El día de la gloria: Atlético Tucumán en Medellín
Historias
En Medellín y en Tucumán, en el estadio y en la Plaza Independencia, en la calle, en el silbato de árbitro, en el arco: historias de un partido inolvidable.

Cristian Lucchetti salta con la reacción de un gato, hacia la derecha, y con las manos desvía el bombazo del delantero colombiano, que era un misil, que era el empate que empezaba a quitarle el sueño de Cuartos de Final a Atlético Tucumán, a cuatro minutos del final del partido. Pero no. Después de sacarla al córner y de revolcarse en el césped por la caída, Lucchetti de pone se pie. Y el Decano avanza al máximo escalón de toda su historia.
Con el encuentro acabado, un periodista colombiano entrevista al arquero en vivo. “Nos subestimaron; festejaron cuando les tocó Atlético porque pensaban que era la llave fácil. Y los partidos se ganan en la cancha”, responde y en esos momentos, como si pudieran escucharlo, los hinchas tucumanos corean su apodo: “Lauchaaa, Lauchaaa”.

En la tribuna del estadio Atansio Girardot, un edificio majestuoso de la ciudad de Medellín, hay unos 2.000 hinchas que viajaron desde Tucumán. Por la televisión se escucha su canto; y la misma melodía se contagia en las mesas de los bares, las casas o asados que hacen en toda la provincia, con el televisor prendido.
Hubieran sido un poco más, allá en Colombia: un estafador disfrazado de vendedor de viajes se fugó de Tucumán con el dinero de 155 pasajes, incluido el de Jorge Hoyos, un electricista del automotor de Alderetes que vendió su moto para poder viajar.
En la tribuna, entonces, cantan el “Viejo y Glorioso Decano”, el grito de despedida que lleva la melodía de la marcha peronista y los Decanos empiezan a salir del estadio, en sus primeros pasos de una nueva gloria.
En Tucumán ocurre lo mismo: como si fuera Año Nuevo, después de las 12. Los hinchas agarran sus banderas, sus bombos, sus camisetas y a pie, en moto, en auto, marchan hacia la plaza Independencia. De lejos, llega el sonido de las trompetas, los bombos y el canto. De cerca, algunos están subidos en el techo de los autos, hay niños y niñas en los hombros de un papá, familias, bebida, cerveza, vino, barras y cuando empiezan a hablar, también se ven lágrimas.

“Esto es lo más grande que he vivido. Nunca he pensado ver al club de mis amores en esta instancia”, dice Cachito, con gorra de Atlético y se levanta una remera blanca que dice “Atlético da América”. Abajo tiene otra celeste y blanca. Y entonces se acerca su hermano: “En mi vida había pensando ver algo así, es para morirse”.
El día había amanecido soleado en Tucumán y por las calles del centro, a la mañana, a la siesta y a la tarde, se vieron camisetas de Atlético a toda hora. Y cuando hizo de noche, refresó un poco, entonces algunos sacaron un rompevientos con el escudo del Deca, como el repartidor de la sanguchería
Kool que le tocó trabajar a esa hora. En el entretiempo andaba a mil por la ciudad, entregando rápido sus pedidos, para dejar de imaginar el resultado y sentarse frente a la tele, otra vez.
En Medellín también hubo sol; casi todo el año lo hay. Lo que nunca hubo antes fueron tantas camisetas de Atlético juntas en la ciudad. Y entre la ola celeste y blanca, un joven se dedicó a escribir lo que sentía, lo que estaba viviendo allá, y así mediante sus cartas, el Pila Monteros fue un hincha narrador para los que se quedaron acá.
Desde el Norte y desde el Sur del Continente, entonces, se encontraron mirando el mismo partido, algunos en las gradas, otros en sus casas.
Atlético salió a la cancha. Los jugadores cantaron el himno, y la cámara los filmó como cuando se filman a los jugadores en un mundial. Empezó el partido. Y al ratito gol de Nacional de Medellín.

Atlético había ganado dos a cero en el Monumental. Con el gol temprano de los colombianos, a los 12 minutos del primer tiempo, la ventaja cómoda se vuelve nerviosismo entre los hinchas. Después de unos latigazos del Loco Díaz, atajadas del Laucha, fallas en la defensa, a los 84 del segundo tiempo, el mediocampista colombiano Felipe Aguilar tira un pase pegadito al piso para delantero Gustavo Torres, quien le gana la espalda a los defensores de Atlético y queda dentro del área, sólo.
Luego ocurre lo extraño: de un momento a otro se da vuelta, mira para atrás insultado y la pelota se va por la línea de fondo. Podría haber sido el empate. Era clara.
El árbitro no había cobrado nada.
Dicen que Gervasio Núñez, El Yacaré, en los entrenamientos de su equipo, juega a hacerse el referee y que le sale muy bien el pitido. Hay un audio donde Mercier responde a los periodistas y Núñez pasa por atrás y le cobra.
Eso ya es pasado. En la calle hoy, los hinchas de Atlético caminaban con una sonrisa larga. Y algunos ya empezaron a mirar los pasajes a Brasil: el próximo rival, Gremio de Porto Alegre. Primero jugarán en Tucumán (18,19 ó 20 de septiembre) y después en Brasil (2,3 ó 4 de octubre).
Hasta entonces, el pueblo Decano vive festejos de historia: En la plaza Independencia, un poquito alejado de la multitud, un papá carga a su bebé desde el pecho y le susurra, como si fuera un arroró, "y dale Deee, y dale Deee".