"Me regalaron los chizitos": el hotel tucumano que dejó a Juan Bautista en la calle
HISTORIAS DE ACÁ
Don Bustos tiene 76 años y cobra la jubilación mínima: alquilaba una pieza en el hotel Astoria de la calle Congreso 88. ¿Qué pasó?

Juan Bautista Bustos quedó en la calle. La foto es de Martín Taddei.
Una estrella tiene el hotel Astoria. Y no brilla bajo el techo de sus habitaciones. Es una estrella fija ahora en un asiento de madera peatonal. Tiene nombre de prócer nuestro. Se llama Juan Bautista. Y se apellida Bustos. Es jubilado. Nació en San Francisco, Córdoba, hace 76 años, pero vive en Tucumán hace 40.
Juan Bautista es el señor que esta mañana quedó en la calle. Dormía en una pieza con una cama de una plaza, una tele de 14 pulgadas con carcasa apoyada en una mesa, peine plástico para sus canas, y un jabón blanco en pan que todas las mañanas se frotaba en la herida que tiene en el tobillo izquierdo.
Es una herida que Juan Bautista se hizo un día casi sin darse cuenta, cuando vivía en una pensión cerca de Qué Época, el templo de plazoleta Dorrego. En otra época, Juan Bautista llegó a tener dos casas, un auto que vendió para sobrevivir tras el divorcio y así terminó: haciendo fila en la Asistencia Pública para que le curaran la herida en el tobillo: “Me dijeron que a mi edad no podían hacer más nada. Que me comprara el jabón en pan y me lo pasara todas las mañanas”.
Con dos bolsos diseñados para socios de Lawn Tennis en los 80, Juan Bautista empezó a buscar otra pieza para vivir: “Llegué al hotel Astoria hace tres meses. Siempre pagué al día. Hasta que con todo esto se me complicó para pagar la primera semana de mayo. Me cobran 8 mil pesos la pieza por mes. El dueño se llama Enri. Empezó a apurarme con el pago. Yo cobro ahora, el sábado 24, o a más tardar tendré la plata el martes 26. Pero lo mismo me echó”.
Esta mañana Juan Bautista armó los bolsos y dejó su llave de la habitación 14. Ahora vive sentado a media cuadra de la Casa Histórica. A dos de la plaza Independencia. Si alguien lo mira sentado, piensa que es un señor que acaba de ir al banco o ha salido a tomar un poco de aire como lo hacía en las mañanas del hogar San Alberto, en Tafí Viejo, donde también vivió un tiempo. Pero Juan Bautista no fue al banco. El único banco que lo contiene es en el que está sentado.
Quien quiera encontrarlo ya no puede preguntar por él en la recepción del hotel donde un hombre vestido de camisa celeste y bigotes sale apurado a ver qué pasa. Fuma nervioso mientras Juan Bautista habla con los colegas de radio Contacto y de Canal 8. Cuando habla con el tucumano, pregunta si no molesta. Y lo primero que dice es: “Aquí andamos. No he comido nada todavía. Aquí estoy comiendo chizitos. No me queda otra”.
Juan Bautista se pone el barbijo para la nota: “He tenido taller en la calle Francia. He tenido muy buenos clientes. Justamente muchos hoteles fueron clientes míos. Señores hoteles como El Colonial. Llegó la desgracia que me separé: tenía dos casas, auto y camioneta. Vendí todo y le puse la plata en dólares a mis hijos que, dicho sea de paso, no me quieren. Tengo tres hijos: la mayor en las Islas Canarias, otra en La Rioja y el menor está en Córdoba. Está enojado porque me separé de la madre, pero no reconoce que hasta los muebles míos están en Córdoba. Hice todo por ellos”.
“Yo vivía en una pensión de la 9 de Julio al 300, pero ahí me robaron hace dos años. Me fui de ahí. Fui a Tafí Viejo, a quien los aprecio a todos. Me pusieron una persona mota en silla de ruedas que me hacía la vida imposible. Entonces me vine aquí al hotel Astoria. Todo se me complicó con la pierna. Fui al Hospital Avellaneda, me largaron, me dijeron que estaba curado", relata Juan Bautista, quien camina con la ayuda de un andador.
"Fui a la Asistencia Pública de la Marina Alfaro. Ahí me dijeron: ‘Por la edad suya, no puede venir. Está corriendo riesgo de contagiarse. Se me lastimó la pierna y me empezó a supurar. Estoy cuidándome de las moscas y los mosquitos. Si me quedo sentado, me va a empezar a sangrar. Mire cómo la tengo”, dice Don Bustos, levantándose el pantalón pinzado y mostrando la herida a la intemperie, una costra infectada de una pierna roja apretada como un matambre con hilo bramante.
“Me cobraba 8 mil pesos en el hotel. Siempre pagaba al día. Con todos los créditos que tengo no me alcanzó este mes. Ahí empezó el dueño del hotel: 'Juan, ¿tenés la plata? Mirá que el 20 vence. Mirá que el 20 vence, ¿no?' Y ayer siguió: 'Juan, consígame la plata o tiene que desocuparme la pieza'. Yo le dije: 'Muy bien, voy a ver si consigo antes del 24. Pero yo hasta que no cobre, no tengo plata'. Eso le expliqué".
Hasta hoy que pasó el siguiente diálogo entre el dueño del Hotel Astoria y Juan Bautista Bustos:
- Juan, ¿me consiguió la plata?
- No todavía. Hasta el 23 no tengo nada, Enri.
- Bueno. Entonces me va a tener que abandonar la pieza.
"Ahí están los bolsos armados. A las 5 me desperté para dejar todo. Cuando vino la señora de la Defensoría del Pueblo, el dueño le dijo que yo era un mentiroso, que no me corrió. Le dije a la señora que le pidiera la llave de la habitación 14. Ahí están mis cosas. Y la pieza está vacía. Entre lo que yo tenía y los mil pesos que me dejó un señor, le debo 3 mil pesos. Con un amigo de la óptica le mandé esa plata. Pero no me quiere esperar cuatro días hasta que le pague”, se lamenta Juan mirándose con el almuerzo colgado de la mano del andador: la bolsa de chizitos naranjas que compran los chicos de la Escuela Obispo Molina.
"Yo no estoy enojado con el dueño. Lo único que le pedía es que me esperara unos días hasta el sábado 23. Pero con todo esto, ya no quiero volver a ese hotel. A este hotel, ya no quiero volver. Por eso le voy a agradecer si usted puede poner en la nota: si alguien me puede alquilar una pieza en una pensión, hasta 5 mil pesos puedo pagar. Pero me tienen que esperar hasta el sábado. Me regalaron los chizitos. No tengo plata. Si no se soluciona, esta noche duermo en la calle. Acá, en este banco, ¿dónde quiere que vaya?"
- No todavía. Hasta el 23 no tengo nada, Enri.
- Bueno. Entonces me va a tener que abandonar la pieza.
