Top

"Nadie quiere recibir ese llamado": César, su familia en Lastenia y el Coronavirus

HISTORIAS DE PANDEMIA

Es el hijo de Carlos, el paciente de 68 años, diagnosticado el pasado viernes con covid-19. Rompe el silencio y relata todo el proceso de lo vivido en detalle, el contagio en su madre, hermanas, sobrinos y cuñados y mantiene firme la esperanza: "Le dije a mi papá que todo va a estar bien".

Aquí César tiene internada a la mayoría de su familia, en buen estado de salud. Su padre está en el Centro de Salud.





Antes de que don Carlos se jubilara, era tanto el ruido que hacían las máquinas de la empresa textil donde trabajaba que con su hijo César se comunicaban a través de señas: “Mi papá trabajó 35 años ahí y yo 10, hace mucho. Hacíamos hilados para telas y usábamos protectores de sonido por el ruido. Era más fácil hablarnos por señas que gritando. Nos preguntábamos si estaba rica la comida, nos leíamos los labios, nos mirábamos para saber cómo estábamos, él me levantaba el pulgar, yo a él, todo así por señas mientras trabajábamos en la empresa”.


Ese lenguaje de señas cómplice entre padre e hijo, entre don Carlos, de 68 años, y su hijo César, de 41, es el que el pasado jueves al mediodía, a través del espejo esmerilado del Sanatorio 9 de Julio, les permitía a Carlos y César comunicarse por unos minutos a la espera de los resultados de covid-19 al paciente mayor: “Mi papá ya estaba aislado solo en esa sala y yo desde el otro lado del vidrio, parado y mirándolo, le decía con la boca marcando bien cada palabra: ‘Todo va a estar bien, quedate tranquilo, papá. Todo va a estar bien’”.


Ese deseo basado en la Fe y en las manos de los médicos tucumanos para César, esas palabras dibujadas con la boca para su padre, son la actitud de un muchacho que después de la empresa textil siempre le puso el pecho a la vida, se compró un motocarro, arregló aires acondicionados, y hasta hace unos meses vio cómo su padre siguió trabajando cuidando autos, bien querido por los vecinos de la cuadra céntrica, y por las mozas de una panadería que le acercaban el café con leche con tortillas: “Preguntá por mi viejo, es muy querido”.


Tan querido don Carlos, que se lo extrañaba desde hace un tiempo en la cuadra. El café con leche con tortillas lo tomaba sin salir de su casa por la cuarentena. Se lo preparaba él o su esposa, hasta que un día comenzó a sentirse raro, primero un resfrío, después el pecho, nunca fiebre, luego el olfato, y también el sabor en cada sorbo y bocado: “A través de videollamadas nos manteníamos comunicados. Un fin de semana iban a venir a almorzar a mi casa, pero mi mamá me llamó para suspenderlo: ‘No vamos a ir porque se ha enfermado tu papá y se ha enfermado tu hermana’, me dijo”.


Ese primer aviso dejó una preocupación lógica en César, el hijo de don Carlos, una tensión en los hombros que intentaba distenderse con una broma común en estos tiempos: “Al inicio se tomaba una pastilla para el resfrío. Lo mirábamos y no tenía todavía los síntomas. No podíamos o no queríamos pensar en el coronavirus. Era todo muy reciente. Al principio le decíamos molestando sobre el tema: ‘Mirá que si vas, te van a hacer quedar en el hospital, ¿no?’. Se lo tomaba con humor. Pero cuando empiezo a ver que también se enfermó mi hermana, y mis sobrinos y mis otros sobrinos, pensé: ‘Cagamos’”.


“El sábado 18 de julio me comunico con mi familia en Lastenia. Antes que nada, vale aclarar que él en ningún momento había salido de mi casa. Siempre a través de videollamadas de WhatsApp, ese sábado no lo veo bien a mi viejo. Le preguntaba si había perdido el olfato, me decía que sí. No sentía olores ni sabores. Le insisto para que vaya al médico, pero seguía en cama. Entonces avisé en mi casa: 'Preparame el trapo con lavandina que voy'. Y le llevo al papá amoxicilina. Voy y le digo: ‘Tomá ya esto’. Yo siempre con barbijo porque tengo una bebé y mi señora es paciente de riesgo, le pregunto qué le duele. Me responde: ‘Cada vez que toso, me duele el pecho’. Ya el domingo, en el Santa Rita, de Lastenia, el médico de guardia le dice: ‘Quedate tranquilo que es un virus, en 15 días te va a pasar’. Le ponen una inyección y toma ibuprofeno. El martes le hacen un rescate con un paf y le dan un corticoide con una máscara de oxígeno. Ahí ven el cuadro y nos dicen: ‘Tiene que ir urgente a un cardiólogo y a un neumonólogo’”.


Ese mismo martes se produce un corte de luz en Lastenia. A oscuras, agitado, César ve a su padre Carlos: "Me saluda con la mano y ya no me puede decir ni hola. Se hacen las 10 de la noche, le preguntamos si quieren que lo llevemos al sanatorio, y nos dice que sí. Consulto con una conocida en el Hospital del Este, le comento que mi viejo no podía respirar, que fiebre no tenía, pero me manda un WhatsApp: ‘Llevalo urgente’. En el auto iban mis tres hermanos y mi viejo. Cuando llegan al Este, ya se había aplicado el protocolo covid por un camionero. Y a mi papá lo hacen ingresar por otra guardia. Yo estaba en mi casa. Era la 1 de la mañana. Ya me había sacado la ropa para ducharme, pero no entro a bañarme. Pienso: ‘No, me voy a verlo en el auto’”.


En el Hospital del Este, a César le comunican que su padre debía ser derivado de inmediato a la Unidad Coronaria del Sanatorio 9 de Julio porque era más grave la cardiopatía que la neumonía: "Me avisan: ‘Tu viejo está en proceso de infarto o ya lo ha tenido’. Ahí le salvaron la vida porque le ponen suero, le hacen placa, lo estabilizan y ahí lo envían". Con todos los protocolos correspondientes del caso, llegan al Sanatorio: “Me subo con él a la ambulancia que lo traslada. Él hablaba muy poco. Susurraba: ‘Sí, estoy acá’. Pero aquí es donde me doy cuenta que la ambulancia no tenía oxígeno. Insisto: no le echo la culpa a nadie ni nada, estoy agradecido con los cuidados, pero cuando hay una verdadera emergencia no te podés quedar sin oxígeno”.


Llegados al Sanatorio 9 de Julio, un clínico constata toda la derivación y le informan a César que su padre quedaría internado para realizar los estudios correspondientes: “En la placa le sale que tiene una neumonía, y que ha llegado mal del corazón. Al igual que todos los médicos que lo han atendido y lo atienden, siempre les voy a estar agradecidos".


Esa medianoche de martes y madrugada de miércoles fue eterna para César: "La cardióloga lo iba a recibir, eran las 2, las 3, las 4... No salía la médica, salía una enfermera, salía una médica, pido verlo y ya lo veo con todos los tubos. Siempre con barbijo y todos los cuidados, pido acercarme a verlo un minuto y le digo: ‘Quedate tranquilo, esto es como un hotel cinco estrellas de la salud’. Ahí se me quiebra mi viejo, me hace una seña de que me vaya porque está todo bien, le doy un apretón de mano porque no lo podía abrazar y me voy".


Sin dormir, se hace miércoles a las 12 del mediodía, a César le dan los primeros estudios: “Volvemos a ver los análisis, nos dicen que seguía delicado, pero nos dicen que le iban a hacer una tomografía. Ese mismo día, corriendo con los papeleríos: hacemos el depósito de 4 mil pesos para que le hicieran la tomografía hasta que el PAMI nos reintegre, le hacen la tomografía el miércoles a la tarde noche. El jueves me llaman a la mañana porque ven algo raro, y nos dicen: ‘Tenemos una sospecha de que puede tener el covid-19. Podemos hacerle gratis por el Estado y los resultados están en 48 horas o por un privado que lo tienen en horas y tiene un costo de 3 mil pesos’. No podíamos esperar: así como nos reintegraron los 4 mil de la tomografía, le pagamos los 3 mil. Me dejaron un ratito, pero ya me decían que no me acercara, y ahí es donde a través de un vidrio, nos hicimos las señas de que todo iba a estar bien”.


Después de guiñarle el ojo y levantarle el pulgar a su padre, el jueves a la noche el teléfono fijo de la familia en Lastenia suena: “Nadie quiere recibir ese llamado, el llamado que no queríamos escuchar, llega: mi papá tenía coronavirus. Llorando mi hermana me dice que le había dado positivo. Me alarmo, le pido que me pongan en altavoz, les pido que empiecen a limpiar todo con lavandina, mi mamá mientras tanto no podía respirar bien, había una prima que le había ido a poner una inyección y le digo: ‘Te recomiendo que te vayas ya, andate a tu casa y descartá la ropa’”.


“Esa misma noche de jueves nos dicen que a mi papá lo iban a trasladar al Centro de Salud, internado en el tercer piso de cuidados críticos. Y a nosotros nos dijeron que no nos movamos a ningún lado. Ellos se iban a poner en contacto. El viernes nos iban a venir a hisopar, y a las 10 ya estaban en camino. Ahí se armó el revuelo en el barrio, policías en moto, y no nos gustó que le sacaran fotos a la casa. Cuando llegó la ambulancia, se supo que al ver todos bajar con camisolín, algo pasaba. El móvil de la Policía alejaba a la gente, pero la gente seguía filmando y sacando fotos a la casa de mi viejo. Estaba llenísimo afuera, preguntaban qué pasaba. Yo tenía miedo que le apedrearan la casa a mi familia, quienes, y también quiero salir a desmentir lo publicado en otros medios, en ningún momento se ha resistido al hisopado ni mucho menos. Siempre nos cuidamos y sabemos que los médicos son los únicos capaces de salvar a la gente”.


De esos hisopados realizados a la familia, 8 resultaron positivos e informados al filo de la medianoche del viernes. Desde entonces, la atención, la movilización, la cadena de oraciones y el operativo de aislamiento se trasladó a nueve manzanas de Lastenia: “Tengo 10 familiares contagiados. Mi papá está en el Centro de Salud, mi mamá, mis dos hermanas, cuatro sobrinos, y mi cuñada, y cuñado están en el Hospital del Este. La noticia nos ha caído como un baldazo de agua fría. Te das cuenta que te puede pasar. Muchos vecinos hablan tonteras: dicen que no nos cuidamos, lo cual es falso. De mi casa sólo salieron mi hermano, que trabaja con camiones que traen cigarrillos de Buenos Aires, y mi cuñado que trabaja en la estación de servicio y está indicado como el paciente cero. Pero nadie sabe a ciencia cierta cómo comenzó todo esto. A mí me hicieron el hisopado y di negativo al igual que mi familia. A todos los compañeros de trabajo de mi cuñado también les dio negativo. Nosotros no queremos ocultar ni dar falsas alarmas”, explica César, quien se encuentra aislado en una habitación de su casa, y agradece a los buenos vecinos (sin contacto) que le acercan las cosas que no puede salir a comprar.


“El sábado a Lastenia han ido el intendente Darío Monteros y la ministra Rossana Chahla. Llamaron a mi vieja, le pidieron que se quedara tranquila, que nos acercarían lo que hiciera falta: desde mercadería hasta un psicólogo. Pero insisto: no se sabe cómo empezó todo. Hay un vecino de Lastenia que me contó que el viernes había estado engripado, se acercó con barbijo y le dijo a la ministra: ‘Yo he tenido síntomas, nosotros estamos asustados’. Le han hecho el hisopado a él, a dos integrantes de la familia y les dio positivo a él, a su mujer y a su hija”, dice César, quien espera todos los mediodías para llamar al tercer piso del Centro de Salud y esperar buenas noticias de su padre Carlos: “Sigue estable, todos los mediodías recibo el parte. Viene mejorando. Le hicieron la transfusión de plasma, que le genera anticuerpos porque es de un paciente ya recuperado. Esto es un 50% y un 50%. Pero siempre con la esperanza de que todo pase y de que podamos volver a vernos pronto”.


“La gente que lea esta nota tiene que saber que es necesario tomar los recaudos como el barbijo. Esto es algo nuevo. Mi resultado negativo ha sido, entre comillas, una buena noticia. Pero ha sido muy angustiante todo lo vivido: hubo quiebres, lágrimas, muchos sentimientos encontrados, más que nada por mi viejo, con el miedo y con la esperanza cada mediodía. El único mensaje que puedo dar es que son momentos de acompañar, en vez de juzgar. Y de tomar mucha conciencia. Veo que no hay conciencia. Muchos subestiman el virus: tomemos los recaudos para que no se propague. Que la gente se informe bien antes de criticar: tampoco es el demonio, no estás poseído. No hay que ocultarlo. Hay mucha gente que no le tiene miedo al virus, sino a que lo aíslen. Nadie está exento de estas cosas: ni siquiera los camioneros son el demonio. Nadie quiere contagiar a nadie. Nadie quiere pasar lo que estamos viviendo”.