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Lo que te mata, lo que te salva: un manual de supervivencia contra el Covid

En primera persona

La periodista Maby Sosa cuenta su experiencia después de luchar contra el coronavirus internada en un hospital. Una lucha del cuerpo, la mente y el alma contra el virus

El interior de la Carpa de Covid en Lomas de Tafí.





"Covid positivo". Lo escuchás y se abre un mundo. El primer instinto es pensar que todo va a estar bien. "Ahora placa, la semana que viene análisis, esta es la medicación, vas a estar bien". Se agradece la calma y la doctora responde todas las preguntas, orienta, contiene, salva ese primer instante, y salís optimista. Tal vez las gotas de la vacuna que recibí siete días antes puedan ayudarme a llevar y superar esta maldad que habita ahora mi cuerpo. Pienso también en el operador del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires donde vivo, que, el 4 de junio, canceló mi turno de vacunación por error y jamás lo solucionó. Finalmente pude acceder a mi primera dosis en Tucumán, donde pensaba quedarme un poco más de un mes por cuestiones familiares.

De paso a casa, compro remedios desde la puerta de la farmacia, aviso antes que soy positiva. Lo mismo al remís que me lleva a mi aislamiento. Creés que vas a ver tele hasta que descubrís que la fiebre no te deja. Creés que vas dormir pero los dolores aumentan. Hasta que un día te falta el aire. Con restos de optimismo absurdo, volvés al Hospital Modular Lomas de Tafí, dentro del Municipio de Tafi Viejo, donde se atienden especialmente pacientes con coronavirus. Allí es donde decidí hacer mi seguimiento Covid. 

"Este valor no está muy bueno", dice la misma doctora de la semana pasada, "vas a tener que quedarte". Y justo aparece la enfermera del amor: "Ella, llevala ahora". Nadie se altera. Ella es Silvia, la enfermera que, de pronto, es una madre, una hermana mayor, una amiga. Es todo. Elige la cama 57. “Acá vas a estar bien calentita. Vas a necesitar que te traigan alguna bombacha, tus elementos de limpieza, algunas cosas, acá hay. Ponete esto así", y me entrega un bigotero. El aire entra. La nube de hace un rato, se despeja." Estoy internada", aviso y hago lista. Apenas respiro, pido una bolsa para preservar la ropa con la que, ya lo decidí, voy a salir de aquí.

Mi lista pide una frazadita propia, alguna almohada, ropa, cargador, un poco de casa. Al mediodía la cama 57 ya era un poco mía.

El primer día es una bruma. Copiás la rutina que ves aunque siempre hay una enfermera o enfermero te mira atenta y te enseña. El segundo día, ya sabés todo. Pero ese segundo día tu cuerpo se niega a recibir oxígeno. Comienza el miedo de un loop eterno hacia el primer día. Dos kinesiólogas te salvarán. Ellas te enseñan a respirar, a que el oxígeno circule, a que tu cuerpo lo acepte. Miércoles. Segundo día inolvidable. Olvidable.

Y ahí empezás a entender que tal vez sea tu cabeza la que necesite sostener esto. De tu cuerpo se ocupan las médicas y los médicos. Ellos son quienes saben. Pregunto apenas, un día sí, otro no. Entiendo lo básico y me alcanza.

Los días pasan. Cada mañana me diseño una rutina, recuerdo la niñez, la importancia de la rutina para sostener. Es lento todo. Largo. Me busco un ritmo. "A levantarse, dijo la rana mientras espiaba por la ventana, tira con tirita y ojal con botón". En mi segundo día de internación, María Elena Walsh será mi ritmo. Vuelta a la infancia. Tal vez me acompañe en todo el próximo mes.

Si te gusta la música, pedí auriculares. Si te gusta leer, pedí libros. Si podés escribir, hacelo. Tratá de tener algo tuyo. Lo que sea. Porque, de pronto, te das cuenta que vas a estar mucho tiempo sin ver una cara conocida de tu mundo pre Covid.

Adentro hay comunidad. Un espacio en común de té, agua y todo lo necesario para alimentarse, yo le digo "la barra". Allí comienzan las preguntas, las experiencias, las referencias, las historias. "Esto me encanta", pienso. Dos minutos después, no puedo estar parada. Fue jueves olvidable también. Sin embargo, ya nos conocemos. Cada tanto algún paciente se acerca a decirte que vas a estar bien, que todo es excelente ahí, que te quedes tranquila. Se agradece tanto. Apenas podés, hacés lo mismo vos también, te sale, vas, acompañás. Ese día a mí me faltaba mucho para hacerlo.

Afuera están tus amigas. También tu familia con Covid, remando. Tus amigas saben. Una bolsita con frutas para mi desayuno, una bandejita de verduras para el almuerzo, almohada con flores. Llegan sanguchitos, tutucas, caramelos, praliné. Cada pasada es una dejada de bolsitas. Es amor. "¿Qué necesitas?". Y ahí entendés, que ese amor que te llega es el que necesitás. Repartís tarea, querés una botellita y cereales, pero siempre llega más. La cama 57 ya es un bunker con personalidad. "Maby Luca" está al lado del cartel, a un costado, Gabi y su dibujo "yo cuido a Maby, Maby me cuida a mí". El cobijo que necesitaba para mi oxígeno, tan terco a veces.

"Ay sus amigas", dice Silvia entregando un nuevo envío. "Nosotras nos divertimos, lo único que queremos es ver gente contenta, acá vemos cosas tan tristes”, dice con el bolsito azul que adentro tiene una libreta, un esmalte y una cerveza como un sello de esperanza para el brindis. "Ay sus amigas", repite Silvia.

Necesitás recuerdos. Es una enfermedad tremenda ésta cuando te toca transitarla sola. El cuerpo, los dolores, el aire, todo es anormal. Y ahí, necesitás las risas de tus amigos, la música de tu vida, necesitás reconocer toda tu vida. La cabeza. Allí está tu oxígeno. Pasarán Charly, Las Pelotas, Fito, Virus, mi tía, Cerati, Tribalistas, María Elena Walsh y miles más. Elijo mi propia aventura de acordes. El oxígeno comienza a llegar y con él nuevos dolores que son mejores que los primeros.

Comunicar. Comunicarse. Responder. No responder. Tenés un circuito, que también es rutina, de comunicación. Es duro tener un ser querido internado pero vos debés elegir a quién responder. La comunicación no será igual con todos. Tenemos que aprender a comunicarnos pensando en el otro, en serio. "Avisame cómo estás, estoy preocupado", "Recién me entero, estoy asustado", "Estás internada, contame todo", "Decime cómo estás que no sé de vos". No. No lo aceptes. La gente que tiene un amigo enfermo debe saber que:

- No hay que depositar ninguna preocupación al enfermo. Si estás preocupado, llamá a otra persona, no al enfermo.

- No escribas contando malas noticias. Si te enteraste de algo triste, no lo compartas si el enfermo no te lo pide.

- No preguntes lo clínico, lo médico, te importa sólo si le importa al enfermo, no a vos.

- No digas jamás la palabra "alta". Nunca, que lo diga el enfermo. Si en serio estás tan ansioso, charlalo con otra gente.

- Antes de preguntar por la persona enferma en un grupo de WhatsApp, fíjate si está ella en el grupo.

- Si te dicen que te dan el alta no respondas contándole que alguien acaba de morir ni hablándole de trabajo.

- No insistas en dar información si el otro no te la pide.

- Pensá en serio en el otro, no pienses en vos preocupado por el otro.

Ana es una cara conocida. Reencuentro de vecinas no sé cuántos años que no nos veíamos. El aire terco, una voz conocida ¿cómo te sentís? Aire. Ana lleva casi 20 días ahí, se va el domingo, un domingo. Será hoy viernes. Qué lindo Ana. Ronda de Ana por la tarde, cama por cama saludando, sonriendo, conteniendo. El domingo llega. Ana arma un altar con tortas, moños y una nota de agradecimiento al personal del lugar y al Municipio de Tafi Viejo. Ana está contenta, ¿cómo será volver a casa?

Las mujeres llegan, se internan, siguen el tratamiento, trabajan. Entran también pensando en que no deben estar ahí porque no hay quién cocine, no hay quién limpie, no hay quien cuide a sus hijas e hijos. Resuelven mientras se internan. Muchas de ellas deben enfrentar a los maridos que vienen a sacarlas. No se van. Antes de volver, cada una de esas mujeres reciben su alta cuando pueden resolver el regreso a casa, que haya comida que esté limpio, que haya quién cuide. El baño de pronto es un soguero, se lava la ropa, se cuelga y se comenta cómo será el regreso a casa. Nada es fácil con Covid.

Parece que empieza otra semana. Hay oxígeno. Hay dolores. Otros. Hay un cuerpo que empieza a temblar mucho. La cabeza buscará nuevas poesías, alguna canción, algún recuerdo que haga sonreír. El cuerpo tiembla, pero el aire pasa. Se viene un triunfo. Tu sobrino te pide una receta, sonreís porque lo cotidiano se vuelve mágico en ese momento y conectás otra vez con el oxígeno. Es otro triunfo.

Los pasillos se vacían y las despedidas se celebran. La promesa del cuidado a la salida, el agradecimiento de ser cara conocida un rato al menos. Tus pies ya transitan un eco que es hermoso, la gente comienza a irse curada. Ya te va a tocar. Paciencia y oxígeno. Querés escribir y no podés. Querés responder un mensaje y te dormís. Fin de la comunicación, ya se irá a poder. Paciencia, descanso y oxígeno.

La carpa Covid se armó el año pasado en plena pandemia a puertas del Hospital Público de Lomas de Tafi. "Ni en pedo me quedo internado acá, en esta carpa de gitanos", me cuenta un señor que dijo cuando lo internaron de urgencia. "Ahora no me quiero ir, esto es un lujo", dice. Pienso en lo raro de pensar en la carpa cuando te internan salvándote la vida. Pienso en que la gente, aún grave, se detiene a pensar en lo que no importa. Pienso en los discursos mentirosos de los medios y la famosa pata política odiadora. Ojalá paguen el daño que están haciendo. Ojalá paguen la campaña anticuidado. Ojalá paguen la campaña de miedo a la vacuna. La unidad de cuidado, la carpa Covid, es increíble. Te querés bañar y tenés todo para hacerlo. Si tu familia te puede traer cosas, que las traiga, si no, hay en el lugar. Saberse cuidado por un Estado presente es lo más maravilloso. Los módulos son suficientes para lo que necesitás. Todas y todos los profesionales de la salud y personal de asistencia, auxiliares, enfermeros, limpieza, te atienden a vos. Te sonríen, te dicen que te ves mejor, que ahora a cuidarse, que las indicaciones, que el reposo, que gracias por agradecer.

Silvia del amor quiere ayudarme cuando me vengan a buscar. Sonríe y me hace prometer que en casa no me voy a mover. Con la misma paciencia y amor con la que me internó, Silvia me desinterna. Tenía que ser ella. No hay agradecimiento que alcance, Silvia. Hace más de un año es tu amor también el que nos cura. "Vaya". Tengo un tatuaje que dice Silvia.

El Covid es un campo minado en el cuerpo. En el mio al menos. Volvés a casa y dejás pasar el tiempo antes de mirarte al espejo. Lo que te devuelve son ojos con poquito brillo, una cara hinchadísima, unas ojeras que dicen que va a estar todo bien, pero va a tardar. Te querés cortar las uñas y no podés así nomás porque las manos no tienen fuerzas. Por suerte, sí te podés pintar. Recordás ese pasaje para volver a tu casa en agosto, que no llegaste a comprar porque la app no andaba, y a las horas, eras Covid positivo. Querés ser vos otra vez. No va a pasar, pero has vencido un virus que te ha minado el cuerpo, el alma, el corazón, la cabeza y ahí estás, librando lo que queda. Te salva el amor del otro. Te salva saberte pensada muchas veces por muchas personas. Te salva aceptar cada oferta hecha con amor. Te salva tu sobrino de dos años que desde Bariloche te saluda todos los días. Te salva la patada de un bebé en una panza amiga, pateando el Covid. Te salva la otra, el otro, el que te pregunta bien, el que hace el chiste, te manda el meme, te manda el sticker. Te salvan las amigas.

Te salva saberte cuidada por profesionales que te explican todo y cada día qué te está pasando en el cuerpo. Te salva haber confiado ciegamente en la salud pública. Te salva un Estado presente y el trato digno. Te salva pensar tu vida con otros, porque curarte también es una construcción amorosa y colectiva.

Y te salva vacunarte que es pensar en los demás antes que en vos. Aprendamos algo de esta miserable pandemia.


 

Quiero agradecer al Municipio de Tafi Viejo a cargo de Javier Noguera. Felicitaciones por un equipo que 24 horas te contiene con todo, felicitaciones por el cuidado tan humano, y por ser parte fundamental y colectiva de una pelea individual para vencer el virus. Vacunense, el personal de salud merece descansar de sus actos heroicos con cada enfermo. Vacunarse es la tarea colectiva para terminar con esto.