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"No quería un 'negro' en el bar donde trabaja": escándalo en pleno centro tucumano

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El periodista Ramiro Suárez Bellanti relató en su cuenta personal de Facebook una situación acontecida en Bona Café, el bar que funciona debajo del hotel Carlos V. Imágenes sensibles.





El periodista Ramiro Suárez Bellanti relató en su cuenta personal de Facebook una situación que acontecida en Bona Café que funciona debajo del hotel Carlos V, en la que un mozo golpea a un vendedor ambulante que se encuentra comiendo en el local. A continuación publicamos la transcripción textual de la narración de  Suárez Bellanti, acompañado de un video. 

Les quiero contar una historia. Es la historia de A. No suelo hacer estas cosas, pero hoy la miseria humana, una vez más y como cada tanto, me hizo perder la fe en la humanidad. Si pueden y quieren, compartan para que llegue a más personas.


Un día salimos al centro con mi esposa y nuestro bebé. Ella cargaba al gordo en el fular, que en ese momento tenía unos seis meses. Mientras caminábamos por una galería se nos acerca un muchacho que portaba medias y repasadores.

-¿Es cómodo eso, verdad?
Hacía referencia al fular. “Sí, re cómodo”, le respondió mi esposa.
-Yo también tengo una bebé. Se llama F.
-Qué lindo. Sí, acá va cómodo y seguro.

Así empezó la charla, que duró varios minutos y en la que A. nos contó su historia.

A. es vendedor ambulante. Vende las medias y repasadores que carga. A veces golosinas, a veces bolsas para residuos y a veces libritos para colorear. Vende lo que toca, lo que pinta o lo que puede. Pero vende.

Quiero decir, A. trabaja todo el día. Desde temprano se lo puede ver en la zona de las peatonales. Y se va tarde, a veces a las 21, a veces a las 22 y si no se vendió bien capaz se toma el último colectivo hacia la Banda del Río Salí o se vuelve caminando.

Como vendedor, anda en la calle todo el día. En Tucumán, sabemos, eso implica someterse al verdugueo policial. Desde que lo ayudamos, siempre temimos que A. caiga en cana. Por las vicisitudes propias de la calle y porque laburamos en la justicia penal y sabemos cómo es la cana.

Además, A. no tiene que lidiar sólo con la policía, si no con un montón de pibes como el. Por diferentes causas. Y así, tal como temíamos, un día cayó en cana. Pero justo no andaba en la calle. Estaba en su casa, jugando con su bebé.

Resulta que A. vive en un lugar ocupado por muchas familias. Un día, vecinos que pretendían sacarlos para poder vivir ellos ahí comenzaron a agredirlo a el y a su familia. Una piedra pasó muy cerca de la cabeza de su bebé y A. se enojó.

Hubo una pelea vecinal y pasó. Pero a los 20 minutos cayó la policía. Decían que tenían una orden de allanamiento y que buscaban droga. A. vende muchas cosas, pero no droga. No encontraron nada pero se lo llevaron igual.

Lo tuvieron cuatro días en una comisaría sin decirle porqué. Sin llevarlo a declarar ante un fiscal o un juez o avisarle que estaba arrestado por una contravención. Una buena persona ayudó a la familia de A. y pudo salir gracias a un habeas corpus.

Quizás nuestros privilegios de clase no nos permitan comprender la gravedad del asunto. Porque son cosas que sólo les pasan a personas excluidas como A. Excluidas hasta de las miradas de quienes ni le responden cuando A. ofrece las cosas que vende.

Pero hace unos días, la miseria humana superó todos los límites de la inmoralidad. A. se acercó a las mesas de un bar llamado “Bona”, en plena calle 25 de Mayo, a ofrecer sus medias. Nadie le compró, pero una señora que ya se iba le regaló su milanesa.

A. se sentó en la mesa cuando la señora se levantó y se tomó una pausa para almorzar. Así se ahorraba una comida en el día y podía tener más plata para llevar a la casa. Pero de repente, mientras disfrutaba de un bocado, empezó a recibir piñas en la cara.

Un mozo salió del interior del local, le quitó la comida y comenzó a pegarle para que se retirara. No quería un “negro” en el bar donde trabaja. No le importó, ni siquiera, que la milanesa que estaba comiendo A. ya era de el, porque la señora se la había regalado.

Una amiga que pasaba por el lugar pudo filmar la situación y, conmovida, compartió el video en un grupo. Cuando lo vimos, lo reconocimos y no podíamos creer que era el. Nos pusimos tan mal que nos dieron ganas de pedirle perdón a nuestro bebé por traerlo a un mundo tan de mierda.

¿Cómo puede haber gente tan basura? ¿Hasta dónde puede llegar la miseria humana? ¿Cuáles son los límites del odio, los prejuicios y la exclusión? Ni idea. Lo que sí sé es que este mundo no para de hacerme perder la fe en la humanidad.


*A. es una abreviatura del nombre real del protagonista de esta historia. Fue consultado y brindó su consentimiento para hacerla pública. El que quiera ayudarlo me puede escribir por privado y lo coordinamos, todo para el es mucho y muy bienvenido. Gracias por leer y compartir.