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"De pronto, estaba lleno": rompe el silencio una pasajera del Colectivirus

en primera persona

Florencia fue una de las viajeras del colectivo que sumó 26 infectados de coronavirus a la provincia. El costo del pasaje, las normas sanitarias incumplidas durante el viaje y el contagio de su papá en un centro de aislamiento de la provincia, fueron parte de un complicado regreso a casa. “Cada vez que me acuerdo me da escalofríos”, contó sobre los hisopados a la que fue sometida.

Interior de un colectivo de larga distancia. (Imagen ilustrativa)





Luego de esperar más cinco horas en Terminal de colectivos Dellepiane, en Capital Federal, Florencia Lucena logró abordar el colectivo que la reuniría con su familia en Tucumán. “Cuando subí busqué un lugar alejado para viajar sola. Eso pensé al principio porque nos habían dicho que en cada fila de dos asientos iba a ir una persona”, explica la joven con su tonada tucumana invadida por el inglés. Sin embargo, los minutos posteriores la llenarían de preocupación: “Un chico que estaba sentado en la fila de asientos de la par comenzó a asustarse. Estábamos bastante confundidos, no sabíamos qué pasaba y de pronto, el colectivo estaba lleno”.

El ómnibus del que habla la joven oriunda de Yerba Buena es la unidad que el pasado 7 de junio llegó a la terminal de San Miguel de Tucumán desde Buenos Aires, una de las zonas con mayor circulación comunitaria de Coronavirus en el país. Desde ese día, y hasta principios de julio, de los 62 pasajeros (más dos bebés que no ocupaban butacas), 26 dieron positivo en los al menos tres hisopados a los que fueron sometidos. 

La cantidad de infectados provenientes del mismo contingente -que aún tiene repercusiones. Luego de que algunos trabajadores de la Salud que atendieron a los viajeros dieron positivo por COVID-19, la Povincia decidió tomar medidas extremas para impedir más casos importados, como fue la de cerrar los límites provinciales por dos meses, una ley que tuvo el aval del Poder Ejecutivo y Legislativo, pese a la debatible legalidad de la norma.

El largo regreso a casa de Florencia comenzó el 10 de marzo, cuando luego de pasar seis meses en la casa de un familiar en el Estado de Utah, al oeste de los Estados Unidos -donde aprendió a hablar un inglés fluido-, regresó al país junto a su abuela con la idea de volver a su provincia natal para las vacaciones de julio y luego en agosto volver a partir a la tierra gobernada por Donald Trump. Nueve días después una frase cambiaría los planes de la adolescente de 16 años. “Nadie puede moverse de su residencia, todos tienen que quedarse en sus casas”, anunciaba el presidente Alberto Fernández la noche del 19 de marzo dejando a Flor aislada en un monoambiente de Ciudad de Buenos Aires (CABA), en el que convivía con otras seis personas: su tía, su tío, sus tres primos y su abuela.

Luego de más de 70 días viviendo en un pequeño departamento, su tía encontró la manera de que la joven regrese a Tucumán ya que la convivencia se tornaba cada vez más difícil ante la falta de espacio y la cantidad de gente atravesando una cuarentena total en pocos metros cuadrados. “A mi tía le llegó el dato de que la Defensoría del Pueblo de Tucumán estaba ayudando a la gente varada en Buenos Aires. En medio de eso el presidente anunció un programa para la gente varada dentro del país. Hablamos con la Defensoría con la casa de Tucumán y le explicamos que mi situación no daba para más: mi tía había sido mamá nuevamente, había tenido a su hija y yo estaba ahí y no me podía ir. Éramos muchos. Ella no podía acceder a ningún beneficio del Gobierno por lo que estábamos casi en la quiebra, era una situación bastante estresante”, recuerda Flor que no dudó en aprovechar la oportunidad. “La decidí tomar sabiendo la que acarreaba. Pero nunca pensé que esto podía llegar a ser tan grave”, se lamenta

Las gestiones realizadas darían sus frutos, ya que la adolescente consiguió un lugar en el coche perteneciente a la firma Santibus SRL, que salió de la terminal Dellepiane el 6 de junio. De acuerdo a lo estipulado, el ómnibus iba a salir a las 19:30, sin embargo los pasajeros debieron esperar horas para poder guardar sus valijas y ocupar sus lugares. “Mi tía me acompañó para ayudarme con las maletas. Mientras esperaba hicimos una fila. Yo trataba de guardar distancia pero todo el mundo estaba junto, pegados, uno al lado del otro”, recuerda Florencia que resalta que las maletas no fueron desinfectadas al subirlas al colectivo y que los controles sólo consistieron en tomarles la temperatura

Florencia confirmó que el regreso a casa no fue gratis, ya que debió pagar estando arriba del colectivo $5.500, monto que fue cobrado por uno de los choferes. “Una vez en camino un hombre comenzó a pedir la plata del boleto, sin guantes y con contacto, sin mantener distancia”, explica alarmada la joven. ”Con nosotros viajaba una mujer que regresaba a Tucumán luego de sufrir violencia de género. Era una víctima en resguardo. El chofer le quiso cobrar y ella le debió explicarle su situación delante de todos”, agregó.



Sobre el trayecto, que en realidad comenzó a la madrugada del 7 de junio, con cumbia que salía de parlantes a un volumen alto, la joven contó que la gente se comportaba de manera normal, conversando entre ellos, compartiendo alimentos entre los que viajaban acompañados y que la única protección del virus eran los barbijos que, obviamente, eran retirados para comer o beber algo. “Yo tenía mi bolso y mis cosas alejadas de mis acompañantes, que eran una mujer y su hija. El baño lo vi una vez y no pude volver más. Era horrible, el baño más feo y sucio que vi en mi vida, mojado por todas partes”, cuenta esta pasajera, que durante las semanas posteriores dio negativo enlos cinco hisopados a los que fue sometida durante su aislamiento obligatorio. “Cada vez me acuerdo me da escalofríos”, afirmó casi como pensando en voz alta.

A pesar de los controles en las rutas que, de acuerdo a lo que recuerda Florencia sólo eran intercambios de datos hablados entre agentes y los choferes, el colectivo llegó a la terminal capitalina cerca de las 18:30, luego de pasar casi cinco horas en el límite con Santiago del Estero, sobre la Ruta Nacional 9, hoy el único ingreso habilitado a Tucumán. 

Con el alivio de estar cada vez más cerca de su casa y su familia, la joven descendió de ómnibus donde la hicieron hacer una fila para realizarles la prueba del olfato. “Una vez en fila india, con algunos respetando la distancia y otros no, venía un señor que te hacía oler algo con vinagre. Todo el mundo decía ‘vinagre’, ‘vinagre’ y el que no lo olía podía repetir tranquilamente la respuestas de los demás y pasaba la prueba”, afirmó entre risas.

Tras llenar una declaración jurada con sus datos, los agentes sanitarios apostados de la terminal les dieron a los pasajeros dos opciones para realizar el aislamiento obligatorio establecido para todas las personas que llegaban desde zonas con transmisión viral de COVID-19. “Ahí me informan que teníamos dos opciones para realizar la cuarentena: el hotel o al albergue comunitario. El hotel valía $1.000 el día, por lo que la mayoría de los que viajábamos elegimos los centros comunitarios”, confesó Florencia, que luego seguiría detectando una serie de irregularidades en las normas sanitarias. 

“En la terminal estábamos en un sector separados únicamente por un cinta de los familiares que nos habían ido a esperar. Los pasajeros estábamos frente a frente, a pocos centímetros, pero separados por esta cinta”, repite de manera irónica la joven que asegura que algunos pasajeros se abrazaban y besaban con las personas que habían ido a darles la bienvenida y que algunos hasta les entregaban sus valijas, algo que les habían informado estaba prohibido. 

A Florencia, que había decidido ir al albergue montado en La Rural, la esperada  su papá, al que le habían dicho que su hija podía hacer la cuarentena en su casa, información que luego fue negada en el lugar de encuentro. “Mi papá me fue a buscar porque yo iba hacer la cuarentena en su casa, ya que es una casa sola. Me habían dicho a mí, a mi tía y a mi papá que iba a hacer la cuarentena en mi casa. Pero viene este hombre y nos dice que esto ya no era así, que los protocolos habían cambiado”, señala y cuenta que para acompañarla y cuidarla, el hombre pidió permiso para cumplir el aislamiento junto a ella, algo que fue aceptado por los agentes sanitarios. Esta decisión le jugaría en contra al hombre de 38 años, ya que 14 días después de estar junto a su hija en el gran galpón ubicado en el Camino de Perú, y tras dos hisopados, daría positivo por Coronavirus, resultado que hasta hoy lo mantiene internado en el Centro de Salud, por fortuna, en buen estado.

“El traslado a La Rural fue en otro colectivo también lleno de gente. Cuando llegamos nos piden nuestros documentos y cuando ingreso veo que estábamos todos juntos. Yo vivo cerca de ahí, pensé que al menos las camas iban a estar separadas por un plástico, pero esto no fue así”, cierra Florencia el relato de su viaje, que continuaría con 34 días de aislamiento en las instalaciones de la Sociendad Rural de Tucumán y en Horco Molle, los que cumplio el pasado sábado 11 de julio tras el último negativo necesario para que las autoridades del Sistema Provincial de Salud (SiProSa) le dieran el alta definitiva.