"Sabía que era una enfermedad, pero no sabía que la estaba padeciendo"
TESTIMONIOS
Sentado a la mesa de un bar céntrico, pegado al ventanal sobre calle 24 de Septiembre, el testimonio es crudo: "Cambio mi vida o me muero".

Creció el consumo de alcohol durante la pandemia.
Dice Rubén que cuando él tomaba y veía que al lado suyo el otro no lo hacía, básicamente ese otro le parecía un boludo atómico. Dice Rubén, palabras más, palabras menos, que no le interesaba estar ni dos minutos de su vida con ese otro boludo. Que él empezó a los 12 años, que a los 16 tuvo su primera laguna mental, que un día apareció tirado en el Colegio Nacional, que se fue a estudiar a estudiar a Buenos Aires y que ahí cada vez se puso peor y que ya no hubo lugar para más boludos después de la primera internación: "El borracho tiene la capacidad de rodearse de otros borrachos. Ese es el mundo que conoce".
"Ni me interesaba estar dos minutos con alguien que no tomaba. No es tanto que el mundo sea como uno cree sino que el mundo que uno conoce es el que te va llevando y es el que la enfermedad te hace creer: ‘¡Todos toman!’, decimos. No. No todos toman. Vos te juntás con gente que toma y es distinto. La negación del alcoholismo es muy difícil para cualquier alcohólico. Es duro aceptarlo".
También dice Rubén: "Yo tenía algún conocimiento de que existía Alcohólicos Anónimos, pero como a la mayoría de los borrachos, me generaba bastante rechazo. Pensé que el peor lugar era llegar ahí. Se dice que la enfermedad es lenta, progresiva y mortal. En mi caso no ha sido así: ha sido bastante rápida. Antes de terminar el colegio, yo ya era un bebedor absolutamente anormal. A los 21 me habían internado por primera vez. Luego ha venido la etapa más crítica".
"Como mi viejo era un miembro de esta comunidad, un día lo llamé: 'Estoy mal con esto, necesito ayuda'. Yo he llegado muy loco, pero loco en serio. En la última etapa del alcohol y la droga me sacaba la ropa en la calle, deliraba que podía hablar con los muertos, en los grupos de Alcohólicos Anónimos me les cagaba de risa, les decía que Dios era una boludez, una idea para gente primitiva. Pero ojo: yo sí era loco, pero no boludo: veía que esa gente tenía algo que yo no tenía y era tranquilidad".
La contención y el afecto que encontró Rubén, sentado en este diálogo con el tucumano, es la que encontró Oscar a los 22 años, quien sentía que la vida se le iba por el río Salí si no la agarraba a tiempo: "Cuando yo tomaba, yo pensaba que iba a terminar solo y tirado en algún lado porque realmente no me interesaba por nada. Cuando llego a Alcohólicos Anónimos realmente empiezo a soñar. Empiezo a ver esas ganas de vivir. Es lo que me da este programa: esas ganas de vida, de ser por uno mismo. No ha sido tan fácil te digo, ¿no? Pero ahora estoy en la cama, viendo tele, se me acerca mi hijo, me dice: ‘Hola, papá’, así de simple, y es un sueño hecho realidad".
A la enfermedad del alcohol se han sumado nuevos escenarios y nuevos protagonistas: jóvenes y mujeres que antes no acercaban, el cóctel explosivo con las drogas y la pandemia que cumple un año. "En La Costanera, por ejemplo, la droga se ha naturalizado. Lo ves en chiquitos de 4 ó 5 años. Drogarse para ellos ya es algo común. Vi unos chiquitos en un jardincito a un costadito, todos sentaditos, y jugaban a que se pasaban algo. Me acerco y les digo: '¿Qué están haciendo, chicos?' Me respondieron: 'Estamos jugando a los piperos'. Son chicos de 5 años que ya se van naturalizando con eso".
"Mi generación (Oscar roza los 50 años) para llegar a la droga primero tenía que pasar por el alcoholismo. El alcohol te abría las puertas. Somos personas predispuestas a las adicciones. Y ahora es al revés. En La Costanera, los chicos comienzan drogándose. De ahí siguean tomando. Se invirtió la puerta de ingreso. La droga es más fácil conseguirla en ese ambiente. Es más económico. Por supuesto, se destruyen, ¿no? En La Costanera ya la gente no dice: ‘Tiene problemas de alcoholismo’. Sino: ‘Tiene problemas de droga’. Es un factor muy delicado".
Rafael, luego de escuchar a sus compañeros en la mesa del segundo piso que da al ventanal del bar El Molino, explica cómo ve a los jóvenes hoy y a su mayor participación en los grupos de Alcohólicos Anónimos: "Se han acelerado los tiempos. Todos tienen posibilidades de acelerar los tiempos de la muerte. Ahora tenés negocio tras negocio. Bar tras bar. Tenés vehículo más fácil. Tenés las puertas más fácil para que te matés más rápido. Hoy hay más cosas malas. Hoy hay más estímulos para que te vayan las cosas mal que para que hagas las cosas correctas. Está todo ahí a mano. Y los padres no son tan padres como antes. No están tan encima. Uno sale afuera y se entera de todo. La misma publicidad te incita a todo y si uno es débil ante la vida es más difícil y en el alcohol encuentra muchas cosas. En un primer momento te sentís un superhéroe, después te descarrilas".
De vuelta a Rubén, quien ahora revuelve el mundo con una cuchara en un vaso de limonada, dice ya metiéndose de lleno en el escenario de los jóvenes y también de una pandemia que está por cumplir un año y que ha acrecentado el consumo de alcohol: "La pandemia es una situación nueva no solo para Alcohólicos Anónimos sino para el mundo. Nosotros como comunidad no tenemos opinión sobre asuntos ajenos. Solamente hablamos de Alcohólicos Anónimos, de gente que tiene esta enfermedad y de cómo ha hecho para salir de esto. Pienso que la enfermedad en los jóvenes con el alcoholismo que se cruza con las drogas se ha vuelto mucho más agresiva".
"Antes un alcohólico podía pasarse 50 años chupando y quizás su nivel de deterioro no era tan alto. Hoy la situación del alcohol y la droga produce que lleguen chicos muy jóvenes pero con situaciones muy críticas. Me ha tocado recibir en el grupo una chica de 16 años que ya había tenido una internación y dos abortos y así ha llegado al grupo. Quizás antes llegaba una mujer que tomaba toda su vida, pero no había tocado vivir esas cosas. Llega gente más joven y el deterioro es más rápido. La encrucijada es cambio mi vida o me muero. Por un lado el deterioro es más rápido, pero por el otro la comunidad ha crecido mucho más".
Por último, impera saber cómo han lidiado este año de pandemia en un escenario de encierro, de soledad, sin los grupos presenciales de Alcohólicos Anónimos, lejos de los afectos, con los riesgos y las dificultades vinculares que pueden representar para sujetos que necesitan del otro. Aquí es donde interviene Alberto, uno de los veteranos y una de las palabras más autorizadas de AA: "Si yo no acepto mi alcoholismo y que tengo una enfermedad, y si no acepto mi impotencia ante esa enfermedad, no voy a poder aceptarme nunca. Del mismo modo acepto todas las circunstancias anteriores. Yo no puedo hacer nada en contra de la pandemia o de la situación económica del país. Pero fundamentalmente no hago nada en contra ni en favor. El programa de AA me protege de tal manera que sigo estando en paz a pesar de todas las circunstancias".
"No por ser un alcohólico voy a dejar de trabajar y esperar que alguien me dé de comer. Tengo que trabajar y alimentar a mi familiar. Tengo un poder superior que le atribuyo al programa de Alcohólicos Anónimos que a mí me ayuda a vivir ¡con alegría! a pesar de todas las dificultades. Al fin y al cabo es una fortuna estar en Alcohólicos Anónimos. Parece una herejía lo que voy a decir, pero si no hubiera conocido Alcohólicos Anónimos nunca hubiera conocido este sistema de vida que me da una fortaleza que no la tengo, que la recibo si practico el programa de tal modo que no huyo de ninguna circunstancia, la acepto y veo qué puedo hacer con la ayuda del poder superior y de mis compañeros. ¿Está más o menos claro?"
Agrega Rafael: "Durante la pandemia no estuve encerrado ni dos semanas. Fue por un tema de fuerza mayor. Me hacía mal. Me desesperaba. No tenía miedo al virus. Tenía miedo a caer. Decido salir, encubierto en los arbustos. Me encuentro con un compañero. Lo que menos hacíamos era hablar de la pandemia. Nos matábamos de risa. Hablábamos del programa. Sufría el encierro. Que te corten el ritmo de vida. A mí me importaba no tomar. Podés hacer lo que vos quieras menos tomar. Tenés un problema: todo el resto son circunstancias. El problema mío es el alcoholismo. Lo demás son circunstancias: te puede tocar, podés vivir, podés morir, son circunstancias. Pero mientras todo el mundo andaba con dos spray en la mano, yo estaba en paz".
Y cierra Rubén: "Tu alcoholismo es independiente de todo lo demás. Te vaya bien, te vaya mal, tengás mujer, tengás trabajo, no tengás trabajo, si vos tomás ahora ya un trago de alcohol, no vas a poder parar. Tenés que aprender a separar los quilombos de tu vida. Los quilombos de tu vida son una cosa, el alcohol es otra. Ese es el ABC de lo que uno enfrenta cuando llega a Alcohólicos Anónimos. Obviamente que en la teoría suena muy lindo, pero después otra cosa es la vida. Hay un ejercicio fundamental que es: ¿dónde está la enfermedad del alcoholismo? La enfermedad del alcoholismo tiene una parte que es orgánica, tiene una parte que es emocional y tiene una parte que es espiritual. De todas, la más importante es la espiritual. El alcohólico tiene una serie de características muy específicas: nuestra literatura dice que somos seres hipersensibles con las emociones más normal que el común de la gente y así también dice somos hiper temerosos: sentimos el miedo mucho más que las personas normales".
"Un compañero siempre dice: 'Yo he sido alcohólico desde que he empezado a pensar y borracho desde que he empezado a tomar'. Uno se da cuenta de que estaba mal del mate incluso desde antes de que ha empezado a tomar, es decir, que ese es el centro de la enfermedad: que uno tiene grandes dificultades para vivir. ¿Por qué te metés adentro de una botella? No es porque la vida te resulte muy fácil. Yo no podía hacer nada. Para dónde se movía el mundo me parecía absurdo. No entendía cómo era ser amigo, cómo era ser pareja, entonces esas cosas es lo primero que uno tiene que resolver con el programa. No es una opción. Vos podés dejar de tomar. Pero vas a seguir sufriendo igual si no arreglás toda tu parte interior”.
"Puede sonar místico, pero ahí es donde entra lo espiritual que es todo lo que no es material. Entrás a ver tus miedos, tu falta de aceptación de ver la realidad, tu incapacidad de confiar en vos mismo, en la gente, en las situaciones, tu incapacidad para verte en cómo realmente sos, tu incapacidad para cambiar. Los alcohólicos, como temerosos que somos, tenemos mucho miedo al cambio: necesitamos que todo esté igual, pero cuando aceptás que hay algo más allá que mueve los hilos y que es para tu bien y confiás en eso, empezás a mirar las cosas de otra manera, empezás a vivir”.
Para más interesados: este domingo 7 de marzo se realizará un encuentro libre y gratuito en El Cadillal:

"La tradición dice que donde se junten dos alcohólicos o más con el único fin de obtener la sobriedad es un grupo. Nominalmente en Tucumán hay entre 31 y 35 grupos de Alcohólicos Anónimos. En general la mayoría de esos grupos, 20 están en San Miguel de Tucumán repartidos entre lo que es el centro (5), la zona norte (6//7), la zona sur (otro tanto) y en el sur (en Lules, La Reducción y Famaillá, que funcionan con mucha dificultad) y después los grupos de Banda del Río Salí (otros 8), y también se han abierto uno nuevo en Alderetes y otro en La Florida". Teléfono de guardia permanente: 0381-155379648