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"Voy a seguir luchando para que a ninguna madre le pase lo que me pasó a mí"

gatillo fácil

Este lunes comienza en Tucumán un nuevo juicio por un caso de gatillo fácil. Los policías Mauro Navarro y Gerardo Figueroa serán juzgados por el crimen de Miguel Reyes Pérez, un joven del barrio San Cayetano.

Foto: Colectivo La Palta.





“Hola Franco, llamame”. Es sábado por la tarde y Ana Reales no duda en acceder a la nota, propuesta por este diario a horas del inicio de un juicio que marcará un antes y un después en su vida. 

El 24 de diciembre de 2016, en vísperas de nochebuena, Mauro Navarro y Gerardo Figueroa, dos agentes de la policía que prestaban servicio en la Comisaría Cuarta asesinaron a Miguel Reyes Pérez, hijo de Ana, alegando que el joven había cometido un robo en inmediaciones de su casa del barrio San Cayetano.

Luego de recibir un disparo en la cara y un culetazo de escopeta, Reyes agonizó 23 días en la sala de terapia intensiva del sanatorio Luz Médica y falleció el 16 de enero de 2017. Desde un primer momento, el cuerpo de abogados de la Andhes, quienes representan a la defensa de la familia de la víctima, sostienen que se trata de un caso típico de gatillo fácil, nombre con el que se conoce a los crímenes cometidos por miembros de las fuerzas de seguridad.

“Estoy muy ansiosa, muy nerviosa. Todos estos días estuve con el psicólogo; me siento cómoda con él, me trata muy bien, pero es muy triste tener que recordar otra vez todo lo que sufrí con mi hijo”. Por momentos percibo fisuras en su voz, parece que se desmorona, pero rápidamente se reincorpora: una fortaleza inquebrantable forjada tras cuatro años desfilando por los pasillos de tribunales exigiendo justicia. 

Desde que perdió a su hijo, Ana no paró un segundo: se sumó a los reclamos de justicia de familiares de víctimas de la impunidad, familiares de víctimas del gatillo fácil, acompañó los reclamos de la comunidad LGTB+ y hasta montó un merendero en el patio de su casa, sobre las tapas del canal, para darle de comer a los niños y niñas de su barrio.

“No he hecho el duelo por mi hijo porque tuve que salir a la calle a pedir justicia. Yo siempre acompañe a las víctimas de la impunidad, a los casos de gatillo fácil; con frío, sol o cagándome de frío. Si hay condena va a ser un alivio para que mi hijo descanse en paz, pero ésta herida no se va a cerrar, a mi hijo nadie me lo va a devolver”, suelta Ana con la voz temblorosa. 

La pandemia y el confinamiento, explica, complicaron la estabilidad de su familia, dedicada a la venta de frutas y verduras en la feria de Banda del Río Salí. Sin embargo, Ana, su esposo y sus hijos se las arreglaron para sostener el merendero, que empezó con 10 niños del barrio y actualmente recibe a cerca de 90. Para esa titánica tarea, Ana cuenta con el apoyo de vecinos y organizaciones sociales, que le acercan mercadería periódicamente para que el espacio siga funcionando. Por estos días, el merendero Reyes funciona de la misma manera que desde marzo de 2020: los niños y sus padres se acercan con tapers y botellas y regresan a sus casas con una ración de comida y mate cocido o leche, en los días buenos. 

Este lunes, a las 8.30, comenzará el juicio contra los policías que asesinaron a Reyes. En el requerimiento de elevación a juicio, la Fiscal Subrogante de la Fiscalía en lo Penal de Instrucción de la décima Nominación, María del Carmen Reuter, señala que aquel 24 de diciembre de 2016, cuando los policías interceptaron a Reyes Pérez en uno de los pasillos de San Cayetano e iniciaron la persecución del joven, “Mauro Navarro, con la escopeta reglamentaria que llevaba, le efectuó un disparo en la cara, lo que hizo que Pérez cayera al piso, momento en que Gerardo Figueroa, aprovechando el estado de indefensión, le pegó con la culata de la escopeta que llevaba en la cabeza a Pérez, causándole de esta manera un traumatismo de cráneo y facial, que con posterioridad llevó el fallecimiento de Miguel Reyes Pérez el día 16/01/2017”. 

Por este hecho, la fiscal solicita que ambos agentes sean condenados por el delito de homicidio agravado y reciban la máxima condena. 

“A mí me arruinaron la vida. Lo único que pido es justicia por mi hijo y por todas mis compañeras que están detrás de mí, para que ellas también tengan justicia por sus hijos”, rezonga Ana, y le pone fin a la nota con la única certeza que tiene por estas horas: “por más que haya condena yo no voy a dejar nunca la calle; mientras esté de pie saldré a la calle a pedir justicia por todos los chicos víctimas del gatillo fácil”.