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"Los antivacunas y los Médicos por la verdad están poniendo en peligro la salud pública"

¿Conspiración mundial?

La especialista en neurociencia Abigail Prchal analiza el avance del pensamiento anticientífico y de las teorías conspirativas en el mundo actual y su peligro: “Las teorías conspirativas son tan atractivas a la mente humana que todos terminamos adhiriendo y defendiendo alguna de ellas”.

Imagen de https://holanews.com/





¿Lady Di fue asesinada por la corona inglesa? ¿Alfredo Yabrán fingió su muerte? ¿Elvis vive? Son muchas las hipótesis que plantean un relato alternativo a diferentes episodios históricos y que nos llevan a pensar que vivimos rodeados de grandes conspiraciones globales en un mundo donde asistimos al avance de corrientes anticientíficas como los movimientos antivacunas. “En nuestro siglo, la anticiencia ha cambiado de ideología y es propulsada sobre todo por las extremas derechas y ha adquirido la forma de teorías conspirativas en las que se postula que la ciencia (o algunos poderosos científicos) conspiran para someter a la población bajo su yugo. Los movimientos anticientíficos del siglo pasado eran casi inocuos, actualmente algunas corrientes anticientíficas y conspirativas se han vuelto francamente peligrosas: el caso de los antivacunas y QAnon (la teoría conspirativa de la extrema derecha estadounidense que plantea una supuesta trama secreta contra Donald Trump y sus seguidores) son buenos ejemplos de lo nocivo que puede ser la combinación de anticiencia y teorías conspirativas”, explica la especialista en neurociencia Abigail Prchal.

“Razones para la sinrazón. Porqué somos vulnerables a la psedociencia, la anticiencia y las teorías conspirativas” es el título de la charla abierta organizada por el Instituto de Epistemología de la UNT que brindará Abigail Prchal el próximo 12 de agosto a las 18.30 por una videoconferencia pública y gratuita. Abigail Prchal es Doctora en Psicología y profesora de la Cátedra de Neurociencia de la Facultad de Medicina de la UNT. En diálogo con eltucumano.com, la especialista adelantó algunos de los temas de la exposición y analizó el avance de las teorías conspirativas en nuestra realidad cotidiana.

 

Pseudociencia, anticiencia y teorías conspirativas

Aunque a mucha gente le pueda parecer extraño, no es fácil ni sencillo establecer límites o fronteras claras y tajantes entre lo que es ciencia y lo que no lo es.  Quienes se dedican a la Filosofía de la Ciencia llevan varias décadas de acalorados debates al respecto. Dicho esto, se puede afirmar que (en términos muy generales) las pseudociencias son teorías que pretenden ser científicas, pretenden tener el mismo valor de verdad y la misma fuerza predictiva de la ciencia, pero no lo son. Las razones por las que no son ciencia son variadas, aunque pueden englobarse en dos grandes categorías: no utilizan el método científico o bien invocan principios o fuerzas inmateriales, o sobrenaturales o que no pueden medirse.  Las pseudociencias más comunes son la astrología, la homeopatía, el “creacionismo científico” (muy común en Estados Unidos), la parapsicología. Para algunos pensadores como Mario Bunge, el psicoanálisis es también una pseudociencia.

Las pseudociencias se caracterizan por interpelar algunos modos de pensar y conocer que están muy arraigados en la mente humana. Por ejemplo, generalizar a partir de un único caso o experiencia: si una manzana es rica y comestible creeremos que todas las manzanas lo son. Del mismo modo, si el horóscopo del diario tal o cual acertó en sus predicciones una vez, podemos creer firmemente que siempre acertará. La mente humana también parece estar especialmente preparada para detectar muy fácilmente indicios de otras personas o de agentes intencionales. Volviendo a casa de noche, las sombras nos parecen personas o monstruos listos para atacarnos. La influencia de los astros en nuestra vida diaria apela a este tipo mecanismos que están profundamente arraigados en nuestra mente.

La anticiencia, por su parte, no propone teorías. Más bien se trata de una desconfianza hacia los resultados de la ciencia y la tecnología o una actitud de rebeldía hacia el poder que tienen tanto la ciencia como la tecnología en nuestro mundo actual. Desde los albores de la modernidad, la ciencia y la tecnología han logrado progresos inmensos y han cambiado radicalmente el mundo en que vivimos. Frente a esta supremacía de la ciencia como modo de conocimiento se han levantado siempre voces, advirtiendo sobre los peligros de tanto poder o sobre la maleficencia de la ciencia y/o los científicos.

Se pueden advertir dos movimientos o formas de anticiencia a lo largo de la historia. En un primer momento (fines del siglo XIX y buena parte del siglo XX), la anticiencia representa, sobre todo, desconfianza hacia lo nuevo y una actitud ambivalente hacia el estado mental de los científicos. Hombres desgreñados enfrascados en búsquedas quiméricas, desde Frankestein creando vida a partir de la electricidad, el Dr. Hyde creando sueros capaces de cambiar la personalidad, hasta historias más modernas como los comics en los que los héroes adquieren superpoderes o la inquietante película “El Séptimo Día”, a propósito de las posibilidades de la clonación, representan este primer movimiento anticientífico, que bien podríamos llamar una anticiencia romántica. Este movimiento, también lo podemos reconocer, en los años 60, como parte del hipismo y las izquierdas (más o menos extremas) que proponían volver a la naturaleza y advertían sobre los peligros de la polución y la extrema pobreza y alienación debidas a la excesiva industrialización.

Una conspiración se puede definir como la acción secreta de unas pocas personas para cambiar el curso de acontecimientos históricos. Una teoría conspirativa consta de una serie de hipótesis y de datos que apoyan esa hipótesis. Se trata de demostrar que tales acciones secretas realmente ocurrieron. Algunos ejemplos: Elvis fingió su muerte, J.F. Kennedy fue asesinado por la CIA, Lady Di fue asesinada por la Corona Inglesa o bien Lady Di fingió su muerte para escapar de las amenazas de la Corona (mucha gente acepta estas dos ideas contradictorias). Más cercanos a los argentinos tenemos la historia del envenenamiento de Mariano Moreno, la sospechosa muerte de Alfredo Yabrán (¿algún lector cree que se suicidó? ¿O estamos todos más o menos convencidos que fingió su muerte o que fue ejecutado por alguna mafia?), más cerca aún el suicido del fiscal Alberto Nisman.

Las teorías conspirativas son tan atractivas a la mente humana que todos, quien más quien menos, terminamos adhiriendo y defendiendo con convicción alguna de ellas.  Esto es así en parte, porque las conspiraciones realmente existen (el escándalo de Watergate es el caso más resonado de ellas), de modo que siempre puede quedar la duda sobre lo que realmente sucedió. Por otra parte, al igual que las pseudociencias, las teorías conspirativas apelan a, por lo menos, dos mecanismos cognitivos fuertemente arraigados en nuestra mente. El primero de ellos es nuestra facilidad para encontrar patrones y regularidades aún donde no las hay. Diversos estudios han mostrado que nos resulta muy difícil percibir el azar como tal, rápidamente encontramos formas o regularidades si miramos una pantalla en la que algunos puntos se mueven aleatoriamente. El segundo mecanismo se ha llamado “sesgo confirmatorio”, le damos mucha importancia a lo que confirma nuestras ideas y tendemos a descartar o subestimar todo lo que niega nuestras creencias. Por ejemplo, quienes creen que Elvis Presley fingió su muerte consideran que las historias clínicas que documentan las dolencias cardíacas del cantante son parte de la conspiración para hacernos creer que murió.

La anticiencia también es atractiva porque nos da seguridades, cuántas veces, durante la pandemia, escuchamos a periodistas y opinólogos diversos afirmar que tal o cual científico no sabe nada. La ciencia, se caracteriza por dudar, por poner en duda todo, aun aquello de lo que se está más o menos seguro. Y las seguridades son muchísimo más confortables en nuestra psique que las probabilidades.

Hasta hace algunos años, yo hubiera dicho que los anticientífcos y los conspiracionistas tienen poco o ningún efecto. Que un grupo de personas crea que la tierra es plana o que somos el producto de la mente de algún dios todopoderoso, no parece ser una gran amenaza para el bienestar de la población en general.  Hoy, los antivacuna, los “Médicos por la Verdad” y los QAnon muestran claramente hasta qué punto estos movimientos pueden ser peligrosos.  Los antivacunas y los “Médicos por la verdad” están poniendo en serio peligro la salud pública a nivel mundial. La vacunación masiva ha logrado reducir los niveles de morbi-mortalidad, en algunos casos incluso ha logrado erradicar algunas enfermedades. La vacunación nunca fue, ni puede ser, una elección personal ya que afecta a toda la población.

-¿Cuál es el rol de los medios de comunicación en la difusión de estas teorías?

Los medios de comunicación masiva no son del todo inocentes en este tema. Por ejemplo, los antivacunas surgen porque un periódico inglés comenta un artículo publicado en una revista científica en el que afirmaba que la vacuna para el sarampión producía autismo. Esta idea se difundió rápidamente, fue incorporada a ideas más o menos conspiracionistas en las cuales la industria farmacéutica nos envenena con tal de hacer más dinero. Desde entonces, las revistas científicas han publicado varios cientos de artículos con evidencia muy sólida sobre la falsedad de ese primer artículo, los médicos y los sanitaristas han hecho todo lo posible para revertir esta creencia sin mayor efecto. Desde 1998 el movimiento antivacuna no cesa de crecer y el sarampión que estaba casi erradicado actualmente produce enfermedad grave y muerte.

Los efectos negativos de la desconfianza del público hacia las vacunas pueden observarse claramente en los problemas que tienen los gobiernos europeos y el norteamericano en vacunar a sus ciudadanos en contra del Covid-19.   Los medios de comunicación deberían revisar sus acciones al respecto, ¿promueven la salud pública o las conspiraciones antivacuna? ¿Podemos permitir que las ideologías de izquierda o de derechas determinen nuestra salud? ¿Se puede mantener al aire a un apersona que promueve que la gente ingiera líquidos tóxicos como el hipoclorito de sodio?

También las redes sociales tienen cierta responsabilidad en la difusión de teorías conspirativas y antiencientíficas. Como se sabe, las redes tienen algoritmos con los cuales nos muestran contenidos similares o parecidos a los que buscamos o vemos habitualmente.  A principios de 2019, YouTube anunció que había modificado sus algoritmos de modo de disminuir la probabilidad de que se recomendaran contenidos conspirativos.

 

-Al principio de la pandemia el debate era si de esta crisis global la humanidad saldría mejor o peor. A más de un año de ese momento qué se puede decir de eso y cuál es su postura al respecto.

La verdad es que no soy quien para opinar sobre este tema. O, mejor dicho, mi opinión sobre este asunto es tan poco fundado como el de cualquier persona.   Diría que me preocupa, el modo en que la salud pública ha sido vapuleada y manoseada por la política. Uno esperaría que la salud de los ciudadanos tendría que ser una preocupación tanto del gobierno como de la oposición política. Que esta última atente contra la salud como modo de denostar al gobierno me parece algo muy bajo e imperdonables.  Más allá de ello, no veo que hayamos cambiado mucho. Ojalá me equivoque.