la rebusca dando servicios de mensajerías con su moto.

“Aquí vivimos en una casa prestada y no tenemos nada fijo ni mi mujer, ni yo, es por eso que analizamos lo que nos ofrecen en Buenos Aires, pero dudamos porque Julián es muy chiquito todavía como para algo tan serio, por ahora vamos a seguir pensando”.

Siempre con la roja y blanca a bastones verticales, en cada patadita contra la pared, Julián se sueña alegrando a toda La Ciudadela a la que él, junto a sus padres y hermanitos suelen concurrir cada vez que el Santo juega de local: “Vamos siempre a la cancha, somos todos hinchas, vamos con la familia completa y él dice que va a ser jugador de San Martín cuando sea grande”.

“Nosotros ya lo llevamos al club, pero como es muy chiquito de tamaño no lo aceptaron todavía, nos dijeron que vayamos cuando tenga seis añitos. Así que vamos a ver cuando llegue el momento”.

Con apenas cuatro años de edad, Julián, por ahora, tiene muy claro lo que quiere para su futuro: “Él dice que va a ser jugador y que le va a regalar una casa a su mamá y para mí un auto”, cuenta riéndose su papá sobre el niño que por el momento es el mejor con una pelota en sus pies porque es el más feliz.

ASÍ JUEGA JULIÁN, EL MESSI TUCUMANO