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"Lloré todo el tiempo": el drama de Benjamín, un cadete tucumano en la cárcel

TUCUMÁN EN CUARENTENA

Benjamín pasó casi 10 horas en una celda con otros presos luego de discutir con policías en el microcentro mientras intentaba cumplir con su trabajo de delivery. Video y experiencia desde atrás de los barrotes. ¿Cómo salió?





El video ya no existe. Cuando la publicación realizada por una transeúnte que pasaba por San Martín y Muñecas superaba las cuatro mil veces compartidas en Facebook, se esfumó por completo de la red social. La filmación en cuestión muestra a un repartidor tirado en el piso con dos agentes de la Policía de Tucumán muy cerca de él, pegados a sus pies para evitar que se levante. Mientras tanto, el joven trabajador, sentado y con la espalda apoyada a una vidriera, escribe frenéticamente en su celular. De fondo se escuchan los gritos de una señora mayor que increpa a los policías y pide que dejen trabajar a quien ahora llora por la campera que le rompieron los uniformados. Otras personas se suman al reclamo, pero nada cambia. Todo se interrumpe con una discusión que, más adelante, tendrá un final pacífico y una disculpa de por medio.

“Lloré todo el tiempo”, recuerda Benjamín Bulva, de 30 años, repartidor de una conocida empresa de delivery, quien tuvo que pasar casi 10 horas en un calabozo de la Comisaría I por discutir con un policía.

Eran las 10:30 del jueves. Benjamín arrancaba su turno de trabajo. La aplicación del celular le indicaba que tenía un pedido en Bonafide del centro, en la San Martín al 600, cerca de la city bancaria, hoy repleta de gente luego de la flexibilización de la cuarentena en todo el territorio provincial. A bordo de su bicicleta, por 24 de Septiembre no lo dejaron acceder al corazón del microcentro, entonces debió dar toda la vuelta a la manzana hasta San Martín y 25 de Mayo. Allí lo dejaron pasar caminando con la bicicleta al costado, pero al llegar a otro control en calle Muñecas, un grupo de policías le indicó que sólo podría seguir avanzando si dejaba su bicicleta atrás. Y en este momento es que se desencadenan una serie de hechos que terminan en una celda de 2x10 metros con colchones en el piso y presos a una distancia mucho menor a la recomendada en tiempos de Coronavirus.

–La tenés que dejar ahí –le dice un agente a Benjamín cuando lo ve acercarse.

–Eh, pero son 20 metros hasta donde tengo que ir –le responde.

–Bueno, mirá ahí está el jefe que, en una de esas, te deja pasar –le indicó el uniformado.


Benjamín se acerca a un nuevo grupo de policías tratando de identificar al mandamás, les plantea poder pasar con la bicicleta en la mano y vuelve a recibir una negativa.

–Yo respeto su trabajo, pero la disposición esta me parece una estupidez –se quejó el cadete y apoyó el rodado en un poste para buscar el candado y dejarla asegurada. Cuando se agacha a colocar el seguro, siente que uno de los policías lo recrimina y se pone justo detrás.

–¿Encima me ponés mala cara? –lo desafía. Ahora no la vas a dejar nada.


El joven no termina de ubicar el candado cuando el policía que lo increpa de manera desafiante lo levanta tirándolo de la campera, lo toma del cuello y tira al piso de una patada en la canilla. “Ahí se armó un escándalo”, recuerda el cadete, que pese a ser un riguroso cumplidor de las normas de tránsito, hoy lamenta que le hayan pintado los dedos en la Comisaría I, donde fue a parar minutos después del altercado que quedó registrado en video.

Antes de ser trasladado en patrullero, Benjamín alcanza a enviar dos mensajes a través de WhatsApp. El primero al grupo que comparte con sus compañeros de trabajo, en donde se mantienen al tanto de todos los movimientos de los integrantes por cuestiones de seguridad, y el segundo a un amigo que es abogado.

“Estuve llorando todo el tiempo, la impotencia que tenía era tremenda; no tengo ninguna multa, subo con casco a la bici, date una idea”, se recrimina el joven que, antes de describir cómo fue su experiencia dentro de una celda, recuerda todo lo que debe trabajar para reponer la campera que le rompieron en el forcejeo. “Los presos me trataron re bien y me trataron de dar todas las comodidades”, recuerda. Contrario a todas las expectativas, las 10 horas que pasó Benjamín encerrado no fueron peores que lo que pasó afuera. Asegura que los reclusos tuvieron mejor trato que los uniformados y que le daban ánimo permanentemente y le decían que pronto iba a salir libre.

Y, entonces, ocurrió el milagro. “Salí por un habeas corpus”, cuenta Benjamín, cuyo segundo mensaje había rendido frutos. “Yo iba a estar detenido ahí hasta que comprueben mis antecedentes, unos tres días. Salí por mis amigos que se movieron y mostraron el video a un juez”, dice. Aunque salió antes del tiempo estipulado, al retirarse debió pagar como si hubiera contratado una estadía por 72 horas en un hotel barato. “Tuve que pagar $450 por la estadía, $150 por día y no estuve los otros dos días porque me sacaron antes”, señala.

Benjamín es profesor de música. En diciembre del año pasado quedó sin trabajo porque se le venció un cargo y con el reinicio fallido del ciclo lectivo 2020, primero por los paros y luego por la pandemia de Coronavirus, no pudo volver a aplicar por un nuevo puesto en el sistema público de Educación. El trabajo como delivery fue la salida más inmediata que encontró para ganarse el pan y, si bien gana más que antes, en los papeles es mucho más desgastante por la cantidad de horas. 

Esta semana era la primera que Benjamín trabajaba por la mañana. Venía trabajando sólo por las tardes, pero la situación económica actual lo llevó a ampliar sus horarios. Después del calvario que le tocó experimentar, decidió dar marcha atrás en su decisión, aunque le cueste dinero. Afirma que no quedó bien después de semejante experiencia. “Me pongo mal; $1500 por día pierdo; ahora tengo que ir a presentar papeles a la Justicia para que me borren los antecedentes”, se lamenta el cadete que, antes de culminar la entrevista quiere dejar en claro un tema importante: la señora que en el video sale dándole la razón a los policías lo contactó y le pidió disculpas porque sólo había visto la mitad de la situación. “Ella salió a tratar de calmar las aguas y le dijo al policía que no era algo para que me dejen preso que me largue. En el video se la ve enojada, pero ella no es la culpable de que los policías se violentaran conmigo”, aclara.