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"Se pasaba el día haciéndonos reír": el Coronavirus se llevó a La Abuela de Todos

TUCUMÁN EN PANDEMIA

Tenía 80 años y es la primera víctima del Cottolengo Don Orione, la institución viene pasando sus días más difíciles desde que empezó la pandemia: “Tenemos varios casos”.





“Ella llegó en 1963, justo el 12 de marzo: el día de Don Orione. Fue una providencia”, relata Iván Silva, encargado de la relaciones institucionales del Cottolengo luego de haber publicado el comunicado más triste: el fallecimiento de La Abuela de Todos.

La mujer había llegado a la residencia cuando tenía 23: “No hay registros sobre sus vínculos filiares. En esa época era bastante común que a los chicos los dejaran en el Cottolengo sin información. Recién en los 90 empezó a cambiar eso y fue evolucionando hasta que ahora estamos mucho más profesionales en la recepción de las personas”.

“Ella tenía un retraso mental con discapacidades asociadas”, describe el directivo que trabaja en la institución desde hace 21 años: “Desde mi primer día, ella me generó la misma alegría. Se pasaba el día haciéndonos reír”.

A la Abuela le habían detectado el virus la semana pasada y su edad, sumada a sus comorbilidades le complicaron el cuadro, provocando su muerte: “Ella tenía 80 años, tenía el sobrepeso propio de la edad y además tenía algunas complicaciones como diabetes”.

La señora jamás fue indiferente para quien la conoció: colmaba de ternura los pasillos y jardines de su hogar. No había mañana en la que no asomara junto al sol a cumplir con sus rituales: “Participaba de todas las actividades que se organizaban. Además, se recorría las siete hectáreas del predio recolectando bolsas: tenía por costumbre coleccionar bolsitas”.

“Nos pedía a uno por uno una bolsa. Todos sabíamos que teníamos que guardarle una para cuando ella apareciera. Si alguna vez no le dábamos, se la prometíamos para el día siguiente y ella nunca lo olvidaba: al otro día aparecía reclamando que le cumpliéramos la promesa”, agrega la licenciada Olga Barros Salazar, Trabajadora Social de la institución.

Además de su amor por las bolsitas, Olga recuerda otras de las costumbres de la paciente del Cottolengo bautizada como La Abuela de Todos: “En los jardines hay muchos árboles frutales: ella solía recolectar las paltas y venderlas a $2. Lo hizo durante años por motivo propio, era bien emprendedora. Eso sí: si alguien no tenía para pagarle, ella le regalaba la palta. Su corazón era gigante”.  

“Solía relacionarse con cada uno de manera distinta, tenía un gran sentido del humor: a algunos nos hacía bromas con nuestras parejas y siempre se mostraba divertida. Con sus compañero de residencia era muy protectora, la mayoría la quería como una madre o una abuela”.

A menudo, algunas personas se acercan al Cottolengo de manera voluntaria y se involucran con los residentes: “Les llamamos padrinos y familias sustitutas. Es gente que viene a compartir su tiempo con ellos, o a veces los reciben en la casa. La abuela era una de las más queridas: estaba llena de padrinos que la amaban”.

El Cottolengo Don Orione viene pasando sus días más difíciles desde que empezó la pandemia: “Tenemos varios casos positivos y varios a la espera de los resultados de los hisopados. Por suerte, todos están controlados y esperamos seguir así. Además hemos lamentado la muerte de otro residente de 24 años, pero que no tenía Coronavirus. El hisopado le dio negativo. Él era un muchacho con muchos problemas de salud, relacionados a su discapacidad: solía hacer hasta tres neumonías por año”.

En este sentido, Silva destacó el trabajo del personal de la institución: “Hay enfermeros que cuando se activaron los protocolos vinieron voluntariamente desde sus casa, sabiendo que iban a quedar aisladas para poder colaborar desde adentro. Algunos dejaron sus familias y se metieron en medio del virus porque sentían que no podía quedarse afuera mientras esto nos pasaba. Ese es el amor que aquí nos sentimos entre todos. También agradezco mucho a esos ángeles que son los médicos y enfermeros del Siprosa que vienen todos los días a trabajar con nosotros”.

Volviendo a la Abuela, Olga Barros la recuerda generosa y amorosa: “Aún con 80 años, ella podía caminar sola, nunca dejaba de ayudarnos a poner la mesa. Entregaba amor todos los días. Me pone muy triste lo que le pasó. Era muy hermosa y la vamos a extrañar mucho”.

Sin dudas, el Cottolengo Don Orione no será el mismo sin ella, Silva admite que le costará no verla todos los días: “Voy a extrañar su alegría. Era una niña en cuerpo de abuela”, finaliza con las voz entrecortada por el llanto, ese llanto de duelo, de dolor, de tristeza, pero también de despedida y agradecimiento a ella: a la Abuela de Todos.