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"Ayer mi hermana, hoy mi papá": el dolor de Marcelo, el dolor de todos en Tucumán

HISTORIAS DE ACÁ

Noemí era profesora de pintura y tenía 55 años. Don José Antonio Kresseler tenía 83 y se dedicaba al rubro de la marmolería desde hace seis décadas. El relato de un hermano, de un hijo, y el mensaje más difícil: cómo seguir.

Noemí y don José Antonio Kresseler.





Suena el teléfono esta tarde en la casa de Marcelo Kresseler y atiende. Al igual que pasa en muchas casas del sur de Tucumán, este jueves solo hay silencio. Es un silencio que se rompe por el sollozo y por las palabras de un hermano y de un hijo que acaba de perder, con apenas horas de diferencia, a su amada hermana Noemí y a su amado padre José Antonio: “Aquí estamos, como podemos, más o menos. También tratándonos. Dentro de todo, lo nuestro es leve. Estamos tomando todos los medicamentos, todos los recaudos. Ahora mi otra hermana me asusta”.


Respetados y queridos por vecinos, empleados, clientes, alumnos, conocidos, desconocidos, lo que acaba de suceder en Concepción es uno de los días más tristes para la comunidad: “Mi hermana tenía 55 años. Era profesora de pintura en San Miguel, pero ya estaba acá con nosotros porque últimamente mi papá ya no podía caminar. Era un hombre grande y mi hermana se puso con nosotros al frente del negocio. Ella no tenía hijos y para mí era como una madre. A sus sobrinos les daba con todos los gustos. A mí me acompañaba a todos lados”.


“Y a mi papá lo conocieron todos del rubro. Nosotros siempre nos dedicamos a la marmolería. Es una empresa familiar con más de 60 años. Si habremos recorrido las casas de la gente de todo el sur de Tucumán... Desde que todo esto se desencadenó, arquitectos, ingenieros, doctores, todo el mundo sigue enviándome mensajes. Tuvimos la suerte de poder darle trabajo a más de 10 familias. Llegan condolencias de todas partes: ese es el legado que deja mi padre, ese es el cariño que deja mi hermana. Es lo que yo quiero transmitir a mis hijos, que sean buenos. Somos cinco hermanos, quedamos cuatro”, se quiebra Marcelo, con un silencio que lo dice todo.


Es un silencio que se corta con más palabras por Facebook o WhatsApp que llegan desde Acheral, de Santa Lucía, de Trinidad, de Buenos Aires, de Córdoba, personas que no salen de la conmoción: “Ayer mi hermana, hoy mi papá, así fue. Ayer a la tarde se le complicó el cuadro a ella: en el hospital de Concepción estábamos buscándole una cama porque su cuadro se había agravado pero fue demasiado tarde. Y unas horas después, cuando estábamos esperando para hacer los papeles y dejamos a mi hermana en el cementerio, llegó el llamado: mi papá también fallecía de covid”.


“Hasta poder hacer que descansen los dos juntos, lo paseamos a mi papá por todos lados para que se despida de los lugares donde fue feliz. Queremos que todo el mundo sepa lo que fueron mi papá y mi hermana en esta vida que esta enfermedad les quita. Si me preguntan cómo se sigue después de esto, las únicas palabras que encuentro es que tengo que hacerlo por los chicos. Y aferrarme a Dios. El padre Apud está llorando junto a nosotros desde esta mañana. Nosotros creemos en Dios, pero nunca nos cerramos a ninguna doctrina: también recibimos las oraciones de evangelistas, de gente cristiana, de personas que nos hagan llegar sus fuerzas y sus condolencias en este momento, en este momento tan pero tan difícil de explicar con palabras”.