En 1816, el Congreso de Tucumán se convirtió en el corazón político de las Provincias Unidas del Río de la Plata, donde se gestaron las decisiones más trascendentales para la independencia de la región. En este contexto, el 9 de julio de 1816 se proclamó la tan anhelada independencia, una jornada que quedó marcada en la historia como un símbolo de libertad y autodeterminación. Sin embargo, pocos meses después, ese mismo Congreso se enfrentó a una disyuntiva crucial que cambiaría el curso de su existencia y, con ello, el destino del joven país.
Las circunstancias que llevaron a la fundación del Congreso en Tucumán fueron motivadas por la necesidad de alejarse de Buenos Aires, donde las luchas políticas internas y la amenaza constante de invasiones realistas complicaban la continuidad de las sesiones. Tucumán, entonces una ciudad periférica pero segura, se ofrecía como el lugar ideal para este histórico encuentro. No obstante, las primeras semanas de septiembre de 1816 trajeron consigo una serie de complicaciones que forzaron a los congresales a considerar un nuevo cambio de sede.
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Las noticias que llegaban desde el norte, especialmente desde Salta y Jujuy, eran alarmantes. Los informes detallaban el avance de las tropas realistas al mando del general Joaquín de la Pezuela, quien con una fuerza considerable se proponía recuperar los territorios sublevados. Ante esta situación, el gobernador de Salta, Martín Miguel de Güemes, envió reiteradas advertencias al Congreso, instando a tomar medidas urgentes para evitar la caída de Tucumán bajo control enemigo.
El 23 de septiembre de 1816, durante una sesión extraordinaria del Congreso de Tucumán, el presidente de la Asamblea, Pedro Carrasco, expresó con claridad la preocupación que embargaba a los representantes: "Invito al Cuerpo Soberano a tratar de poner en seguridad su existencia, como la única capaz de salvar al presente las Provincias en medio de los peligros que las amenazan". Las palabras de Carrasco no fueron tomadas a la ligera. La gravedad de la situación hizo que los congresales comenzaran a debatir la posibilidad de trasladar la sede del Congreso a un lugar más seguro, con Buenos Aires como la principal opción.
Las deliberaciones que siguieron a este llamado de alerta fueron intensas. Algunos diputados, como Pedro Medrano, enfatizaron la importancia de trasladarse a la capital para asegurar un mejor control sobre las decisiones políticas y diplomáticas que el joven país necesitaba tomar. "La indubitable dificultad de poder resolver sin perjuicio del estado (...) en las negociaciones pendientes con la Corte de Brasil" fue uno de los argumentos presentados por Medrano, sugiriendo que la proximidad a Buenos Aires facilitaría la gestión de asuntos internacionales.
Por otro lado, representantes de provincias como Salta, Tucumán y otras regiones del interior, apoyados por figuras como Güemes y Belgrano, defendieron la idea de mantener el Congreso en Tucumán, resaltando la importancia de no centralizar el poder en Buenos Aires y de mantener una presencia fuerte en el norte, que seguía siendo una región estratégica en la lucha contra los realistas. Sin embargo, a medida que avanzaban los días, la realidad militar y las dificultades logísticas inclinaban la balanza a favor del traslado.
El 25 de septiembre de 1816, el Congreso de Tucumán finalmente tomó la decisión de trasladarse a Buenos Aires. Con veintiocho votos a favor y cuatro en contra, la medida fue adoptada en medio de un clima de resignación y pragmatismo. A pesar de las objeciones, la mayoría de los congresales comprendió que permanecer en Tucumán podría poner en riesgo la continuidad de la Asamblea y, por ende, del proceso emancipador. La decisión, aunque dolorosa, fue vista como una necesidad para garantizar la supervivencia de las Provincias Unidas.
La noticia del traslado del Congreso generó reacciones mixtas en las provincias del interior. Si bien algunos comprendieron las razones de seguridad que motivaron el cambio, otros lo vieron como una señal de que Buenos Aires estaba comenzando a concentrar nuevamente el poder, una tendencia que ya había generado tensiones antes de la formación del Congreso en Tucumán. Esta percepción de centralismo porteño se mantendría como un tema recurrente en la historia política argentina, contribuyendo a futuras divisiones y conflictos internos.
El traslado no fue un proceso fácil. Los congresales, acompañados de sus familias y asistentes, emprendieron el viaje hacia Buenos Aires en condiciones precarias, enfrentando caminos inhóspitos y un clima adverso. Las dificultades logísticas se sumaban a las incertidumbres políticas, haciendo del traslado una empresa llena de desafíos. Sin embargo, la determinación de continuar con la labor legislativa fue más fuerte que cualquier obstáculo, y el Congreso finalmente se instaló en Buenos Aires, en el edificio del Consulado, donde retomó sus sesiones a finales de 1816.
Una vez en Buenos Aires, el Congreso tuvo que adaptarse a un nuevo contexto político y social. La capital, con su vida económica más desarrollada y su cercanía al poder ejecutivo, ofrecía ventajas que Tucumán no podía proporcionar. Sin embargo, esta nueva etapa también trajo consigo nuevas tensiones. Los debates en la Asamblea reflejaron las diferencias de perspectiva entre los representantes del interior y aquellos de Buenos Aires, especialmente en lo que respecta al centralismo y la relación entre las provincias y la capital.
A pesar de estas diferencias, el Congreso continuó con su misión de consolidar la independencia y fortalecer las instituciones del nuevo estado. Las sesiones en Buenos Aires estuvieron marcadas por decisiones importantes, como la creación de la Constitución de 1819 y la negociación de tratados internacionales. No obstante, el traslado también significó un cambio en la dinámica del poder, con Buenos Aires ejerciendo una influencia cada vez mayor sobre las decisiones del Congreso.
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En el Consulado de Buenos Aires se concentró la Asamblea General Constituyente en 1817. (Imagen: archivo web)
La frase "Nos mudamos de asiento cuando no de intención" se convirtió en un símbolo de la resiliencia del Congreso y su compromiso con la causa de la independencia. A pesar de los cambios geográficos y las tensiones internas, la Asamblea se mantuvo firme en su propósito, adaptándose a las circunstancias sin perder de vista el objetivo final: asegurar la libertad y la soberanía de las Provincias Unidas del Río de la Plata.
Hoy, la decisión de trasladar el Congreso de Tucumán a Buenos Aires es recordada como un momento decisivo en la historia argentina. Fue una medida necesaria para proteger el proceso emancipador, pero también un hito que marcó el inicio de una nueva etapa en la construcción del estado nacional. El legado de ese Congreso, tanto en Tucumán como en Buenos Aires, perdura en la memoria colectiva, recordándonos la importancia de la unidad y la determinación en los momentos más difíciles de la historia.