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Maimará, Ciudadela y la locura por San Martín sin fronteras

HISTORIAS DE ACÁ

Estudiaron en Tucumán y conocieron Ciudadela. Volvieron a Jujuy y fundaron el Club Atlético San Martín de Maimará, a 2300 metros de altura. Quiénes son, cómo lo siguen y cuál es su sueño. Hablan al país: Yurquina, Kike y Gareca.

San Martín de Maimará. Las fotos son gentileza de Gareca, Kike, y Yurquina.





Esta historia empieza arriba de un tren, en el techo de un vagón de cargas. Un grupo de colados esperaba la señal del banderillero, el pitido cómplice del silbato y a treparse: “Parecíamos garrapatas. El tren salía de la Charcas, en la estación del Bajo. Yo estudiaba Arquitectura y unos changos de Maimará habían venido a estudiar a Tucumán. Te estoy hablando de los 80. Todos vivían en pensiones. Y se enamoraron de San Martín. Unas vacaciones insistían con llevarme al carnaval. Pero no teníamos plata. Y nos colamos en el tren. Así empezó todo”.


El hombre que habla se llama Rubén Yurquina. Nacido y criado en Ciudadela barrio popular, heredó la pasión de su padre, don Anselmo Argentino Yurquina, un arquero nato, volador de palo a palo, promesa del arco de San Martín hasta que se rompió la columna y el sueño quedó trunco. “Me crié en la Bolívar y Libertad, imaginate lo que significa San Martín para mí”, relata Yurquina, de apellido aimará, con un abuelo que cuando le daba al tinto se ponía a hablar en ese idioma que nadie en la familia entendía. Pero de eso, esta historia también se iba a ocupar.


Dicen que si alguien pregunta por Rubén Yurquina en Maimará, el silencio supera al de la cuarentena que hoy vive el pueblo de cinco mil habitantes: “Nadie me conoce así: los hijos de puta me pusieron La Niña Moza. ¿Te acordás de la novela? La actriz principal siempre andaba con un negrito esclavo. Y yo tenía un compañero de Catamarca bien negro. De ahí me quedó el apodo”, se ríe Yurquina que desde que se coló al tren con los changos para ir al carnaval nunca más se bajó y desde entonces todos los años el diablo de Ciudadela se pasea por las calles. Una de esas calles se llama San Martín. Y quiso el destino que esa pasión adoptada por un grupo de estudiantes universitarios maimareños, años después, fundara el Club Atlético San Martín de Maimará


Es en esta parte de la historia donde entra Kike Maurín, el técnico de San Martín de Maimará y amigo de Yurquina, a quien durante una noche de carnaval, Norte viene, Norte va, le quiso contar una historia. Es la historia del Santo, nacido lejos de La Ciudadela, no tan cerca del Abasto, pero con la misma pasión que se respira a más de 2300 metros de altura: “Ese grupo de changos que había estudiado en Tucumán ya eran hincha de San Martín. Y queríamos formar un club en el 92. Y pensábamos el nombre".


"Justo aquí hay una calle que se llama San Martín, y la mayoría de los que jugábamos vivíamos en esa calle. Esa fue la excusa: ‘Le metamos San Martín’, decidimos. Y así nació: le hemos robado el escudo, averiguamos toda la historia, por qué le decían Ciruja, y todo lo demás por si alguien del pueblo nos hacía la pregunta lógica: ‘¿Por qué le pusieron San Martín?’”, se ríe Kike, quien nunca vivió en Tucumán, pero está casado con su señora que sí vino a Tucumán a estudiar Enfermería, y le hablaba de lo que es San Martín en la provincia.


Después de otra ronda en medio del carnaval de Maimará, Yurquina escuchó con los ojos abiertos lo que le decía Kike: “Nosotros somos hinchas de San Martín que fundamos un club y representamos los colores en la Liga de la Quebrada. Aquí no llega el cable, pero nos juntamos por Facebook a ver los partidos. Como sea lo vemos. Ponemos las banderas, tomamos unas cervezas, sabemos todas las canciones. A esa bandera que aparece en las fotos la compré yo cuando conocí Ciudadela en 2014. Había viajado en agosto y cuando entré a la cancha no lo podía creer. Es muy lindo lo que se vive ahí, cumpa. Estaban como locos los changos de acá cuando volví con la bandera. Amamos a San Martín de verdad. Y tenemos un sueño”. 

El famoso Yurquina y La Banda de La Niña Moza: todo el año carnaval.


En esta parte de la historia donde entra Antonio di Marco, más conocido por todos como el popular Gareca, hincha de la vieja guardia, famoso por rajarse del laburo para ir a ver a San Martín con su compadre Norberto a todas partes, y un protagonista fundamental para que esta locura llegue a cada Ciruja: “Me dicen Gareca por el jugador. En los 80 era rubio, flaco, alto, tenía la melena. ‘Ahí viene Gareca’, me decían los changos del correo, donde yo era cartero. Ahí lo conocí a Yurquina, al Máquina Yurquina, decile Máquina que le encanta cuando le dicen así. Estaba con el Máquina y me cuenta de estos locos en Maimará. Me dice: ‘Vos que sos referente de San Martín, pasa esto: hay unos changos de Jujuy, no son tucumanos que viven en Jujuy, son de Jujuy, son hinchas de San Martín y fundaron San Martín de Maimará. Y tienen un sueño: jugar con la camiseta original de San Martín, la que usan los jugadores. Les consigamos un conjunto para mandarles, ¿se podrá?’ Cuando Yurquina me dijo eso, me emocioné”.


“He vivido mil momentos con San Martín a lo largo de mi vida. Tengo más aventuras que El Poseidón. Una vez quisieron hacer un libro sobre mi vida, pero no tengo fotos. Todos se acuerdan de una vez que me rajé del correo para ir a ver a San Martín un martes a Rawson o a Madryn, no me acuerdo adónde. Justo me agarra el Kity Jiménez de pechito y me hace la nota que ven todos en Tucumán. Cosas que pasan”, se ríe Gareca, compañero del correo de Yurquina, y creador de La Banda del Cartero, gente del palo que para en la Matienzo y Roca, cerca del bar de Luisito, al frente de los del Kiosco, brindando con Rubén y la filial de Santiago, la filial de Catamarca, en fin, toda la gente que hace de San Martín un bastión social del norte argentino.


“Lo que más me sorprendió cuando conocí la historia que contaba Yurquina es que no al equipo no le dicen Maimará, le dicen San Martín. No son tucumanos, son jujeños. Podrían ser de Ledesma, de Zapla, de Gimnasia, pero no: son de San Martín. Ya han comprado banderas. Me contaron que quisieran conocer a los ídolos de San Martín de aquella época cuando todo empezó. Estoy tirando líneas para ver si podemos llevar al Capo, a Jacinto. Sería una manera de decirles: ‘Gracias, hermanos Cirujas, por el amor que le tienen al club’. Todos andan con camisetas y banderas. San Martín es así: te lleva a hacer locuras”, explica Gareca. 

El popular Gareca, en medio, siempre con la del Santo.

Cuando Kike, desde Maimará, escucha lo que dicen Gareca y Yurquina, también se emociona: “Yo ya tengo 46 años. Los veteranos que fundamos el club ahora vemos jugar a nuestros sobrinos, nuestros hijos. Sienten lo mismo o todavía más cosas por San Martín. El sueño más grande para ellos es jugar con las camisetas originales. Las que tenemos las conseguimos juntando las monedas entre todos y las mandamos a hacer a Jujuy. Conseguimos publicidades: kioscos, almacenes, todo servía. También una vez conseguimos que un policía de la minera nos consiguiera un juego de camisetas con la publicidad y el escudo. Pero jugar con las originales sería lo más lindo. Y si no se da no hay drama, ojo. Cuando vengan a Jujuy nos gustaría que nos visitaran, compartir un cordero, un momento. Sería lo máximo”.


Son estas camisetas que ilustran la nota de el tucumano las que también homenajean a dos Cirujas que alientan desde el cielo de Maimará: “Las camisetas tienen dos nombres: Puca y Cartu. Pukita era carrocero del pueblo. Era un changuito de Humahuaca que se quedaba aquí para quedarse a chutear con nosotros. Tenía 17 años. Lo mató un auto. Y Cartu, Cartuchera, tenía 22. Se le incendió la casa y no pudo salir. Murió asfixiado. Los dos jugaban de defensores. Amaban a San Martín”. 


Yurquina conoce la historia que cuenta Kike y vuelve a Maimará: “Creo que toda esta historia puede ser un puntapié de algo que no se ha dado más: San Martín es un club social y tiene que tejer más puentes entre todos sus hinchas. Hay mucha gente humilde que deja todo por San Martín. Me he cansado de ver gente en la tribuna con las manos negras de cavar zanjas para juntar para la entrada y ver un partido junto al hijo. Yo mismo me he ido a todos lados sin un peso, haciendo dedo, sin saber si iba a llegar. Los changos de Maimará son un ejemplo de la locura que genera San Martín”, relata Rubén, Yurquina, La Niña Moza, el Máquina, quien como cosa del destino vive en Lomas, cerca del Pozo de Vargas, al frente de las vías del tren que lo llevaba colado a Maimará con un grupo de jóvenes arriba de un vagón: “Escucho pasar el tren y todo lo que te cuento vuelve a mí”.


Del otro lado del teléfono, mientras espera que la cuarentena pase, Kike sueña con volver pronto a dirigir a San Martín de Maimará, a ver a los chicos con la camiseta roja y blanca gambeteando como Calisaya, el crack del pueblo de 16 años, a quien le encantaría tener la posibilidad de probarse en Ciudadela alguna vez. No son sueños imposibles de realizar. No hay locuras incapaces de concretar. Pero hay otras que quizás demanden un poco más de tiempo. Quizás son poco probables de que sucedan, pero ya con intentarlo está todo dicho: “Los changos de acá le quieren cambiar el nombre al pueblo: quieren que en lugar de Maimará se llame San Martín. Además de la calle San Martín hay un cerro que se llama San Martín y tiene la misma figura del prócer, del General. Creo que va a estar medio difícil cambiarle el nombre. Nos van a matar las viejas. Sí, cambiarle el nombre al pueblo sería mucho... Ya sería mucho, ¿o no?”