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"Combatiendo al lado del varón": el rol de las mujeres en la Revolución de Mayo

Gesta patria

Jefas de hogar, militares, proveedoras de alimentos y vestimentas. Dos especialistas tucumanas analizan el papel de las mujeres en la gesta revolucionaria y por qué parte de la historiografía parece haberse olvidado de ellas: “Los documentos han sido leídos en clave masculina”.

Juana Azurduy ,una patriota del Alto Perú que luchó en las guerras de independencia.





Todo sabemos lo que pasó aquel glorioso día por lo que nos enseñaron en la escuela: el 25 de mayo de 1810 se formalizó en Buenos Aires la Junta de Gobierno, luego de una serie de acontecimientos que terminaron con la deposición del virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros. Esto significó el inicio de la experiencia de autogobierno que luego daría lugar a la Independencia y al inicio de la larga y compleja formación de lo que hoy es el Estado argentino. Sabemos de la revolución de mayo y de la Primer Junta formada por hombres como Cornelio Saavedra, Mariano Moreno y Manuel Belgrano, pero ¿cuál fue el rol de las mujeres en aquella gesta patria? Dos especialistas tucumanas responden a esa pregunta.

Es muy poco lo que se sabe del rol que desempeñaron las mujeres en estos años críticos en los que estaba en juego nuestro destino y el de otros pueblos latinoamericanos. Para entender a qué se debe este fenómeno, desde el Departamento de Comunicación del CONICET NOA Sur consultaron a las doctoras Romina Zamora y Marisa Davio, investigadoras del Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES), unidad ejecutora de doble dependencia del CONICET y la Universidad Nacional de Tucumán.

“El problema con el que se encuentran los científicos sociales a la hora de reconstruir la trayectoria de las mujeres es el sesgo de la documentación. Sucede que las mujeres son difíciles de localizar como actores sociales en documentos elaborados por varones, en función de determinados valores y creencias. Además, esos documentos han sido leídos por mucho tiempo en clave masculina", explica Zamora.

“Y lo cierto es que, si bien la mujer era considerada incapacitada por sí misma en la tradición jurídica europea y debía soportar todo el peso de la normativa y la moralidad, durante el período del dominio hispánico y por diversos motivos relacionados con las tradiciones locales, en América las mujeres contaban con un margen de acción mucho mayor que el que estaba regulado”, añade Zamora. “Por ejemplo, gran cantidad de ellas estaban al frente de su casa en la ciudad, como jefas de hogar. Esto se debía, por lo general, a la ausencia de los hombres, que se encontraban en la campaña, ya que, para ser considerados vecinos y tener representación en el cabildo, los padres de familia debían tener casa poblada en la ciudad, aunque sus actividades mercantiles se desarrollaran en la campaña o en el camino", cuenta y explica: “la casa poblada era un símbolo de poder; implicaba habitar la ciudad plenamente, no sólo con una edificación sino con familia, huéspedes y servidumbre. Pero como la producción de riqueza se concentraba en el campo, las familias notables muchas veces tenían doble residencia: la estancia en el campo y la casa poblada en la ciudad".

En este contexto, Zamora arroja un dato muy interesante sobre San Miguel de Tucumán: "A fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX era una de las ciudades con gran impronta femenina. Los censos muestran menos de 60 hombres cada 100 mujeres de las familias principales. Si se amplía la muestra a los sectores de la servidumbre y a la plebe urbana, observamos que casi el 75% de la población urbana estaba compuesta por mujeres. No era aislado: en las sociedades pre-industriales occidentales era una constante que aproximadamente el 30% de los hombres estuvieran ausentes de sus hogares de manera temporal, pero más o menos frecuente."

“En Buenos Aires, preguntándose sobre las mujeres en las actividades mercantiles, Marcela Aguirrezabala encontró que las mujeres podían participar en el ámbito de producción de la riqueza como comerciantes, transportistas o prestamistas, determinadas tanto por las condiciones y las necesidades del contexto como por sus propias necesidades familiares”, agrega Zamora.

Pero no sólo fueron jefas de hogar, también participaron de la guerra. Contra lo que se suele imaginar, también fue importante la participación de las mujeres en el plano militar. “La presencia de las mujeres en las guerras revolucionarias fue significativa en cuanto al sostén, el abastecimiento y la colaboración con los ejércitos constituidos”, relata Marisa Davio, especialista en el estudio de los ejércitos en pugna: revolucionarios y realistas durante la guerra en el Alto Perú.  Sin embargo, a simple vista, las fuentes históricas no evidencian la participación femenina en este ámbito, reservado en teoría a los varones. "Para tener una información más acabada se ha debido recurrir a indicios y complementariedad de datos”, añade la investigadora y remarca: “este proceso de cambio y transformaciones creó la necesidad de brazos para hacer frente a la guerra, en sus distintos frentes. Y así las mujeres comenzaron también a intervenir directa o indirectamente en este conflicto, colaborando con sus saberes y quehaceres cotidianos y exigiendo además reivindicaciones y derechos derivados tanto de sus propias intervenciones como de las de miembros de sus familias”.

Como se explicó, son escasas las fuentes sobre la situación de las mujeres durante el proceso de militarización y sobre su actuación como integrantes de los ejércitos; hay documentación dispersa que permite intuir su participación en la guerra, ya con su colaboración en los cuerpos militares, ya con recursos materiales y monetarios necesarios para el abastecimiento de las tropas.

"Juana Azurduy, líder de movimientos revolucionarios en la región altoperuana, o Manuela Pedraza, que intervino junto con su marido en la defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas, constituyen casos de estudio excepcionales destacados por la historia tradicional argentina del siglo XIX”, describe Davio y agrega: “Los recientes trabajos apuntan a rescatar la historia de las mujeres que actuaron directa o indirectamente en las guerras, es decir, combatiendo al lado del varón; sufriendo males y enfermedades; muriendo por la causa política a la cual habían sido convocadas, o contribuyendo con víveres y vestimentas para oficiales o tropas”. “Por ejemplo -agrega- en la zona andina, las llamadas 'rabonas' marchaban armadas junto a sus esposos o parejas, acompañando en la guerra y proveyendo alimentos y vestimenta para las tropas. Era una actividad admitida por jefes y oficiales para evitar la desmoralización y la deserción de las tropas".

"Gracias a los importantes aportes producidos por la historiografía americana y argentina de las últimas décadas, ha comenzado a renovarse el estudio sobre las mujeres en estos procesos de cambio, desde la perspectiva de género. Ello ha permitido comprender su participación en los contextos de guerra para defender una causa que consideraban justa e implementando, cada vez que les fue posible, estrategias para lograr escapar de los condicionamientos de una sociedad que las excluía o marginaba y llegando, en ciertos momentos, a liberarse de las limitaciones y jerarquías sociales, más allá de las condiciones de género propias de la época”, destaca la especialista.