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"Se mueve el estadio": el gol de Amato y la avalancha Monumental

25 Y CHILE

Mauro dejó un recuerdo imborrable en el Decano: el protagonista de la tarde de sol que nunca te vas a olvidar también provocó uno de los festejos inimitables en la tribuna de la Chile. VIDEO

Mauro Amato con la boca llena de gol: Clementz, Graieb y Czornomaz se suman al festejo.





La avalancha en el fútbol es ese fenómeno social que se sucede solamente en partidos inolvidables provocados por el gol. Es un hito particular que sólo se produce detrás de los arcos. Si bien es indispensable que las tribunas estén desbordadas, una multitud no garantiza necesariamente la avalancha. El gol tiene que provocarla, el partido, el momento: eso fue lo que pasó el sábado 29 de mayo de 1999, la noche de la avalancha Monumental.  


El equipazo dirigido por Humberto Zucarelli llegaba a las semifinales del Nacional B contra Chacarita: la ida se jugaba en 25 y Chile ante un marco inimitable, de esos días que el Pueblo Decano no olvida más, desbordando las tribunas, mirando de costado, con los primeros en llegar en los escalones de arriba de la Chile, de la Laprida y de la Bolivia: “¡Sentarse!”, gritaban los más viejos ubicados debajo de los carteles de lata de publicidad.


Algo que no iba a poder sostenerse cuando la pelota comenzara a rodar. Fue tal la cantidad de hinchas esa noche que no se podía circular por los pasillos en el habitual ritual de hinchas encarando desde la Chile hasta la Bolivia. No era para menos: a la multitud de camisetas Puma con cerveza Norte se sumaban 3000 hinchas de Chacarita llegados desde Buenos Aires con algunos hinchas de San Martín camuflados también. El recibimiento de los hinchas quedó grabado a fuego en el relato de Miguel Simón y el comentario de Juan Pablo Varsky para América Sports: "Se mueve el estadio. Es impresionante, ¿no?". Y desde el campo de juego agregan: "Realmente conmovedor, es increíble cómo alienta esta gente, cómo han llenado la cancha. Conmovedor es el término".


Lo cierto es que el partido se vivió con tensión en cada pelota: muchos hinchas sobre el córner de la Chile y Laprida no podían ver: “¡Bajate, che!”, “¡Bajá la bandera!”, recuerda Jorge sobre aquella noche, pegado al alambrado, el lugar desde donde vio todo lo que iba a pasar a los 38 minutos del primer tiempo. Pese al cerrojo defensivo del Funebrero, Fernández se soltó por izquierda, envió el centro, el equipo dirigido entonces por el luego tan querido e inolvidable Chulo Rivoira jugó mal al off side, salió tarde, el centro quedó en los pies de Mauro Amato, el de las tardes de sol que nunca te vas a olvidar, pero también el goleador de aquel equipo con sus festejos inolvidables y cargados de conciencia social inmortalizados en sus remeras y su beso a la cámara de su mujer fotógrafa.


Fue en el momento que Amato la paró a la pelota cuando los de los últimos escalones pegaron el saltito para ver la definición. Fue cuando la definición de Mauro besó la red que lo inevitable se produjo: entre la euforia, la locura, los pasitos rápidos, el repique, la zapatilla perdida en el camino, y el destino único contra el alambrado provocando que los hinchas que ya estaban abajo tengan que treparse para evitar el aplastamiento entre la agitación, la euforia, la falta de aire y, todos recuperados, sanos y salvos, la felicidad hecha canción: “¡Sí, sí, señores, yo soy Decano!” Mirá el video.