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Repasá la homilía del Solemne Tedeum por el 25 de Mayo en Tucumán

festejo patrio

El gobernador Juan Manzur, y el vicegobernador Osvaldo Jaldo, participan de la ceremonia que se realiza en la Iglesia Catedral. El intendente Germán Alfaro, junto a su esposa Beatriz Ávila, también están presente.





En el marco de la celebración del 213º aniversario de la Revolución de Mayo, el vicegobernador, Osvaldo Jaldo,  junto al gobernador, Juan Manzur,  funcionarios de toda la provincia y el intendente Germán Alfaro, participaron del Solemne Tedeum llevado a cabo en la Iglesia Catedral de Tucumán.

Si bien la ceremonia religiosa estuvo encabezada por el arzobispo de Tucumán, Carlos Sánchez, el encargado de emitir la homilía fue el obispo auxiliar, Roberto Ferrari que tuvo un fuerte reproche por la crisis social y le reclamó a la clase política dejar de lado las disputas electorales y encontrar el diálogo para diseñar propuestas concretas y realistas más que soluciones irrealizables. 

A continuación la homilia completa:

Comenzamos este 25 de mayo orando y agradeciendo a Dios por nuestra Patria Argentina.

Las deliberaciones de mayo de 1810 culminan con la conformación de la primera Junta de gobierno, que es la que ordena la realización del “Te Deum”, que se celebró días después en la Catedral de Buenos Aires, el 30 de mayo de 1810.

Hoy lo celebramos en nuestra Catedral, en San Miguel de Tucumán, con la presencia de autoridades provinciales, municipales, militares, policiales, de las distintas fuerzas vivas de nuestra ciudad y provincia, representantes de instituciones y de diferentes credos y del querido pueblo tucumano, representado en quienes nos hemos dado cita hoy aquí. Los saludamos cordialmente a todos y les agradecemos su presencia. 

Enmarcamos este 25 de mayo a 40 años de democracia en nuestro país. Celebramos que somos y “queremos ser Nación”, como reza la oración por la patria.

En mayo de 1810 hay un primer “grito” de libertad, con la conciencia de que algo nuevo debía forjarse, y que debía ir creciendo hasta hacerse “Independencia”, y gritado a los cuatro vientos el 9 de julio de 1816, aquí cerquita, en nuestra Casa Histórica.

Nos decía San Pablo en el texto que acabamos de escuchar “Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad, … háganse más bien servidores los unos de los otros, por medio del amor. Porque toda la Ley está resumida plenamente en este precepto: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo».

Hay una verdad honda y profunda que sostiene nuestra Libertad, la de nuestra historia, pero que se sostiene de otra verdad más plena, la de la dignidad y derechos de las personas y la soberanía de los pueblos.

Son libres los pueblos y sus habitantes que reconocen su propia e inalienable dignidad de personas, los que eligen sus destinos y sus representantes para que trabajen por cumplir nuestros sueños de nación, de pueblo libre y soberano. Una libertad regada de sangre patriota de muchos y de la que nuestro norte argentino es testigo.

No sólo es libre quien se siente libre y goza de esa libertad, sino que, sobre todo, es plenamente libre quien busca el bien, es plenamente libre una nación, un pueblo que busca el bien de todos y de cada uno de sus ciudadanos, y también de otros pueblos, como lo vivieron con mirada amplia San Martín o Bolívar…, que con aciertos y errores buscaron el bien y la libertad de los pueblos latinoamericanos.

Queremos seguir siendo libres e independientes, conscientes de nuestra historia, sin negarla, ni ocultarla, como proclamaba el cardenal chileno Silva Henríquez en 1974, “… los pueblos que enajenan su tradición, y por manía imitativa, violencia impositiva, imperdonable negligencia o apatía, toleran que se les arrebate el alma, pierden junto con su fisonomía espiritual, su conciencia moral y, finalmente, su independencia ideológica, económica y política”. Por eso cada 25 de mayo celebramos la revolución de la libertad de nuestra patria, con su identidad, su cultura, su crisol de razas, su religiosidad profunda, sus valores y su idiosincrasia, que la hacen única…

¡Que nadie nos arrebate la esperanza, la dignidad, la libertad!!

“Día tras día vemos un pueblo que sufre. Pesa el agobio del desencanto, las promesas incumplidas, los sueños rotos. Pesa también la falta de un horizonte claro para nuestros hijos. Angustia sentir que es cada vez más difícil poner el pan en la mesa, cuidar la salud, imaginar un futuro para los jóvenes. Se suman el miedo a salir a la calle, la violencia y la agresión generalizada. Se hace sentir cada vez más la pérdida de los valores que sostenían la vida familiar y social.

Por eso pedimos, rogamos a quienes poseen mayores responsabilidades que tengan la grandeza de pensar en el sufrimiento de muchos, más que en los intereses mezquinos. La gente necesita recibir propuestas concretas y realistas más que soluciones tan seductoras como inconsistentes. También espera que se sienten a escucharse y a discutir con respeto hasta encontrar puntos en común. Ansía caminar hacia un proyecto estratégico de desarrollo, que abra un horizonte de esperanza, dignidad, paz social, trabajo y prosperidad, privilegiando a los tirados al borde del camino”.

Son palabras que recogen las voces de la calle, en nuestros barrios y realidades diversas, voces que escuchamos como pastores de este suelo argentino.

Por otro lado, un pueblo saca “chapa” de grandeza o no, por cómo cuida a sus niños y a sus ancianos, el comienzo de la vida en la concepción y el final…, porque son los más vulnerables, y los que nos dicen que hay historia, que hay memoria y que la vida es el bien mayor. Por eso nos duelen los flagelos que nos enferman y nos matan, pero más nos duelen las guerras y los atropellos a la vida. 

Este Te Deum, es un canto de alabanza y acción de gracias a Aquél que nos ha acompañado con fidelidad y misericordia en nuestra historia como Nación y ha expresado el sentir común de los argentinos en momentos claves de esa historia.

Hemos sembrado mucho, buena semilla, que se ha regado hasta con sangre nuestra, hay frutos de entrega, solidaridad, compromiso corresponsable, y vemos caminos y posibilidades, porque sabemos lo que tenemos y lo que somos.

Que nadie nos arrebate la identidad de argentinos, ni la tierra, ni los sueños, ni los valores, ni lo que creemos… Pudimos gritar libertad porque quisimos y queremos cuidar lo que es nuestro… La Patria.

La Virgen María, como la Patria, que sabe de maternidad, nos cobije, nos una a los hijos de esta bendita tierra, “porque esa es la ley primera”, nos dice el Martín Fierro. María de la Merced, madre del Pueblo, madre de Jesús y madre nuestra, nos alienta en la esperanza y nos protege siempre con su ternura maternal. Amén.