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En La Costanera, los alumnos siguen las clases gracias al ingenio de los docentes

Historias de acá

Profesores y vecinos del barrio popular se unieron y realizaron una campaña de padrinazgo para que los chicos cuenten con internet para seguir las clases a distancia. La historia de María José Vázquez, de abanderada a maestra particular en plena pandemia.

La profesora Patricia Aguirre junto a María José Vázquez, abanderada de La Costanera.





“Más allá de la tarea, lo que buscamos es contener a los alumnos”, deja en claro Patricia Aguirre, profesora de Lengua y Literatura de la escuela secundaria Costanera, cuál es el principal objetivo de quienes dan clases a los chicos y adolescentes del barrio popular en estos tiempos de pandemia. A las dificultades de trabajar en una de las zonas más marginadas de la provincia, se sumó la llegada del coronavirus y la necesidad de cambiar las aulas por la educación a distancia en un barrio donde muchas familias no cuentan con acceso a internet y medios tecnológicos a su alcance. Así fue que Aguirre junto a su colega Adriana Auvieux ideó el proyecto “Toma mi mano” que consiste en un sistema de padrinazgo para que los alumnos cuenten con los recursos para seguir con sus clases de manera online. Una propuesta que excede lo pedagógico para involucrar lo humano como principal impulsor de la tarea docente. 

De un día para otro, sin que nadie pudiera preverlo y ante la amenaza de una pandemia global, docentes y alumnos se vieron obligados a cambiar las aulas y las pizarras por las pantallas. Se trataba de una transformación pedagógica profunda para la que no estaban preparados, sobre todo, en los lugares donde las conexiones de internet y las computadoras son bienes escasos y de difícil acceso. Pero, en La Costanera, los profesores se dieron maña. “Con las clases virtuales, se nos hizo difícil llegar a los chicos porque hasta los cuadernillos que repartieron desde el ministerio en el barrio les decían que busquen tal o cual enlace por internet. Además, los cuadernillos tampoco abarcaban a todas las materias. Ahí fue que se nos ocurrió la figura de estos padrinos que les cargan crédito a los chicos una vez por semana y la respuesta que tuvimos fue maravillosa. Hay un montón de gente que se ha enganchado, amigos nuestros, empezamos a llamarlos uno por uno y se fueron sumando a la iniciativa”, explica Patricia Aguirre. 

El primer paso para llevar adelante esta iniciativa consistió en hacer un relevamiento en el barrio para ver cuántos eran los alumnos que no contaban con los recursos para seguir con las clases virtuales. En esta instancia, fue fundamental la participación de algunos referentes de La Costanera y de la comunidad de la escuela como María José Vázquez y Lucas Ledesma, quienes fueron casa por casa para ver cuál era la situación de sus vecinos. Ya sea porque no cuentan con conexión de internet en sus casas o porque no tenían cómo cargar crédito a los teléfonos celulares para seguir las videollamadas o descargar los contenidos de las clases, alrededor de 120 alumnos eran los que se quedaban sin cursar. 

“Hay chicos que tienen el problema de que no tienen internet o que hay un solo celular en la casa. Las primeras semanas han sido de mucha contención, para que se distraigan un poco de la situación que estaban pasando porque hay muchas familias que cartonean y no estaban teniendo ingresos en sus casas”, comenta la docente poniendo en evidencia que las principales dificultades eran humanas más que educativas. Por eso fue que se las ingeniaron para llegar hasta esos alumnos y acompañarlos, aunque sea a la distancia. Y la respuesta que obtuvieron sorprendió a todos. Al poco tiempo de difundir la iniciativa de “Toma mi mano”, consiguieron a 89 padrinos que todas las semanas les cargan crédito a sus ahijados para que puedan seguir estudiando. En los últimos días, se sumaron 20 padrinos más, revela Aguirre orgullosa. 

Ahora, las clases y las tareas se brindan por WhatsApp o Facebook y muchos de los contenidos son subidos a la plataforma Drive, de Google. Ahí fue esencial el aporte de Lucas Ledesma quien fue por las casas del barrio capacitando a los vecinos en el uso de la plataforma. Pero el acceso al mundo digital es sólo uno de los problemas que afrontan los docentes en un contexto complejo como es el de la pandemia, hay otras dificultades que los obligan a redoblar los esfuerzos: “En primer año, por lo general, de 30 alumnos, 15 no saben leer ni escribir. Por eso, hicimos un enlace con los padres y vecinos y estamos alfabetizando a todos los chicos con problemas de lectoescritura”. En esta tarea, también fueron fundamentales vecinas como María José Vázquez, quien ayuda a un grupo de niños con las tareas: “Ella nos ayuda con la alfabetización. Hemos hecho todo un proceso de capacitación y ella tiene toda la predisposición para enseñarles a los chicos. Yo le mando todas las actividades y ella los ayuda con las tareas”.   

Lucas Ledesma capacitando a los vecinos de La Costanera en el manejo de las plataformas.

Para Aguirre, la iniciativa solidaria del padrinazgo ha demostrado ser exitosa y espera que pueda replicarse en otros lugares de la provincia donde existan problemas similares: “Ojalá que esto se propague a otras partes, no sólo en La Costanera”. En tiempos de cuarentena y aislamiento social, docentes como Patricia buscan no cortar el vínculo que los une a sus alumnos a pesar de la distancia y la virtualidad. 

De abanderada a maestra solidaria

A fines del año pasado, la historia de María José Vázquez y de su familia conmovió a los tucumanos. Es que tanto ella como su pareja y sus tres hijos fueron o mejores promedios o abanderados o escoltas en sus respectivos cursos. En el caso de María José, egresó de la escuela de adultos mayores La Costanera portando la bandera y con un promedio envidiable: 9,95. Ahora, le toca vivir la pandemia del otro lado del mostrador, enseñándole a los chicos y adolescentes del barrio como maestra particular. A los vecinos que pueden pagar, les cobra por sus servicios y a los que no, los ayuda de forma gratuita. Su hija mayor, Aylén, egresada el año pasado como escolta de la secundaria La Costanera, sigue sus pasos y también prepara alumnos. 

“Lo de enseñar ha surgido porque han venido los papás a preguntarme si los podría ayudar. Hay chiquitos a los que yo les ayudo sin nada a cambio y otros chicos que me pagan como maestra particular. Enseño todas las materias y hay un nene que es de alfabetización, en ese caso le pregunté a la profesora Patricia cómo podíamos hacer porque no sabía leer ni escribir, entonces ella me pasa las tareas y así lo voy sacando adelante”, cuenta la joven de 34 años que enseña desde que tiene memoria, pero ahora lo hace de manera más formal ante el pedido de muchos de sus vecinos. 

Con la pandemia y la llegada de las clases virtuales, muchos han recurrido a ella para que les dé una mano con las tareas, tanto alumnos de la primaria como de la secundaria: “Yo particularmente con mis hijos no he tenido problemas porque estoy en contacto con los profesores, pero hay muchas madres que no lo tienen. Si bien tienen celular, hay muchas que no tienen crédito o tienen de vez en cuando y muchos no pueden entrar al Google Drive. Además, han entregado cuadernillos, pero de lengua y matemáticas nomás”. 

El plan de María José para este año y después de haber egresado como abanderada, eran continuar estudiando, pero la llegada del coronavirus y la falta de ofertas educativas de nivel terciario en el barrio, alteraron los proyectos que venía trazando: “Este año era que iba a seguir estudiando. Me gustaría seguir para asistente social o para profe de matemática, siempre me encantaron las matemáticas”. El año pasado, tras su destacado desempeño académico, recibió de la mano del Ministro de Educación de la provincia, Juan Pablo Lichtmajer, un diploma que la distingue como “Orgullo tucumano”. 


En La Costanera, la pobreza y la marginalidad castigan a muchos de sus vecinos que viven de trabajos informales que se han visto suspendidos durante la cuarentena y los ha dejado sin sustento. “Hay vecinos que son vendedores ambulantes y no pueden salir a trabajar por eso no les queda otra que ir al comedor comunitario que hay en el barrio. Hay muchas madres que no pueden ayudar a sus hijos con las tareas, aunque también hay algunas que no quieren hacerlo. Nosotros con mi familia estamos en la casa nomás, no salimos. Dentro de todo nos va bien y no nos falta el pan, por un lado o por el otro nos rebuscamos. Mi hija les enseña a los chiquitos por la mañana y yo a los alumnos que tengo que son todos vecinos de acá. Ellos copian las tareas que les mandan los profes y vienen acá para hacer las actividades. Por suerte, se han adoptado rápido a las clases virtuales”, cuenta María José que, con su ejemplo solidario, continúa haciendo escuela.