Un repaso por los 40 años de elecciones democráticas en Argentina
Argentina tendrá una elección presidencial por 10° vez consecutiva, la cuarta desde que se instauraron las PASO. Los cambios en el sistema democrático y los vaivenes en el escenario político de nuestro país.

A las 8.30 del 10 de diciembre de 1983, Raúl Alfonsín comenzó su discurso de asunción como presidente de la Nación. Era el primer mandatario electo por el voto popular luego de una dictadura cívico-militar atroz, caracterizada por una violación sistemática a los derechos humanos y una erosión económica cuyas consecuencias persisten hasta hoy. El líder de la Unión Cívica Radical (UCR), uno de los partidos tradicionales del país, le ganó las elecciones al candidato peronista Ítalo Lúder, el 30 de octubre de 1983, con el 51,75% de los votos. Su mandato no era de cuatro años, sino de seis, y se iba a extender hasta 1989. Alfonsín asumió con grandes desafíos, siendo el primero evitar la impunidad de las Fuerzas Militares luego de la dictadura. El juicio a las Juntas Militares (recientemente retratado en la película Argentina 1985) cumplió parcialmente ese objetivo y las leyes de Obediencia Debida y Punto Final lo terminaron de empañar.
Jaqueado por una crisis económica atravesada por la hiperinflación, las elecciones de 1989 fueron adelantadas tras un pacto entre el radicalismo y el peronismo. Un carismático riojano, de importantes patillas, había dado la sorpresa en la interna del Partido Justicialista (PJ) y había derrotado al histórico dirigente bonaerense y por entonces gobernador del principal distrito electoral, la provincia de Buenos Aires, Antonio Cafiero. De esa manera, Carlos Saúl Menem fue ungido como el principal candidato opositor (y favorito) para las elecciones que se adelantaron al 14 de mayo de 1989. Ese domingo, con el 47,51% de los votos, superó al radical Eduardo Angeloz, que llegó al 37,1%. La asunción, que iba a ser el 10 de diciembre, también se vio apresurada: el sábado 8 de julio comenzó una era que se extendió por diez años. Y se extendió por dos mandatos porque en el medio hubo una reforma constitucional, en 1994, que produjo varios cambios en el sistema electoral: habilitó la reelección del presidente, cambió la duración de los mandatos de seis a los actuales cuatro años, cambió el voto indirecto (vía Colegio Electoral) por el voto directo del Poder Ejecutivo y los senadores, dio la autonomía a la Ciudad de Buenos Aires y estableció que el porcentaje para evitar un balotaje pasaba a ser el 45%. El acuerdo entre Menem y Alfonsín, que reeditó el adelanto electoral de 1989, pasó a la historia como "el Pacto de Olivos".
Las medidas económicas que permitieron la convertibilidad a costa de la venta de los recursos nacionales y las empresas estatales, la destrucción de la industria y de las condiciones laborales, el aumento de la desocupación y la pobreza, el endeudamiento ante organismos internacionales, son factores que son vistos como una continuidad de lo hecho por la dictadura. Sin embargo, el 14 de mayo de 1995 Menem logró su ansiada reelección: con el 49,94% de los votos, superó a Atilio Borón, del Frente País Solidario (FREPASO) (29,3%) y a Horacio Massaccesi, el referente radical que llegó al 17% y cayó al tercer lugar. Durante su segundo mandato, el FREPASO y la UCR llegaron a un entendimiento y fundaron la Alianza. El agravamiento de las condiciones económicas vencieron las pretensiones menemistas de una "re-re" y se vislumbraban unas elecciones parejas para 1999.
Así como 10 años antes Menem había superado una interna que lo había catapultado a la presidencia, en 1999 Fernando de la Rúa venció a Carlos "Chacho" Álvarez en la interna de la Alianza (Álvarez fue su compañero de fórmula) y el domingo 24 de octubre de ese año consiguió el 48,37% de los votos, superando al candidato del peronismo, Eduardo Duhalde. El "Cabezón" estuvo acompañado por el tucumano Ramón "Palito" Ortega. El oriundo de Banfield llegaba a la contienda como gobernador de Buenos Aires, al parecer una maldición para los aspirantes a la presidencia (le pasó a Cafiero, volvería a pasar después). En tercer lugar quedó alguien que fue protagonista antes y después: Domingo Felipe Cavallo, ministro de Economía del presidente saliente y del presidente electo, consiguió el 10,22% de los sufragios.
El mandato de De la Rúa heredó las complicaciones de su antecesor y para apagar el incendio recurrió a la piromanía: luego de la renuncia de su vice, negoció un "blindaje" por parte del FMI, que requería recortar los salarios de los empleados públicos y las jubilaciones y elevar la edad jubilatoria de las mujeres, entre otras medidas. Por su gabinete pasaron figuras como Ricardo López Murphy (duró 15 días en el Ministerio de Economía) o Patricia Bullrich (ministra de Trabajo y luego de Desarrollo Social). Cavallo asumió en la cartera económica y encaró esas iniciativas de ajustes para complacer al FMI. El experimento salió mal y en diciembre de 2001, Argentina tuvo la mayor crisis desde el retorno de la democracia: primero renunció Cavallo y luego el propio De la Rúa, en medio de protestas y saqueos por la crisis económica que había llevado la pobreza, la miseria y la desocupación a números récord. El 19 y 20 de diciembre de 2001 son fechas negras para el país, ya que en esas 48 horas fueron asesinadas 39 personas tras la represión policial a las protestas. No hubo elecciones, pero sí nuevos mandatarios: Ramón Puerta (24 horas), Adolfo Rodríguez Saá (una semana), Eduardo Camaño (24 horas) y Eduardo Duhalde, quien llegó al sillón de Rivadavia en las primeras horas de 2002. Cinco presidentes en una semana, el hito del que no muchos países pueden vanagloriarse. Duhalde pretendía extender su mandato hasta diciembre de 2003, pero la crisis de junio de 2002 (la masacre de Avellaneda en la que fueron asesinados los piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán) lo obligó a adelantar los comicios y la entrega del mando.
En medio de un vacío de liderazgo incentivado por el grito de "qué se vayan todos" de las jornadas de 2001, el 27 de abril de 2003 se celebraron unas elecciones muy particulares: los argentinos votaban solamente a la fórmula presidencial, mientras que los cargos legislativos eran diferidos hasta octubre. El expresidente Carlos Menem, que había estado preso durante la presidencia de De la Rúa, se impuso en esa primera vuelta pero con un volumen de votos bajo: apenas el 24,45%. En segundo lugar quedó el gobernador de Santa Cruz, Néstor Kirchner, apoyado por Duhalde, con el 22,25%. Por primera vez, Argentina iba a una segunda vuelta. Pero nunca se llegó a esa instancia: Menem, consciente de que iba camino a una segura derrota, decidió bajarse de esa pelea y Kirchner ganó por ese abandono. Asumió el 25 de mayo de 2003 e inició un ciclo de 12 años que continuaría su esposa, Cristina Fernández.
La recuperación económica y la estabilización del país (que incluso le permitió cancelar la deuda con el FMI), sumado a la integración de organismos de derechos humanos y organizaciones sociales dentro del gobierno, permitieron un mandato que fue de menor a mayor y que cristalizó su liderazgo en las elecciones de 2007: el domingo 28 de octubre, Cristina Fernández se impuso con el 45,28% de los votos, una ventaja muy amplia por sobre Elisa Carrió, que llegó al 23,05%, y Robero Lavagna, que acumuló un 16,91%. El primer mandato de Cristina estuvo marcado por el conflicto con las entidades agropecuarias (el llamado "conflicto del campo" de 2008) en torno a las retenciones móviles a las exportaciones. La pelea terminó en derrota para el oficialismo, quebrado tras el "voto no-positivo" de su vicepresidente, el radical Julio César Cobos. El episodio marcó también el inicio de la pelea con el Grupo Clarín y la instalación del debate sobre el rol de los medios.
El kirchnerismo se abroqueló y tomó importantes medidas que lo fortalecieron: la implementación de la Asignación Universal por Hijo, la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, la nacionalización de las AFJP, la estatización de Aerolíneas Argentinas, entre otras. La inesperada muerte de Néstor Kichner en octubre de 2010 implicó también un encolumnamiento detrás de la figura de la presidenta, que se encaminaba a su reelección.
Sin embargo, para 2011 se produjo un cambio en el sistema electoral que perdura hasta hoy: la instauración de las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). Esta modificación implicaba una "vuelta cero", en la que los partidos podían dirimir sus internas pero de manera abierta. Y en caso de no tener internas, las fuerzas que se presenten deben pasar un piso del 1,5% de los votantes para acceder a la primera vuelta, cuya fecha seguía fijada en octubre. En esa primera elección, la presidenta logró su reelección ante una oposición desarmada: con el 54% de los votos, Cristina Kirchner se impuso ante el candidato del Partido Socialista, Hermes Binner, que recolectó un tercio de los votos de la primera mandataria, un 16,81%. En tercer lugar quedó Ricardo Alfonsín, hijo del primer presidente de la vuelta de la democracia, que consiguió un 11,14% por la UCR.
La imposibilidad de una reelección por parte de la presidenta abrió un debate al interior de la coalición gobernante, el Frente Para la Victoria. No sin polémicas, Daniel Scioli, gobernador de la provincia de Buenos Aires por dos mandatos, fue ungido como el candidato oficialista. Del otro lado, la oposición logró rearmarse entre una fuerza con desarrollo territorial limitado a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el PRO, liderado por Mauricio Macri, la Coalición Cívica y la UCR. El frente tuvo un nombre imperativo: Cambiemos. Macri les ganó la interna a Carrió y a Ernesto Sanz en las PASO. El 25 de octubre de 2015, Scioli alcanzó el 37,08% de los votos y el expresidente de Boca el 34,15%. En un lejano tercer lugar quedó Sergio Massa con su Frente Renovador: el hoy ministro de Economía reunió un 21,39% de los votos. Por segunda vez era necesario ir a un balotaje, que esta vez sí se llevó a cabo el 22 de noviembre y con un resultado más que ajustado: Macri se impuso con el 51,34% contra el 48,66% de Scioli y cortaba con la hegemonía del FPV. La maldición de gobernar la provincia de Buenos Aires, otra vez.
Un periodo de gracia para el macrismo y la desorientación del arco peronista, además de una situación económica que a la mitad del periodo del exjefe de Gobierno de CABA se encontraba más o menos estable, le permitió ganar las intermedias y especular con una renovación del mandato más o menos cómoda para 2019. Sin embargo, la debacle económica del gobierno de Macri, con la vuelta al FMI incluida, en un préstamo récord por parte del organismo internacional, fue empujando al reagrupamiento del peronismo que pocos meses antes de las PASO de 2019 parió al Frente de Todos. Con Cristina Kirchner siendo candidata a vicepresidenta y designando a Alberto Fernández para encabezar la fórmula, el PJ, el Frente Renovador de Massa y varios partidos que se encontraban desperdigados se encolumnaron en el nuevo sello. Las PASO del 11 de agosto dieron una enorme sorpresa, en la que Fernández le ganó por más de 15 puntos a la fórmula Macri-Miguel Ángel Pichetto, que con una campaña de recorridos y actos por todo el país lograron remontar en octubre: en las generales del 27 de octubre, Alberto Fernández cosechó el 48,24% de los votos y se impuso sin necesidad de un balotaje. A pesar de una situación económica crítica, Macri alcanzó el 40,28%, conservando un importante capital político en Juntos por el Cambio, el nombre que adquirió Cambiemos con la incorporación de peronistas-macristas.
El gobierno del Frente de Todos casi que se puede periodizar a partir de hechos muy concretos que son recurrentes en la narrativa oficialista: la pandemia en 2020, la guerra en Ucrania en 2022, una sequía sin precedentes en los últimos meses. En 2021, una derrota que pareció más impactante de lo que fue en las elecciones intermedias. Las acciones a la baja del presidente, criticado por su falta de coraje y determinación al momento de tomar decisiones (cuestionado incluso más por propios que por extraños), lo llevaron a bajarse de una posible reelección que a esa altura solo existía en su fantasía. La condena judicial a Cristina Kirchner en diciembre del año pasado (tres meses después del gravísimo intento de magnicidio del que fue víctima) también dio pie para que la vicepresidenta decida no participar y se declare proscripta. El acuerdo con el FMI y las rencillas internas eyectaron de su cargo a Martín Guzmán y ungieron a Sergio Tomás Massa como ministro de Economía hace un año. La doble desilusión del electorado, con el macrismo primero y con el Frente de Todos después, habilitó el surgimiento (regado con horas y horas y horas de exposición pública en la televisión y los medios en general, vale destacar) de una opción de ultraderecha, liderada por Javier Milei. Con las dos coaliciones principales en crisis (una por cargar con una gestión pésima, la otra intentado salir indemne de una interna muy áspera entre Rodríguez Larreta y Bullrich) y la aparición de un nuevo sujeto, Argentina va a elecciones este domingo 13 de agosto en las PASO.
La contienda de este domingo es la primera escala de las décimas elecciones en las que los argentinos elegimos presidente y vice. Once mandatarios (doce, si contamos aquellas 12 horas de Federico Pinedo entre el fin del mandato de Cristina Kirchner y la asunción de Macri el 10 de diciembre de 2015) han pasado por el Ejecutivo y en diciembre un nombre más se sumará a a esa lista. En un marco de apatía generalizada, donde todos los actores acuerdan en que el ausentismo será alto, vale recordar que la democracia, con sus fallas y deudas pendientes, es un derecho que costó conseguir y es obligatorio reivindicar.