La bestial historia de Junior Benítez, el ex Atlético Tucumán devoto a San La Muerte y acusado de violencia
El exfutbolista enfrenta un oscuro destino judicial. Acusado de violencia, amenazas y uso ilegal de armas, su nombre ha dejado de resonar en las canchas para ocupar titulares policiales. Este jueves, frente a la Justicia, escuchará el veredicto que podría sellar su destino.
Imagen extraída de Clarín | Oscar “Junior” Benítez jugando para el DK.
El exfutbolista Oscar “Junior” Benítez se encuentra al borde del abismo judicial. Acusado de violencia, amenazas y uso ilegal de armas, su nombre ha dejado de resonar en las canchas para ocupar titulares policiales. Este jueves, frente a la Justicia, escuchará el veredicto que podría sellar su destino.
Benítez, cuyo rodaje en el fútbol comenzó con destellos prometedores, ha experimentado un declive marcado por episodios violentos, devoción extrema y una personalidad plagada de desórdenes psicológicos.
Según un articulo publicado en Infobae por el periodista Fernando Sorian, la tragedia alcanzó su punto culminante la última noche de 2023, cuando el suicidio de su expareja, Anabelia Ayala, lo colocó nuevamente bajo los reflectores. En ese momento, Benítez ya estaba detenido por violación de domicilio, amenazas, lesiones y resistencia a la autoridad. Juan Carlos Ayala, padre de Anabelia, fue víctima de su ira y brutalidad.
Anabelia, sin embargo, nunca denunció directamente a Benítez. Fueron sus padres quienes, atrapados en la espiral de violencia, relataron escenas de golpes, cuchillazos, exhibiciones de armas y amenazas. La joven era un objeto de obsesión para el exdelantero, quien la celaba de manera enfermiza. Videollamadas constantes, control absoluto y una vida familiar aparentemente normal se entrelazaban con su carrera deportiva.
La historia de Junior Benítez podría haber sido la de un futbolista exitoso, pero su mente oscilaba entre la luminosidad del talento natural y la condena de sus demonios internos. Una vida marcada por una infancia difícil y una flecha envenenada que lo llevó al abismo. Hoy, su nombre resuena en los tribunales, no en los estadios.
En los campos de fútbol infantil del sur, la imagen de prodigio comenzó a destacar. Su altura imponente y su potencia física lo diferenciaban del resto de los chicos de su categoría. Se decía que era dos años mayor y que su superioridad era inexplicable. Sin embargo, a pesar de su talento, Junior no encajaba en el estereotipo de un niño estelar. Para quienes lo conocieron en esta etapa, era callado, introvertido y, en momentos, daba la impresión de que su alma abandonaba los partidos, dejando solo su cuerpo en el campo.
Todos hablaban de él. Se sabía que su padre, Oscar, estaba preso y era un cultor de la divinidad pagana San La Muerte. A diferencia de los fieles católicos, quienes solo recurren a los santos para pedir favores positivos, San La Muerte acepta peticiones tanto para el bien como para el mal.
A los 19 años, Junior debutó en la Primera de Lanús, el club que había descubierto su magia en las baldosas de los clubes de barrio. Sus compañeros profesionales notaron su fuerza distintiva desde los primeros entrenamientos. Algunos creían que tenía el destino de convertirse en un ídolo. Con sus actuaciones cruciales en partidos clave, Lanús ganó un título internacional en 2013 y otro local en 2016. El Benfica portugués, famoso por descubrir gemas latinoamericanas, pagó tres millones de dólares por su ficha.
Sin embargo, algo parecía atormentarlo. Su estilo de vida desordenado e introvertido no encajaba con las exigencias superprofesionales del club de Lisboa. Tras un préstamo en el Braga portugués, regresó a su país natal, nada menos que al club del que era hincha: Boca Juniors. Allí, Oscar Junior buscaría encontrar su lugar y demostrar que su magia trascendía más allá de las baldosas de los clubes de barrio.
En los años de su regreso al fútbol argentino, Anabelia y Benítez se cruzaron por primera vez. Ella, con 23 años y también de zona sur, le escribió a través de Facebook. Benítez respondió, y a la semana se encontraron en persona. Desde entonces, no se separaron: salían a comer, al cine y llevaban una vida de novios. Sin embargo, había un obstáculo: Junior tenía su casa en la calle René Favaloro, en Luis Guillón, donde también vivían su esposa e hijos.
Anabelia estudiaba Administración de Empresas y para ser despachante de aduana. Pero después de verse con Benítez, la relación se intensificó y ya no había tiempo para nada más que estar con él. La carrera de Junior en Boca no avanzó; volvió a Portugal, donde no tuvo éxito y terminó en Argentinos Juniors. En el club de La Paternal, apenas jugó ocho partidos de bajo nivel antes de ser transferido al San Luis, en México.
Días atrás, Benítez declaró ante el juez Antonio Miguel Balicki en el Tribunal Oral Correccional N°8 de Lomas de Zamora. Explicó que él dijo que tenía pareja e hijos y que incluso vivía con ellos. Ella, según él, aseguró que no había problema, que era casual y para disfrutar. Luego, todo cambió.
Supuestamente, ambos se estaban enamorando. Benítez propuso que Anabelia lo acompañara a México, a pesar de que viajaba con su familia e hijos. Ella aceptó, pero luego no quiso regresar, según relató Benítez.
La versión de la familia de Anabelia es diferente. Los Ayala afirman que jugador no la dejaba salir del hotel (luego se mudaron a un departamento) y que le confiscó el pasaporte. La violencia no se limitaba a lo verbal o psicológico; también era física. Anabelia a veces escribía a una prima y le enviaba fotos de los moretones en sus piernas o los ojos con derrames.
Una mujer que prefirió mantener su identidad en secreto compartió con Infobae los horrores que presenció mientras hospedaba a Anabelia Ayala en México. Según su testimonio, Ana sufría abuso psicológico y físico por parte del futbolista Junior Benítez. La relación estaba plagada de atrocidades, y el miedo era constante. A pesar de los intentos de ayuda, Ana siempre era arrastrada de regreso por su agresor.
Días atrás, Benítez intentó presentar su versión en el juicio. Afirmó que salían juntos en México, realizaban paseos, iban de safari, de compras y asistían a recitales. Según él, pasaba más tiempo con Ana que con su propia familia. Sin embargo, la joven demandaba constantemente más atención de lo habitual. Benítez se justificaba explicando que tenía entrenamientos, partidos y una vida aparte de la relación.
La madre de Anabelia, María Cecilia Barrios, declaró ante la Justicia que su hija se fue con Benítez a México y regresó con un diente menos. Además, volvió sin siquiera su ropa interior. El hermano de Ana, Luciano, también relató cómo ella se comunicaba cada vez menos con la familia. Anabelia incluso tuvo que escapar con unas pocas monedas para poder hablar con ellos. Luciano intentó convencerla de quedarse, pero Junior ejercía un control absoluto sobre ella.
Aunque Anabelia logró escapar de México, Benítez regresó al país poco después. Su carrera en Norteamérica había sido decepcionante, pero la relación con Ana continuó. En Ecuador, la situación no mejoró. Anabelia describía la relación como tóxica, con un Benítez celoso que controlaba su forma de vestir y pintarse las uñas.
El futbolista volvió al fútbol argentino, esta vez con Atlético Tucumán. Sus compañeros se sorprendieron por la cantidad de tatuajes de calaveras en su cuerpo y por el zoológico de animales exóticos que tenía en su casa. Benítez era devoto de San La Muerte y practicaba tiro en el predio de entrenamiento con latas de gaseosa.
Anabelia seguía viéndolo jugar en Tucumán, pero los problemas con la familia Ayala se intensificaron. La denuncia resultó en una primera detención por violación de domicilio, amenazas y lesiones leves agravadas por el contexto de violencia familiar. A pesar de la condena de seis meses de prisión, Benítez recuperó la libertad y continuó su relación con Anabelia.
Según declaraciones de la joven, Junior era una persona extremadamente celosa, revisando sus teléfonos y cuestionando cualquier mensaje de otro hombre. A pesar de estar separados, la madre de los hijos de Junior no parecía preocupada por la relación entre él y Anabelia. Sin embargo, la realidad fue más compleja.
Noelia Ayelén Santana, esposa de Benítez, reveló ante la Justicia que conoció a Anabelia en México. La joven le confesó que tenía una relación con su marido, que había comenzado como una amistad en redes sociales. Cuando Anabelia apareció en Ecuador, las cosas se complicaron aún más. A pesar de una segunda denuncia de los padres de Anabelia, ella se negó a colaborar con la investigación.
La situación se volvió aún más tensa cuando Junior fue detenido nuevamente y luego se le concedió prisión domiciliaria. Los padres de Anabelia denunciaron que él merodeaba la casa y se encontraba con su hija. Presentaron como prueba una toma de video de la cámara de seguridad, que mostraba una camioneta supuestamente perteneciente a Junior.
La noche fatídica de Año Nuevo, Anabelia se encerró en su habitación y no respondió a los llamados de Luciano ni de sus padres. Después de la medianoche, su hermano irrumpió en la habitación y la encontró sin vida. Un audio atribuido a una prima de Benítez afirmaba que él había presenciado su suicidio sin dar aviso. La Policía lo detuvo nuevamente y ahora enfrenta una investigación por presunta inducción al suicidio.
En su defensa, Junior intentó desviar la atención hacia Juan Carlos Ayala, acusándolo de violencia. Sin embargo, la verdad aún está por revelarse. El próximo jueves se sabrá si Junior es culpable de los delitos denunciados por los padres de Anabelia.
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