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"Me mueven el alma": los guerreros que luchan contra el Coronavirus en el Hospital de Aguilares

HISTORIAS DE PANDEMIA

Verónica es una de las empleadas de la limpieza del Hospital y nos permite conocer la primera línea de trabajo en los pasillos, camas y habitaciones. No todos los héroes y heroínas llevan capa: quiénes están detrás de los barbijos, los guantes, camisolines y botas.

Parte del equipo de limpieza del Hospital de Aguilares.





Verónica trabaja seis de los siete días de la semana en el Hospital de Aguilares. Lo hace en el turno de 6 a 14. Allí se encarga de la limpieza de oficinas y consultorios. Hace un tiempo se ocupaba también de la Guardia, pero diagnosticada de una enfermedad que ya ha vencido, Verónica continuó con su trabajo, pero ya no puede estar en la zona de riesgo como sí lo hacen sus compañeros de limpieza del hospital, tan importantes como los médicos y los enfermeros: “En la sala trabajan Lorena, Pitu, Atina y Marina; en la recolección de residuos: Tacho y Nico; en el lavadero: Claudia y Yiyo; Antonella y Malvina son las mucamas que cambian las sábanas de los pacientes. Los veo todos los días en los pasillos y cada vez que los veo, la verdad, me mueven el alma”.


Verónica no está afectada a la zona del Hospital de Aguilares exclusiva para la atención de pacientes con covid. De todas formas, lo sabe todo: “Venimos recibiendo capacitación desde hace mucho, creo que es la única cooperativa que cumple con todas las normas ISO. Tenemos otro protocolo de limpieza, tenemos muchos líquidos de limpieza, desinfectantes cuaternarios de alto poder que no necesitan de dimisión aprobados por Anmat”.


La directora a cargo del Hospital de Aguilares es la doctora Karina Fasioli: “Ella es infectóloga y es una eminencia en el tema. Es excelente: se ha puesto todo el hospital y a la ciudad de aguilares al hombro. Es increíble el trabajo que viene haciendo. Desde marzo la directora nos ha venido dando cursos sobre cómo usar los elementos de protección, los circuitos por dónde circular y por dónde no. Ella está en el pasillo con los chicos, con mis compañeros. Un error de los chicos de limpieza puede llevar al contagio”.


Las fotos que ilustran estas notas son las que llenan de orgullo y también de impotencia a Verónica: “Impotente porque por mi enfermedad no puedo estar codo a codo con ellos. Yo les digo a mis compañeros de limpieza que soy un cuatro de copas al lado de ellos. Hablo con vos y me emociono de nuevo. Me emociona mucho verlos. Sé del riesgo que corren todos los días”.


Si hay algunos héroes y heroínas que no llevan capa, están los compañeros de Verónica que se preparan para la batalla contra el enemigo invisible todos los días de la siguiente manera: “Llegamos con la ropa de civil, nos ponemos un camisolín impermeable y otro más arriba de quirófano, como el que usan los médicos. Todos están protegidos por ese acrílico que ven, que se lava, se desinfecta y se vuelve a utilizar. También usan las gafas 3M, el facial, el barbijo, las botas y doble guante. Aquí trabajamos normal: 3 turnos de 8 horas, un día de descanso. No tenemos sobrecarga horaria”.


¿Cómo ha cambiado la vida en el grupo de los trabajadores de la limpieza del Hospital de Aguilares comenzada la pandemia? “Antes siempre hacíamos un asado cada dos o tres semanas. Ahora no nos juntamos ya. En los descansos de turnos, estamos muy separados uno del otro. Por ejemplo, en mi horario de descanso, uno se ubica en cada punta de la mesa. Conversamos en distancia. Tratamos de distendernos y hablar de otra cosa: la vida sigue. A mis compañeros que trabajan en la zona más de riesgo, se les ha preparado un lugar donde descansan solos y se bañan. Se los cuida a ellos tanto como a todos. Insisto: la limpieza es tan importante como todo en estos momentos”.


Cuando sale a las 14 del Hospital, Verónica llega a su casa y comienza otro ritual: “Salgo del trabajo y, así como en el hospital, llego a mi casa, ya tengo una mesita preparada donde voy dejando las cosas. Y extremo los cuidados desde que entro porque vivo con mi papá (que hace las compras), con mi mamá y con mi hija. Me saco las zapatillas y me pongo las pantuflas. En esa mesita desinfecto la mochila: rocío todo con alcohol, abro el lavarropas automático y mando todo a lavar: el barbijo, el ambo, y la ropa de civil. Todo queda envuelto en toalla y luego se seca al sol. Me ducho y recién ahí preparo la comida. Todos los días así: una hora de preparación para recién sentarme a la mesa”.


Mientras pone a hervir el agua para los fideos, mientras se cocina la salsa, mientras su hija pone la mesa, mientras su padre y su madre ayudan hasta que esté la comida, Verónica revuelve con la cuchara de madera el mundo de sensaciones que vive todos los días: “Rezo mucho por mis compañeros. Pienso mucho en ellos. Están muy expuestos. Siempre los estamos alentando. Pitu, por ejemplo, tiene un carisma único: siempre está cantando, les transmite mucha alegría a los pacientes. Sí tenía miedo el primer día de contagios, como todos, pero ya no: estamos muy confiados en el acompañamiento que hacemos a los pacientes. De verdad es muy lindo el equipo que hay acá en Aguilares: siempre nos hacen parte, no porque seamos de la limpieza nos dejan de lado”.


Verónica sabe de batallas ganadas y confía en que esta pesadilla llamada Coronavirus se va a terminar: “Cuando he estado enferma, dos meses estuve en el Hospital Eva Perón. Fue increíble el trato que me dieron. Yo ya he ganado mi batalla personal. El único miedo que tengo es traer a mi casa el virus. Yo me cuido al extremo, pero estoy expuesta, no hay un escudo mágico. Ese es mi miedo, y por eso entre todos nos tenemos que cuidar. Confío en que el virus se va a ir: todo viene y pasa. Tengo mucha fe en Dios, sin Él todo sería imposible. Sin Dios y sin mis compañeros de los que quiero que todos sientan el orgullo que generan y lo importantes que son”.