"Fue la primera y única vez que lloré dentro de una cancha": el eterno recuerdo de Mauro Amato
CLÁSICOS INOLVIDABLES
El 19 de septiembre de 1999 quedó grabado en la memoria de los hinchas de Atlético, luego de ganarle 3 a 2 a San Martín en La Ciudadela. “Esos dos segundos fueron una eternidad”.

El ídolo convirtió el gol del triunfo y salió como loco a festejar.
Trece años estuvo Atlético sin poder ganarle a San Martín en La Ciudadela, hasta la gloriosa tarde del 19 de septiembre de 1999. El día que Mauro Amato se convirtió en leyenda. “Esa carga, ese clima previo, se vivía con mucha tensión”, recuerda el propio goleador de aquel día, en diálogo con eltucumano.com.
La relación de Amato con los hinchas de Atlético fue de menor a mayor: “Cuando llegué había un panorama no muy alentador. La relación con la gente fue de a poco. Los primeros tiempos no hacía goles, y se estaba haciendo difícil. Al ir pasando el tiempo e ir afianzándome, la cosa empezó a fluir dentro y fuera de la cancha. Empecé a conectar como persona con la gente”, dice Mauro. Pero ese partido con San Martín cambió todo: “Selló el proceso con el hincha”.
Luego de un primer tiempo complicado y trabado, las emociones llegaron en el complemento. Julio García había abierto el marcador para el equipo de La Ciudadela. Luego llegó el empate de Raúl Saavedra y la primera aparición de Amato. El delantero capturó el rebote del Pájaro Quiñones y puso el 2 a 1 parcial. “Había mucha carga por los 13 años que no se ganaban en la cancha de San Martín. Esa tensión se vivía, súmale lo que es un clásico de visitante”, destaca el goleador.
Llegó el empate del local, por medio de Walter Pereyra, que definió por sobre el cuerpo de Nilton Pardal. Pasaron los minutos, la tarde comenzaba a caer y parecía que iban rumbo a otro empate, hasta que apareció Mauro Javier. “Fue la primera vez que lloré dentro de una cancha por un gol, fue tanto que no podía parar. Es inexplicable, puedo decirte lo que sentí, pero uno lo tiene que vivir. Cuando hacés un gol, se te nubla todo, no pensás”, dice el propio Amato.
No quedaba nada para finalizar el encuentro: “Saavedra tiró el centro, el defensor no llegó y el control me quedó alto. Esperé el momento simplemente para tocarla a la red, un pase. Eso fue con mucha tensión, a segundos de que termine el partido. Esa sensación la disfruté muchísimo y apenas duró un instante”, detalla él mismo. “Sabía que esa oportunidad no la iba a tener más. Fue una eternidad de dos segundos. Me encantaban los mano a mano con los arqueros. Esas sensaciones las exprimía al máximo”, agrega.
Y llegó el gol: “Siempre fui consciente de lo que iba a hacer. Espere que el arquero se mueva y definí con tranquilidad. Lo disfruté con una tensión enorme”, cuenta Amato, y agrega: “Salí corriendo para cualquier lado. Me di cuenta que no era la gente de Atlético y giré para darles las espaldas. Son emociones enormes. Primero está lo emocional y después lo racional. Imaginate en un clásico, faltando 30 segundos. Fue la primera y única vez que lloré dentro de una cancha”.

Llegó el pitazo del árbitro y la tribuna del Decano explotó en la Ciudadela: “Sabía que algo iba a suceder en el vínculo con la gente. No se da muy a menudo hacer dos goles en un clásico y con esa carga previa. Quería tirarme dentro de la hinchada para abrazarlos a todos. Son recuerdos inolvidables y que todos los años me la hacen recordar. Siempre tengo un mensaje de alguien de Atlético los 19 de septiembre, recordándomelo”.