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"Mi papá tenía que estar ahí a esa hora": el dramático relato sobre la familia tucumana la mañana del atentado a la AMIA

A 30 AÑOS DEL HORROR

Marcela Salamon tenía 13 años cuando viajó con sus padres y sus hermanas a Buenos Aires para las vacaciones de invierno. Lo que pasó aquel lunes 18 de julio de 1994, lo cuenta hoy por primera vez. | Por Alfredo Aráoz

18 de julio de 1994, el día del atentado a la AMIA. Foto: Julio Menajovsky.





"Habíamos ido todos a Buenos Aires porque estábamos en las vacaciones de julio. Mi viejo era dirigente comunitario y esa mañana tenía que llevar una encomienda a la sede de AMIA, ahí en la calle Pasteur. Esa mañana, a las 9.30 de ese lunes, había quedado en encontrarse en la puerta de la AMIA con otro dirigente que había viajado desde Córdoba. Nunca llegó”. 

Marcela Salamon tenía 13 años aquel 18 de julio de 1994. Habían viajado desde Tucumán a Buenos Aires con sus padres, Jaime y Ada, y sus hermanas NurithJohana. “El 20 de julio llegaba Uri, mi hermano, desde Israel, y nos íbamos todos de vacaciones a las Cataratas del Iguazú. Recuerdo que cuando llegamos nos alojamos en un hotel de la calle Paraguay, a cuadras de la AMIA, y que ese domingo se jugaba la final de la Copa del Mundo. Ah, y también recuerdo que mis papás ese domingo, la noche previa al atentado, decidieron ir al teatro”.

La obra Brujas había sido estrenada a principios de los 90 e inmediatamente se convirtió en un éxito de calle Corrientes. La historia de cinco ex-compañeras de un colegio religioso que se juntaban después de mucho tiempo para cenar en la casa de una de ellas desataba una noche imperdible que hasta el día de hoy, tres décadas después, sigue llenando las salas. Aquel domingo 17 de julio, en las butacas, los padres de Marcela disfrutaron de la obra, Marcela quedó al cuidado de su hermana menor y, a la mañana siguiente, todos debían estar despiertos a las 9. Pero todos se quedaron dormidos.

“Ese lunes a la mañana mi papá tenía que estar en la AMIA. Pero por trasnochar la noche anterior de la obra de teatro se quedó dormido. Todos nos quedamos dormidos. Mi mamá tenía que ir a Once a los comercios a pagar a unos proveedores, mi papá tenía que ir a la sede, pero se quedaron dormidos. Esa mañana mi papá se despertó a las 9.15. Hasta que nos levantó a nosotras, se demoró, y bajamos a desayunar a las 9.45. Estábamos desayunando en el hotel cuando unos minutos después, a las 9.53, sentimos una baja de tensión. Todos nos miramos hasta que vino el mozo y nos dijo: ‘Parece que hubo una explosión de un gasoducto en Once’”, recuerda Marcela. 

“Cuando nos dijo eso el mozo, no nos asustamos. Terminamos de desayunar y todos nos subimos al taxi. Mi papá iba sentado adelante (todavía podían subirse cinco pasajeros) y le dio al taxista la dirección de la AMIA: ‘Vamos a la calle Pasteur, por favor’. Nosotras con mi mamá íbamos atrás, la radio del taxi estaba prendida, sabíamos que algo pasaba y nos lo confirmó el taxista: ‘Explotaron la mutual de los judíos’. Ahí sí quedamos todos en shock y mi mamá fue la primera que rompió en llanto: ‘Tu papá iba a estar ahí’.

A las 9.53 del lunes 18 de julio de 1994, un ataque terrorista perpetrado con un coche bomba voló la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) que causó 85 muertes y 300 heridos. Cuando todavía no se conocían las cifras, atónitos por las primeras noticias de la radio, la familia Salamon seguía en el taxi: “Estábamos a 20 cuadras de la AMIA y nunca en mi vida había escuchado tantas sirenas de ambulancias. Avanzamos 10 cuadras más y ya no podíamos más. Estaba todo vallado. Cuando nos bajamos del taxi, tengo el recuerdo de haber visto un local espejado, con el techo y las paredes de espejos, totalmente destrozados con los vidrios en punta. Y eso fue a 10 cuadras de la AMIA. Imaginate la dimensión de la explosión”.

Otro recuerdo que vuelve a la memoria de Marcela en diálogo con eltucumano es el de una moto con una mujer sentada atrás llorando y gritando: “Mi hermano, mi hermano”. El caos era total. Policías, bomberos y transeúntes pedían silencio para escuchar los gritos de los sobrevivientes bajo los escombros. Personas trasladadas en camillas y de a pie con la ropa rasgada caminaban entre el polvo. Ahí estaba Marcela con su padre Jaime, uno de los referentes más importantes de la comunidad judía en Tucumán y todo el país. “Mi viejo estaba preocupado por la otra persona. Mi papá les decía a los policías: ‘¿Adónde puedo preguntar?’. La periodista Fanny Mandelbaum de Telefe estaba cubriendo las notas y cada tanto decía dónde estaban los heridos”.

A 30 años del horror, a Marcela se le eriza la piel todavía cuando recuerda lo que pasó en medio del tumulto: “Mi papá y el cordobés se vieron, se encontraron, se abrazaron. Yo quedé aplastada entre los dos por un instante. El cordobés lo había estado esperando a las 9.30 en la puerta de la AMIA. En eso habían quedado. Tenían que hacer unos trámites adentro del edificio por un tiempo, pero como mi papá no llegó a horario, el cordobés lo esperó unos minutos más y a las 9.45 se fue. No había mensajes de texto, whatsapp, nada. Entonces el cordobés se fue y estaba a 10 cuadras de la AMIA cuando explotó. Se salvó por eso”.

Luego del abrazo entre el padre de Marcela y el dirigente cordobés, la Policía pedía: “Empiecen a dispersarse, por favor”. Lo recuerda Marcela: “Había temor por un  nuevo atentado en el acto. No se sabía absolutamente nada. Nos fuimos de la zona y no volvimos más ese día. Seguimos las noticias, esperamos la llegada de mi hermano Uri el 20 y nos fuimos a Iguazú. Unos días después del atentado, estábamos con mi familia en la Triple Frontera. Mi papá tenía un dije de jai (vida , en hebreo), y le dijeron cuando lo vieron: ‘A esa cadena, acá, metétela adentro de la ropa’”. 

Hace apenas un mes, el 20 de junio de 2024, se produjo la última novedad en el caso AMIA: el informe desclasificado de la SIDE que reveló información sobre las células terroristas que operan justamente en la Triple Frontera. Mientras la impunidad por el atentado tampoco cierra, Marcela Salamon dice: “Me costó volver a AMIA. Pude hacerlo recién 10 años después del atentado. Mucho tiempo después me atormentaron las sirenas. Recuerdo de aquel entonces que mi padre, como representante de la DAIA, fue la persona que pidió perdón a la AMIA por la tensión que existía entre los familiares”.

Hoy, a 30 años de uno de los mayores atentados de la historia argentina, Marcela cuenta lo que le recuerda a su padre Jaime: “Se lo decimos siempre: ‘Este 18 de julio es un cumpleaños más para vos’. Mi viejo se salvó 20 mil veces por temas de salud, pero a una bomba no te la imaginas. Este es uno de los cumpleaños de mi papá. Él tenía que seguir haciendo cosas y las siguió haciendo. Ayer le decía con motivo de esta: ‘¿Vos te acordás si yo iba a ir con vos a la AMIA? ¿Si iba a estar con vos en ese momento?’. No lo recordó, pero probablemente sí. Lo acompañaba a todos lados siempre. ¿Por qué esa mañana no?”.

Acto por el atentado a la AMIA, hoy en Buenos Aires. Foto: Adrián Escándar. En Tucumán el recuerdo y el reclamo se realizó en la Plaza Independencia.

Una reflexión, por Marcela Salamon:

"Después de 30 años del atentado a la AMIA, si bien hay condena, no hay culpables. No hay condena que salve el dolor. Mi viejo es un sobreviviente casual y podría haber sido de otra forma. Hay mucha gente que no puede contar la historia que yo hoy te cuento. No puede contar vacaciones como las que tuve con mi familia. Hay un chico de 5 años que hoy podría tener 35 años. Es una de las víctimas que pasaba del brazo con su mamá y su mamá se quedó solamente con su brazo. Son vidas perdidas que hoy nos duelen a todos. Lo que me gustaría es que la gente tenga conciencia. Si bien fue un atentado a la mutual de judíos, como dijo el taxista, fue en Argentina. Fue terrorismo en nuestro país. Yo soy argentina. Soy judío-argentina. Soy argentina-judía. Y por ahí, como no me tocó a mí, la gente no hace conciencia de lo que pasó. Y las persecuciones siguen. Y tenemos que tener cuidado y hasta saber cómo nos movemos. La vida está sobre todas las cosas. Los modos los podemos discutir. Atentar contra la vida es lo más grosero que podemos hacer. Soy judía y me duele lo que sucede con el Estado de Israel y se cumplieron 9 meses del 7 de octubre (atentado de Hamas) y siguen chicos secuestrados. Acá no hay naciones. Hay vidas. Son dolores que uno transporta y que lo único que se quiere es que la definición de Paz no sea solamente el tiempo entre guerra y guerra. Suena muy utópico, pero hay que tratar de vivir más en Paz y que el odio sea el sentimiento que menos se represente. Hay que ser más empáticos".