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"Hay mucho detrás de mi llanto": Jorge, el milagro de ser padre en pandemia

HISTORIAS DE ACÁ

Es enfermero en el Centro de Salud y un día lo supo: se había contagiado de covid. Antes de ingresar a terapia y de luchar por cada respiro, llegó la parte más difícil y aquí la cuenta como nadie. VIDEOS

Jorge, a la salida de terapia en el Centro de Salud.





Se enciende la cámara del celular que en el Centro de Salud enfoca a lo lejos a una persona que viene caminando bajo el cartel que dice: “Torre Covid-19”. Esa persona que viene acercándose a la cámara es Jorge Ríos, quien camina uno, dos, tres, catorce pasos con una bolsa en la mano hasta recibir el primer abrazo, una lluvia de aplausos y alientos de sus propios compañeros y compañeras de trabajo que lo esperan. Entre tanta alegría, un comentario: “No vale llorar, no vale llorar”.


Pero Jorge llora, claro que vale llorar. “Hay muchas cosas detrás de mi llanto. Está todo lo que empecé a vivir desde el día que me contagié hasta este momento en que estoy hablando con vos”, dice Jorge, quien trabaja en el Centro de Salud desde hace casi 20 años y un día de guardia, hace un mes, supo que se había contagiado. Lo cuenta también Lisy, la primera esposa de Jorge, quien también es enfermera en el Centro de Salud, donde ella se crió y donde conoció a Jorge, con quien trajo al mundo a mellizas hace 12 años.


“Jorge trabaja en Emergencias hace más de 10 años, recibió a una paciente contagiada y se contagió él. Él tenía que buscar a las mellizas, llegó a buscarlas, pero nunca se bajó del auto. Me hizo el gesto que después me llamaba. Quedé paralizada preguntándome: ‘¿Se habrá enojado por algo?’ En ese momento me dice tenía que irse porque su actual señora estaba con contracciones, pero que el martes volvía porque necesitaba ver a las nenas. Hasta que me dice: ‘El martes no voy a ver a las nenas porque me dio positivo’”, cuenta Lisy, quien luego de la separación de Jorge volvió a casarse y hace dos años y medio perdió a su marido: “Perder a los dos padres de mis hijas hubiera sido terrible”.


Aquel día que Jorge no se bajó del auto, un abrazo con sus hijas quedó pendiente: “A Jorge le agarró fuerte la neumonía bilateral. Después de enterarse que se había contagiado, me manda un mensaje: ‘Estoy internado y paso a terapia, no estoy bien’. Imaginate el momento”, le cuenta Lisy a el tucumano, quien como amiga y compañera de trabajo de Jorge pudo entrar a verlo y a decirle una frase en el momento más crítico: “Cuando lo vi en la cama de terapia me costó darme cuenta que era Jorge. No parecía Jorge. Pero me acerqué y le dije: ‘Tranquilo, no estás solo. Ya falta menos para el abrazo: luchá, aguantá, no las vas a perder’. No te das una idea lo que Jorge luchó por vivir: luchaba por cada respiro, por las mellis, y por su bebé en camino que es un bello milagro”.


Porque además del abrazo pendiente con sus mellizas, Jorge estaba internado luchando por su propia vida cuando se enteró que su actual señora había dado a luz a Milagros, nacida el 8 de junio. Lo relata Jorge: “Entre tantas cosas que viví estaba el estrés de estar internado y perderme el momento del nacimiento de mi hija. Como cada vez que las veía a mis mellizas y no poder estar cargoseándolas. Es una de las partes más difíciles de estar internado y es el protocolo: se necesita ese cariño de hija, esas fuerzas de la familia, ese abrazo de alguien, y ahí estamos peleándolo solos, por un protocolo que está bien, pero solos”.


En esa lucha donde Jorge perdió casi 10 kilos, relata como nunca nadie lo hizo lo que se vive en los primeros cinco días de la internación, los más críticos: “Desde el principio sentí el apoyo de todos mis compañeros, 70 enfermeros sin contar camilleros, personal de limpieza ni médicos. Yo, como a mis hijas, los sentía al lado mío. Por eso lloré cuando los vi esperándome cuando me dieron el alta. Por eso y porque, de verdad te digo, y esto por favor ponelo: el que nunca lo ha vivido no tiene la idea de lo que se siente”.


“El que no ha tenido este virus no tiene idea lo que se siente cuando el cuerpo se te va agotando por la fuerza que hacés para respirar. Pero te hablo de cada respiro, ¿no? De cada respiro por vivir. Primero se te cansa el tórax de la fuerza que hacés por respirar, y cuando se te cansa el tórax después se te cansa el abdomen. Estuve con el respirador. No me entubaron, pero lo que también es difícil de nosotros, del personal de salud, es que conocemos nuestra mecánica respiratoria. Cuando ves que no mejorás, que los antibióticos no te ayudan, es inevitable pensar en lo peor, en que te vas a morir. La cabeza te va jugando en contra. Llegué a pedirle a la médica que me entubara, que me duerma, porque hasta ahí habían llegado mis fuerzas. Yo ya había tenido desmayos y convulsiones  porque no me llegaba el aire al cerebro. Pero a partir del sexto día el esfuerzo ya no era tanto para respirar. Eso te ayuda mentalmente, emocionalmente y te ayuda a ser más positivo”.


“Y me esperaba Milagros, mi bebé, que aquí la tengo conmigo. Todavía me siento débil, no llegué a pesarme, pero perdí casi 10 kilos. Siento débil las piernas y estoy medio cansado, pero ya tuve cita con la neumonóloga y me dijo que va bien mi recuperación, que es una recuperación lenta, que me va a llevar 30 días más. Pero aquí está Milagros, Milagros Felicitas, que es otro tema aparte: mi señora no podía quedar embarazada y llegó ella: mi señora es diabética y tuvo covid y  milagrosamente quedó embarazada. Después de pérdidas de varios embarazos, llegó Milagros. Mientras estaba internado, cada día recibía el apoyo de mis compañeros y las cadenas de oraciones desde todos lados. Mis hermanas son muy creyentes y recibimos las oraciones de mi iglesia, mensajes desde Brasil, Colombia, México, de todo el mundo. Tuvo más de 100 mensajes de apoyo cada día: cuando se une la mano del hombre y la palabra de Dios es poderosísimo”.


Antes de continuar la recuperación, antes de seguir jugando con Milagros, antes de recobrar las fuerzas para ir a visitar a las mellis, Jorge realiza un paréntesis, una pausa, y pide un respiro para el personal de salud, quién más que él para pedir un respiro, como Lisy, como el Centro de Salud, como todos los trabajadores que le ponen el cuerpo a esta lucha sin cuartel, ya con vacuna, pero sin cuartel: “Quienes trabajamos en el personal de salud fuimos muy castigados: de noche nos aplaudían, de día nos escrachaban. Tuvimos hacinamiento en nuestro hospital, nos cortaron las licencias, desde hace más de un año y medio no descansabas y nos daban licencias de 10 días, pero no te llegabas a recuperar en ese tiempo, en 10 días no podemos despejar nuestra mente del estrés que uno vive todo el tiempo. Yo la puedo contar ahora aquí junto a mi señora que también es de fierro y a la mamá de las mellis, a Lisy, que siempre estuvo, pero necesitamos que la sociedad nos acompañe. Yo la puedo contar, y le doy gracias a la vida por ello, pero hay muchos que no”.







Jorge con las mellis.
Jorge hoy: feliz papá de Milagros Felicitas. El domingo festejará su día de manera muy especial.