Carlitos, el guardián solitario de la montaña, y un pedido de ayuda
Historias de acá
La humilde casa donde vive Carlos Pacheco es el paso obligado de quienes se dirigen a la Laguna del Tesoro, un lugar al que sólo se accede a pie o a caballo. El guía de montaña Renzo Di Berto inició una movida solidaria para acondicionar su casa: “Estoy sin trabajo, pero hay gente como Carlitos que necesita más”.

Renzo y Carlitos, el guardián de la montaña.
Una casita sola y un hombre solitario que guarda todos los secretos de las montañas que lo rodean. La vida de Carlos Pacheco está llena de silencios y misterios. Nadie sabe a ciencia cierta cuántos años tiene, pero aseguran que el tiempo es todo suyo. Para muchos, esa casa que es la única en un paraje ubicado a 11 kilómetros de Alpachiri, el pueblo más cercano, es un pasaje obligado en el camino que conduce a la famosa Laguna del Tesoro. Hasta ahí sólo se llega caminando o a caballo. Y Carlitos siempre estuvo ahí.
La vida de Carlos Pacheco es la vida de un hombre simple que cuida una pequeña estancia y siempre está rodeado de sus animales: un par de caballos, unas cuantas ovejas y alguna que otra vaca, el resto es naturaleza agreste; pura soledad. El guía de montaña Renzo Di Berto lo conoció cuando tenía apenas quince años, la primera vez que encaró el camino que conduce a la Laguna del Tesoro, ese lugar idílico ubicado a 1850 metros sobre el nivel del mar donde, según cuenta la leyenda, los indígenas perseguidos por los colonizadores dejaron algunos de sus más preciados tesoros. Los mismos que custodia un inmenso toro negro con astas de oro. Ese no es el único secreto que custodia ese paraje a los pies de los Nevados del Aconquija. Desde entonces hasta ahora que tiene 33 años, Renzo ha vuelto siempre a visitar a Carlitos, el solitario guardián de la montaña.
“Carlitos toda su vida vivió solo ahí. Siempre le estamos llevando comida, ropa o vino. Los dueños de la estancia le dan cosas, pero él las cambia, las regala o las vende. Aunque cobra su sueldo, es bastante precaria su situación, pero porque él quiere, es gente de campo, muy sencilla. Todas las casitas que hay en el pedemonte también son así de precarias, es gente que no conoce las comodidades”, cuenta Renzo para quien suele visitar a Carlos Pacheco para compartir con él mates o asados. Si bien lo conoce desde hace más de quince años, es muy poco lo que sabe de su historia. Sabe que su casa materna está en Alpachiri, pero él no suele moverse de su casa y cuando recorre los once kilómetros que lo separan del pueblo suele hacerlo a pie, a pesar de tener su caballo. “Mucho de su historia no sé porque no él no habla mucho, balbucea y no se le entiende ni aca. Creo que él es tímido para hablar porque sabe que no se le entiende”, relata el guía dando cuenta del aura de misterio que rodea a la figura de este hombre solitario.
Carlitos está solo ahí. La vivienda más cercana es la de Lito Valdez que se encuentra cinco kilómetros más arriba. Desde que Renzo tiene memoria, la casa de Carlitos estuvo siempre igual: una construcción precaria de material con una galería improvisada resguardada por bolsas. De acuerdo con el guía, esa protección no es suficiente, sobre todo ahora que llega la parte más cruda del invierno: “La parte de la casa que da para la zona de La Mesada tiene unas bolsas yapadas y el chiflón entra igual, eso no llega a parar el viento. Es un lugar donde hace mucho frío, a partir de las 18, cuando baja el sol, en estos días hizo unos cinco grados y más tarde se pone más frío aún”. Según explica, en esa galería el hombre suele encender el fogón, por eso, parte de las bolsas que la rodean están quemadas y por esos agujeros pasa el viento. Debido a estas condiciones, Renzo decidió construirle una nueva galería con plásticos y también una nueva cocina. Para eso inició una movida solidaria a través de sus redes sociales para recibir donaciones. La semana pasada consiguió el plástico, pero pasó algo terrible.

El jueves pasado, Juan Manuel González, un vecino de La Cocha, se contactó con Renzo para donarle dos plásticos grandes que sirven a la perfección para construir una nueva y mejor galería en la casa de Carlitos. La entrega se había pactado en el ingreso a Concepción, sobre la ruta nueva. Cuando Juan Manuel le hacía entrega de los plásticos, dos hombres se detuvieron en una moto y uno se bajó revólver en mano: “Uno se baja y me hace un tiro a cuarenta centímetros del pie. Después, me ha puesto la pistola en la cabeza y me hace bajar hasta unos matorrales. De ahí fue hasta la camioneta donde estaba la familia de Juan Manuel y les robaron los celulares”. Cuando el asaltante se disponía a huir con el botín, de camino otra vez hasta la moto, trastabilló y se cayó. Entonces aprovecharon para reducirlo mientras su socio escapaba. Al rato llegó la policía. Renzo recuperó el plástico y la situación ahora no es más que un recuerdo traumático.
El guía calcula que los plásticos servirán para construir la galería tanto de Carlitos como de Lito Valdez, ahora lo que busca son chapas para construir la cocina de su amigo: “Yo pido sólo lo que necesito, a la gente le gusta mucho ayudar, hay mucha gente buena en la calle. Cada vez que publico algo mucha gente se ofrece a ayudarme y los baqueanos del lugar también se ofrecen para darme una mano. Quiero ir poniéndole las cosas en la casa porque, si le dejo las chapas ahí, algún pícaro puede pasar y se la va a cambiar por otra cosa. Yo estoy sin trabajo y la necesidad me ha llevado en la primera parte de la cuarentena a vender barbijos, así que acá estoy, estoy sin trabajo, no pierdo la esperanzas de encontrar algo, pero hay gente como Carlitos que necesita más”. Quienes deseen realizar donaciones pueden contactarse con Renzo a través de su cuenta de Instagram o al teléfono: 3815675666.
Renzo es oriundo de Concepción y trabaja como guía del grupo Caminantes de Montaña. Esos senderos que tantas veces ha recorrido para visitar la Laguna del Tesoro ya son como el patio mismo de su casa. Confiesa que siente una conexión muy especial por los paisajes y la gente del lugar: “Antes vendía viajes de egresados, pero dejé todo para dedicarme a la montaña. Es un lugar mágico porque te transmite cosas inexplicables, no sé cómo decirte, es el lugar y el momento. Ese es un lugar donde no hay nada, estás vos y el mundo, es una cuestión de conexión. Lo que se vive ahí compartiendo una ronda sentado en el pasto es lo que realmente te llega, es muy difícil que te lo explique. En lo personal, lo que más me gusta es el rostro de las personas cuando llegan a un lugar así, que la gente conozca lo que yo siento cada vez que voy”.
Y si los paisajes del lugar tienen esa aura casi mística, su gente, como Carlitos y Lito, los auténticos guardianes de esos parajes solitarios, son aún más especiales: “Es gente muy sana, de buen corazón, que no tiene maldad, son atento y son carismáticos a su manera”. Esa casita sola y ese hombre solitario con sus secretos no están tan solos.
