Juan Pablo Lichtmajer: "Juan Bautista Alberdi estaría desmintiendo a Milei"
En el día del natalicio del abogado e intelectual tucumano, el ministro de Educación de Tucumán dio una entrevista en medio de las controversias que se dieron cuando el líder de La Libertad Avanza reclamó para sí el lugar de heredero de su doctrina.

Juan Pablo Lichtmajer.-
Durante los días de campaña para las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias, Juan Bautista Alberdi volvió a estar en boca de todos, cuando, los candidatos empezaron a reclamar su figura para sus espacios políticos. En medio de esos debates y por el natalicio del abogado tucumano, Juan Pablo Lichtmajer, ministro de Educación de Tucumán y autor del libro "Alberdi. La noble igualdad (Ed. Sudamericana)", dio una entrevista para Infobae donde se refirió al rol del intelectual.
—¿Cuáles son los conceptos de Alberdi que se podrían señalar como fundamentales para la República Argentina en 2023?
Alberdi cobra hoy una centralidad absoluta. Si lo fuéramos a poner en términos de premisas lógicas, diría lo siguiente: Alberdi plantea que, sin igualdad, no hay libertad. Y sin derechos, no hay igualdad. Alberdi es el más brillante teórico del Derecho de su generación. Pero quiero poner énfasis en un tema: Alberdi es un defensor de los derechos colectivos. No es solo un gran escritor y un gran intelectual. Es también una figura política, y una figura política asociada a la disputa entre el interior de la Argentina y el liberalismo porteño. Su gran contrincante, en términos políticos, es el Partido de la Libertad conducido por Mitre. Es un liberal que se opone al liberalismo porteño. Y es un liberal que defiende derechos colectivos. ¿Cuál es el principal derecho que defiende? Un derecho de justicia económica: el derecho de todas las provincias a participar de la distribución del ingreso.
—Lo que hoy sería la coparticipación.
Exactamente. En ese momento era la llamada renta de aduana. Es decir: los impuestos que cobraba el puerto de Buenos Aires por los movimientos de importación y exportación, que quedaban en Buenos Aires. Toda la lucha de Alberdi, desde antes del 53 pero que está en la Constitución del 53, es principalmente por ese derecho, que es un derecho colectivo, y que tiene que ver con la justicia.
—A lo largo de la historia, los candidatos a presidente han hablado de Alberdi porque hablar de la Constitución es hablar de él. En estas elecciones hay uno en particular, que lo toma como bandera, y es Javier Milei.
Yo voy a ser un poco más coloquial: Milei miente sobre Alberdi. Y, como hizo Alberdi, a la mentira hay que combatirla con la verdad. Yo lo escuché decir que Alberdi estaría orgulloso. Alberdi, lejos de estar orgulloso, estaría desmintiendo a Javier Milei. Hay que dar los debates con la verdad. ¿Hay una verdad? No. Pero tampoco se puede decir cualquier cosa, porque ahí están los textos de Alberdi, ahí están las posiciones políticas de Alberdi. La idea de anclar a Alberdi es amputarle todo su contenido de lucha por la igualdad y por la justicia, que es su principal objetivo. Sin igualdad, la libertad retrocede. No avanza. Lo que Javier Milei representa es totalmente contrario al país que Alberdi pensó.
—Pero ¿se dio ese país? Milei es la coyuntura política actual, pero en 170 años, no se dio el balance esperado entre la capital y el interior. ¿Se puede hacer una crítica en pos de un país más equilibrado?
Un país federal, pero de un federalismo real. ¿Cuál es el país que Alberdi pensó? El de la Constitución del 53. Una Constitución que fue rechazada por el Partido de la Libertad de Mitre específicamente por la cláusula de distribución de la riqueza generada por la Aduana. Buenos Aires se separa de la Argentina y, cuando vuelve a producirse la unión nacional, ese artículo ya no está. Nunca se logró equilibrar el país. Y se puede tener una ciudad rica en un país pobre. Creo que hoy es más que una ciudad, es una región rica en un país pobre. Argentina, como todo país desarrollado de manera integral, necesita ser, como pensaba Alberdi, multipolar.
—La posición de Sarmiento.
En eso estaban de acuerdo. En muchas cosas estaban de acuerdo y en otras tuvieron debates muy encendidos. No es quitarle a uno para darle a otro, sino potenciar lo que cada región tiene. En la Argentina de hoy, cada región tiene una potencialidad enorme: Cuyo, la Patagonia, el Norte grande, la región pampeana. La Argentina tiene realmente un gran futuro en cuanto a condiciones de posibilidad. El punto es cómo se administra eso.
—La idea de Alfonsín de llevar la capital a Viedma ¿hubiese acompañado la idea multipolar? ¿Puede considerarse como un movimiento alberdiano?
Sí, creo que sí. La descentralización gubernamental —inclusive en cuanto a división de poderes— le haría muy bien a la Argentina. Algunos países que se toman como modelos son países multipolares. Fueron pensados de manera regional. Ninguno, ni por asomo, tiene el nivel de centralización de la Argentina. Este es un gran problema: la Argentina es un país absolutamente centralista. Y eso genera niveles de desigualdad que son incompatibles con el desarrollo. Todas las provincias hicieron algo para que Argentina sea el país que es y el que puede ser. La descentralización política tendría que ir acompañada de una descentralización de los recursos, de la información, de las oportunidades. Lo que decimos siempre: que uno pueda nacer, crecer, desarrollarse en su lugar. El arraigo es importante para los argentinos. Sí, perfectamente podría haber sido un pensamiento alberdiano. Subrayo el potencial porque es muy poco serio decir, como Milei, que Alberdi estaría orgulloso. Al contrario, me atrevo a decir que más bien lo estaría desmintiendo.
—¿Qué oportunidades se perdió el gobierno saliente de Alberto Fernández en cuanto a los desarrollos que venían haciéndose antes de la pandemia?
Hay factores que son de público conocimiento que pueden explicar lo que pasó, pero creo que el gobierno quedó en deuda con la gente. Sobre todo en el enorme nivel de expectativas por un gobierno más federal. Eso faltó y generó una debilidad política. Los principales problemas fueron políticos y después derivaron en otros aspectos. Naturalmente no me gusta generalizar. Hay aspectos en los que se gestionó mejor que en otros. Como ministro de Educación, desde la llegada del ministro Perczyk me tocó una buena gestión con objetivos puntuales, concretos —libros, infraestructura, una hora más en la primaria—. Pero en términos generales me parece que hay una sensación de frustración. Ahora, cuando la frustración se traduce en bronca es, como mínimo, peligroso. Los argentinos tenemos una larga tradición de tener broncas unos a otros, y siempre que se ha querido llevar la bronca al gobierno, el remedio ha sido peor que la enfermedad. Esto aplica absolutamente a lo que está proponiendo Milei. “Proponiendo” es una forma de decir, porque, no sólo lo que dice es impracticable, sino que claramente Argentina le queda grande. No conoce el país. Siempre dicen que en la política hay que generar esperanza. La bronca no es esperanza, es sólo bronca.
—De las propuestas educativas de los candidatos —la idea de tomar a la educación como trabajo esencial, el voucher, etc.—, ¿hay alguna que le resulte interesante para explorar gane quien gane?
Para ponerlo en contexto, el año que viene se cumplen 140 años desde que el 8 de julio de 1884 un gobierno liberal instituyó la educación obligatoria y universal en la Argentina. Eso es más que un hecho de política pública, es un patrimonio cultural histórico de los argentinos. La defensa de la educación pública es la defensa de la vida diaria de los argentinos y argentinas. Es un hecho que está por encima de cualquier discusión política. No se puede poner en duda la centralidad de la educación pública, que es la esperanza de las familias. Lo que cualquier papá y mamá quieren es que su hijo estudie, que tenga un título y que tenga trabajo. La gratuidad también es un hecho central. No sólo ya de la educación llamada obligatoria, sino también el acceso a la educación superior. Y hoy la educación superior ya debería ser obligatoria. Porque, si vas a hablar de las posibilidades de trabajo, no podés plantear a la vez que hay que cerrar universidades. Me parece mal decir que las universidades son un gasto: en educación nada es un gasto, hay que administrarlo bien. Por eso tomo con muy buenos ojos el énfasis de Sergio Massa en la creación de universidades.
—¿Por qué debería ser obligatoria la universidad?
La formación superior es absolutamente central y no podemos invertir quince años —desde los 3, que hay que ir hacia la universalización de la sala de 3, hasta los 18 años— para que un pibe haga un trabajo no calificado. ¡Invertimos quince años! Hay que darle la posibilidad de una formación superior, que puede ser universitaria o de los institutos de educación superior. La creación de oferta de educación superior es un punto central en las grandes ciudades, en las ciudades medias e inclusive los pueblos.
—¿Y en cuanto a la tarea docente?
Alguna de las propuestas de izquierda, y no solo de la izquierda, hace eje en el hecho salarial. Es muy importante jerarquizar económicamente a la docencia, para lo cual hay distintas formas. Una es la paritaria, que debe funcionar para generar una docencia con salarios acordes al trabajo que hacen que, noble, queda corto. Es conmovedor, sinceramente. Y, por otro lado, facilitando la formación docente. Allí destaco un programa que tenemos en Tucumán, que es un programa de formación docente universal gratuita, con cursos que les permiten llevar herramientas a las aulas y dan puntaje para avanzar en sus carreras. Cuando hablamos de calidad educativa, la calidad educativa es con los docentes. Ese fue un tema poco tratado en la campaña. La educación debería ocupar un lugar mucho más importante en los debates. Entiendo las urgencias, pero en la ponderación de importancia siempre la educación está muy abajo. Y yo, que no soy casta, creo que la educación es la tracción, no solo de la movilidad social ascendente, sino del desarrollo humano.