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Manuel cumplió su sueño de jugar en la selección argentina

Historias de acá

Manuel Cerpa perdió su pierna derecha en un accidente cuando tenía 17 años y ahora fue convocado para vestir la celeste y blanca en el próximo Panamericano de vóley adaptado. El único tucumano que participará en el torneo internacional no tiene donde entrenar en la provincia. Esta es su historia de vida.





Cuando tenía 17 años, una tarde en la que volvía de trabajar en una fábrica de plásticos, al llegar a la estación del partido de José C. Paz en Buenos Aires, Manuel Cerpa se bajó del vagón con el ferrocarril de la línea San Martín en movimiento. Pasaron más de 29 años desde aquel día fatal en que el tren le pasó por encima y le provocó la amputación de su pierna derecha; el día que él recuerda como el momento exacto de su segundo nacimiento; el día en que la vida le dio una segunda oportunidad. Más de 29 años después, en su casa de la localidad de Graneros, Manuel recibió a través de un mensaje de texto la noticia de que estaba convocado para vestir la camiseta de la selección argentina de paravoley en el próximo Torneo Panamericano que se disputará en Perú. A ese momento Manuel lo venía soñando desde hace años, cuando empezó a practicar la disciplina.

“Para mí es un sueño cumplido. Desde que empecé a jugar al paravoley en Buenos Aires yo siempre quise llegar a la selección. Es un gran honor representar a la Argentina y a Tucumán”, cuenta con voz emocionada Manuel Cerpa, que empezó a practicar la disciplina en 2016 y que ahora cumple con la meta de todo deportista. Al comienzo, como en la provincia no se practicaba paravoley, Manuel viajaba cada dos o tres meses hasta Buenos Aires para poder jugar. Desde el año pasado, fue él quien tomó la posta de difundir el deporte en Tucumán y junto a la profesora Yael Soto conformaron un equipo de jugadores locales.


En Tucumán, Manuel se entrenaba dos veces por semana con jugadores y jugadoras que venían desde distintas localidades de la provincia como Los Ralos, Tafí del Valle y Alderetes.  Primero, lo hacían en el complejo de la comuna de Villa Belgrano  y después, Manuel viajaba 120 kilómetros para entrenarse en un espacio que les cedía la Facultad de Educación Física. Hace unos meses que ni él ni el resto del equipo tienen donde entrenar. “Practicábamos en la facultad y nos sacaron el espacio. Pasa que ahora quieren cobrarnos y esto es todo a pulmón porque no tenemos plata, hasta la profe participa de manera ad honorem”, dice y agrega que ya iniciaron las gestiones con el Ministro de Gobierno y Justicia Regino Amado para conseguir un nuevo espacio.

De la selección de paravoley participan personas con distintos grados de discapacidad como amputados de miembros superiores o inferiores, pero también jugadores que sufrieron un ACV y quedaron con secuelas en su movilidad. A diferencia del vóley, los jugadores juegan sentados en el piso y no pueden levantarse al momento de entrar en contacto con la pelota. Las canchas son de diez metros por ocho, un poco más chicas que las convencionales (son de dieciocho por diez) y la red se baja a la altura de 1,15 metros para los hombres y 1,05 metros para las mujeres.

La selección argentina de paravoley, que dirige y coordina Laura Cometto, cuenta con jugadores de Buenos Aires, Mar del Plata, Rosario y Chaco. Mientras que Manuel Cerpa es el único representante de nuestra provincia. La celeste y blanca tendrá rodaje internacional en el próximo Torneo Panamericano que se disputará en Perú. Aunque todavía no se confirmó la fecha de la competencia, calculan que será en el mes de septiembre. Por lo pronto, Manuel viajará el próximo 16 de mayo a Buenos Aires para concentrar con el resto de sus compañeros de equipo.


Manuel tiene 46 años y es el séptimo de once hermanos. Su padre Nemesio Ángel Cerpa y su madre Ángela Manuela Luna son oriundos de las localidades tucumanas de Santa Ana y de Villa Belgrano. En 1969, tras el fallecimiento de su madre, Nemesio sufrió una profunda depresión y su esposa decidió que era el momento para cambiar de aires, dejaron el campo donde se dedicaban a la agricultura y a la cría de animales para instalarse junto a sus hijos en el partido porteño de José C. Paz. Ahí, su padre consiguió trabajo en fábricas industriales y textiles. Su madre hacía pan casero, empanadillas y rosquetes. Manuel, que nació y se crió allá, junto a sus hermanos colaboraban con la venta. Dice que en esa zona del conurbano bonaerense todavía se recuerdan esas delicias caseras.

En 2003, después del fallecimiento de Nemesio, Ángela Manuela y algunos de sus hijos volvieron a Tucumán para instalarse en Graneros. “Me costó mucho adaptarme a la vida acá. Es mucho más chico, todo era monte y no tenía amigos, conocidos ni nada. Después me aquerencié. Fue un cambio muy lindo, venir del ruido y de las corridas a un pueblo chico y tranquilo como este”, recuerda Manuel que ahora trabaja reparando electrodomésticos. Con lo que obtiene de su trabajo, más lo que percibe de su pensión por discapacidad y algunos aportes como el que realiza un concejal de Graneros, puede costearse los viajes y los entrenamientos.


Cuando recuerda los duros momentos que le tocó vivir después del accidente, Manuel destaca que hubo dos grandes pilares que lo apuntalaron y lo ayudaron a continuar a paso firme: su familia y el deporte. “Mi familia me hizo ver que la vida continúa y que tenía que seguir adelante. Dios me dio una segunda oportunidad porque ese día yo nací de vuelta”, reflexiona. Desde chico siempre le gustaron los deportes. Jugaba al fútbol, al básquet y vóley en equipos barriales: “El deporte me cambió la vida, me cambio mental, física y espiritualmente. Me dio más ganas de seguir viviendo y de cumplir los sueños porque yo pensaba que nunca más iba a volver a jugar”. Hoy, además de paravoley, Manuel juega en Los Leones, el equipo de fútbol de amputados que representa a la provincia.

Manuel nunca dejo de soñar. Un día, el teléfono sonó para anunciarle que su sueño se había cumplido.