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El futuro de San Martín está cantado: la historia que desconoce el TAS

CIUDADELA

Este miércoles se llevó a cabo la audiencia entre las partes, la última instancia previa la fallo. Sin embargo, el destino del Santo ya está determinado y es irreversible.





Este 16 de septiembre será recordado por muchos años como el día en el que San Martín sentó a la AFA frente a un tribunal internacional para dar explicaciones. Tal vez hoy no sea fácil dimensionar la magnitud del hecho, pero algún día los libros contarán la historia de aquel valiente grande del Interior que, como ningún otro, se atrevió a cuestionar hasta las últimas consecuencias al poder concentrado de Chiqui Tapia y sus amigos. 

Es cierto que todavía falta el último capítulo de esta novela de cuarentena que se acerca a su final. Incluso, algunos dirán que falta lo más importante: saber quién gana esta batalla sin cuartel. Pero me permito disentir con ellos, creo que lo más importante ya lo vimos, o lo estamos viendo y prescinde de cualquier resultadismo barato. 

Acá, lo único verdaderamente importante es la dignidad de San Martín que, una vez más y como siempre, estuvo por encima de cualquier otra cosa, porque, aguerrido como ninguno, el Pueblo Ciruja conoce muy bien las injusticias, las que ha sufrido muchas veces, también sabe lo que es el dolor y la desilusión, los ha sentido (y los siente aún) mil veces en su piel. Pero también sabe que la pasión y el amor por los colores no se negocian con nadie, nunca, bajo ninguna circunstancia.

En Ciudadela saben que se puede perder, incluso que se puede perder siempre durante varios años, saben que las derrotas no solo son parte del fútbol, y de la vida, sino que a veces todo lo que se encuentra. Sin embargo, también saben que ahí hay que estar, en las buenas y en las malas mucho más. Parece una frase hecha, pero es la descripción precisa de un sentimiento de lealtad inconmensurable, eterno, incondicional. 

Para un Ciruja, “estar” no es ocupar un lugar o posición en una situación determinada, como dice el diccionario. Para un Ciruja, “estar”, puede implicar trabajar 15 días con el objetivo de ahorrarse unos mangos y poder llevar a los hijos a la Ciudadela. Puede significar atravesar la ciudad a pie, o el país en moto. También puede ser ocho muchachos que llegan colgados de un carro tirado a caballo, o la previa del día antes de un partido, o esos locos que todos los días desvían su camino al trabajo para pasar por la cancha y mirarla desde afuera. 

“Estar” es soportar el calor y la goleada en Pirané y a la fecha siguiente volver a estar. Es el llanto en el bondi de vuelta desde Río Cuarto con otro descenso en el bolsillo, o un Día de la Madre lejos de la vieja para sufrir una derrota insólita en Palpalá. 

A veces, “Estar” también es pura alegría, como cuando el Bomba embocó el córner más lindo del mundo, o Campodónico hace un doblete en menos de tres minutos en La Paternal, o Gonzalo aparece siempre en las finales. 

En definitiva, “estar” puede ser feliz o triste, alegre o sufrido, pero siempre será con orgullo, y esa es la palabra: orgullo. Hoy tocó librar la última batalla de esta guerra contra la corrupción de AFA y se lo hizo con pasión, con dignidad, con orgullo.

Hoy fue la audiencia ante el TAS y tres jueces que no entienden nada sobre lo que estoy escribiendo, decidirán sobre el futuro del Santo. De ellos depende la categoría en la que participará San Martín la temporada que viene. 

Si el resultado es positivo, habrá motivos para festejar, pero si el dictamen es adverso en San Martín podrán sentir la satisfacción de no haber escatimado en esfuerzos y haber dejado todo en esta lucha, desde el primero hasta el último Ciruja. 

Roberto Sagra encabezó la pelea a la altura de lo que la historia demandaba, pero, sin ánimos de restarle los méritos del caso, creo que cualquiera en su lugar hubiera hecho lo mismo. No me imagino a alguien en San Martín pretendiendo sostener durante meses una actitud entregadora y silenciosa como la de Greco en Atlanta. Aquí eso se hubiera pagado muy caro, no se lo hubieran permitido. 

Por suerte, no hubo, ni habrá, por ahora, tiempo para comprobarlo: Sagra y San Martín hicieron lo que había que hacer: plantarse hasta el final y luchar contra la injusticia. Al resultado lo tendremos dentro de poco, pero sostengo que es lo de menos. 

Porque un día la pandemia pasará, el fútbol volverá a jugarse con público y La Ciudadela reabrirá sus puertas. Para entonces, se agotarán las entradas con varios días de anticipación, habrá gente que quedará afuera, las previas arrancarán desde el viernes o, tal vez, el jueves. Miles de hinchas se reencontrarán luego de meses sin verse las caras y entonces ahí, sin importar si el rival es de la B o de la A, entre todos podrán mirarse a los ojos y sentir, una vez más, ese tremendo orgullo que genera ser Ciruja.