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¿Final anunciado? La caída del Zar Alperovich

ESCÁNDALO NACIONAL

No hay apocalipsis sin génesis. La denuncia por violación contra el exgobernador José Alperovich encuentra en su camino una serie de episodios que desembocan en el desenlace conocido en la actualidad.

José Alperovich, durante un entrenamiento de club Atlético Tucumán, con el ex DT Ricardo Rodríguez de fondo.





José Alperovich. Su nombre no es desconocido en Tucumán. Tuvo a la provincia en un puño por casi 12 años, haciendo y deshaciendo a gusto y piacere cualquiera fuera el ámbito, monopolizando el discurso, monitoreando el relato, colonizando el poder y usando lo público como propio. Alperovich fue más que un jerarca o un Zar -como algunos lo apodaban-, fue un jefe de hogar paseando en calzoncillos por los pasillos de su casa, no una de sus 10 mansiones -como reveló indolente su esposa, la exsenadora Beatriz Rojkés, en 2015, a un damnificado por las inundaciones de aquel año-, sino la casa que pertenece al pueblo a cuya mayoría capitalizó como instrumento para permanecer en la cresta de la ola antes de reventar. Porque las olas revientan y su espuma siempre deja algo olvidado en la arena.

Hoy el apellido del hombre que más tiempo gobernó la provincia en su historia vuelve a tomar vuelo. Y no es que haya estado oculto todo este tiempo. Aguardó agazapado, como senador, la oportunidad de volver a sentarse en su sillón de 25 de Mayo 90. Para ello utilizó bienes provinciales en una campaña encubierta que lo pintó como benevolente y solidario dirigente político. Billetera en mano, se fotografió junto a cuanta persona necesitada de dinero y herramientas para trabajar pudo, personas a las que por alguna razón no pudo ayudar durante su mandato que duró más de una década. Operativo Retorno se denominó aquella maniobra activada desde el primer día en que Juan Manzur se convirtió en su sucesor, con vehículos y el avión sanitario todavía a disposición, que usaba convenientemente bajo el rol de asesor ad honorem de la Provincia. Un chorro que le fueron cortando de a poco mientras el exgobernador descubría en las redes sociales una herramienta poderosa para aparentar que todavía tenía el control de la casa, con fotos junto a su apadrinado político, el gobernador Manzur, a quien citaba a la hora y en el lugar que él requería. Cuando la última gota del caño que llenaba el vaso de ambición sin fondo de Alperovich hubo caído, fue entonces que el reloj de arena comenzó a correr para el exmonarca. El último intento por recuperar su castillo fue el 9 de junio, pero el soberano no lo acompañó y el resultado en las urnas lo relegó al cuarto lugar. No fue su fin. Tampoco se transformó en un mal recuerdo, como era el deseo del actual intendente Germán Alfaro -alejado del Partido Justicialista (PJ) por su enemistad con el exmandatario-, y su condición para volver a integrar las filas del histórico espacio. La actualidad de Alperovich lo posiciona en un lugar mucho más complejo que sólo en el final de un período político, lo ubica en el comienzo de una etapa que podría encontrarlo sentado en medio de un salón con estrado y bancos de madera, frente a caras conocidas para él, siendo interrogado y escuchando testimonios que intenten determinar su responsabilidad en el delito que se le endilga. El viernes 22 de noviembre, José Alperovich fue denunciado por su sobrina. Lo acusa de haberla violado mientras se desempeñaba como una más de sus empleadas. Ahora su nombre está en boca de todo un país, en las primeras planas de los diarios nacionales más grandes, en las mesas de discusión de los programas de televisión que basan su rating en los gritos descontrolados de quienes asumen tener la razón por el volumen de su voz. El reloj de arena ahora corre más rápido. El Zar ruega por una lámpara mágica que convierta los escasos granitos en un médano, y también pide por un camello. Y agua, mucha. Se ha quedado sin voz.

Muchos podrán decir que el final de Alperovich estaba anunciado, o que se trata de una jugada del karma por su modo de gobernar y administrar todo a su alrededor. Verticalista, arbitrario y por momentos obsceno. El abuso -de poder- se reflejó en sus acciones, haciendo de la Legislatura su propia escribanía, de la estructura gubernamental un árbol genealógico, de la Constitución un pedazo de papel maleable y de la Justicia e instituciones adyacentes un brazo armado más. La provincia siempre fue un tablero de ajedrez para el exgobernador, pero uno para jugar contra nadie más que él mismo. Y los nombres, en la mayoría de los casos, peones. En esos términos controló a sus funcionarios y a gran parte del periodismo. Su manejo de la prensa es conocido por todos aquellos que alguna vez asistieron a sus salidas de gestión, sometidos a interrogatorios previos a cada conferencia, bajo amenaza de apercibimientos en caso de preguntar algo fuera del guion alperovichista del día. Control absoluto. Tanto así que, aún alejado de la Gobernación, logró catapultar su campaña electoral desde el principal diario de la provincia, en primera plana de la edición del domingo, posando junto a uno de sus perros, como dicta el manual de propaganda que siguieron grandes líderes de todo el mundo. Pero acaso fue el propio José Alperovich, o más bien El Nuevo José, quien predijo su caída. En abril de este año, en uno de los ciclos televisivos de La Gaceta, mostró su faceta más íntima, exhibiendo su gran afición hacia las mujeres. El exgobernador acosó en vivo y en directo a la conductora del programa, Carolina Servetto, a quien le reveló el gusto que le generaba su “perfil” de mujer. Además, en tono de humorada, justificó que su candidatura iba en serio y que, de no ser así, hubiera preferido pasar más tiempo en Miami admirando a la periodista, a quien trató de “preciosura”. Y en esa misma ciudad norteamericana se encontraba cuando estalló el escándalo nacional. Y desde allí violó la confidencialidad de la víctima, publicando su nombre en las redes sociales, acusándola de extorsión y asegurando haber presentado una denuncia en su contra tiempo atrás, acción judicial de la que hasta el día de hoy no se tiene rastro alguno. Desde entonces se activó en redes y servicios de mensajería instantánea una campaña sucia que, según la defensa de la denunciante, responde al interés de hipersexualizar a la víctima con la intención de desacreditar su padecimiento.


La dura carta que su sobrina decidió publicar luego de casi dos años de abusos no sólo describe el horror que padeció a manos de Alperovich desde diciembre del 2017 hasta mayo de 2019, también pone de manifiesto la complicidad del entorno del exgobernador, de su seguridad privada entrenada por la Mossad, armada hasta los dientes y en conocimiento de todo lo que pasaba cuando ella y él quedaban a solas en su oficina, cuando los “no” eran inmunes al “¿no ves cómo estoy?” del patrón. Un accionar que es descripto por numerosos estudios psicológicos como método de control y humillación basado en la acumulación de poder y no, necesariamente, en la búsqueda de satisfacción sexual por parte del agresor.

“La elección de víctima está vinculada a la posibilidad de ejercer el poder o bien sobre alguien a quien creen que pueden someter o bien sobre alguien que consideran por encima y a quien quieren ver humillado/a y por debajo de sí mismos”, describe el sitio especializado ‘Psicología y Mente’, basado en otros cuatro estudios publicados entre 1992 y 2004.

No es la primera vez que una denuncia de acoso se registra en el entorno de Alperovich. Benjamín Bromberg, exdiputado nacional y primo del exgobernador, fue denunciado en diciembre de 2016 por una de las empleadas que trabajaban a su cargo en la Casa de Tucumán en Buenos Aires, donde actualmente se desempeña como representante oficial de la Provincia. Andrea Gaetano, Licenciada en Ciencias Políticas y fotógrafa, radicó la denuncia en la Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres (UFEM) de la Capital, la misma en donde se encuentra una de las dos denuncias contra Alperovich, por los ultrajes cometidos contra su denunciante en el ámbito de la ciudad porteña. En su presentación, Gaetano describe los intentos de Bromberg por tocarla de forma indecente y los comentarios machistas y misóginos que recibía permanentemente. La víctima asegura que durante mucho tiempo debió esconderse para evitar cruzarse con su agresor, hasta que finalmente encontró otro trabajo y renunció.

“Me decía cosas como: ‘qué cortita tu pollera’, ‘dame un beso que me trae suerte’, ‘vení da una vueltita’. Yo no le daba lugar. Hasta que un día se me acerca como para darme un beso y levanta la mano como para tocarme las tetas. Un asco. A partir de ese momento, me escondía en el baño para evitarlo”, relata Gaetano en la denuncia a la que tuvo acceso de forma exclusiva la Agencia de Prensa Alternativa (APA!).
El escándalo nacional generado a partir de la denuncia de violación trae además a colación actuaciones deleznables del alperovichismo en procesos judiciales relacionados a crímenes sexuales y trata de personas, constituyendo estructuras de encubrimiento alrededor de allegados extremadamente cercanos a la familia, como dos de los hijos del exmandatario, quienes por mucho tiempo fueron protagonistas de una de las hipótesis más resonantes del caso Lebbos: Los Hijos del Poder. Una versión que aseguraba que jóvenes hijos de funcionarios tucumanos de primera línea habían mantenido una fiesta en El Cadillal, donde aseguran habría estado presente la joven Paulina Lebbos. No fue sino una década después, ya con las pruebas físicas arruinadas por el reprochable proceder del exfiscal alperovichista retirado con honores, Carlos Albaca, que no garantizó la conservación de cabellos encontrados en el lugar donde fue hallado el cuerpo de Paulina, que la versión fue desestimada. Alberto Lebbos, padre de la víctima, sostiene hasta el día de hoy que su hija fue presa de un grupo de degenerados protegidos por el Poder. Sólo el encubrimiento pudo ser comprobado luego de casi 12 años, en un juicio histórico que planteó además la responsabilidad ineludible de José Alperovich en el armado encubridor, ya que -aseguran- no podía estar ajeno como Gobernador al accionar de sus funcionarios.

“Se puede deducir, y oportunamente se deberá investigar y probar (en la instrucción), que la participación de los altos jefes policiales y políticos señalados, y la posibilidad real y cierta de la participación de miembros del Ministerio Público Fiscal (MPF), que se debatirá próximamente (me refiero al ex fiscal Carlos Albaca), me lleva a poder sostener en grado de probabilidad cierta la participación del entonces gobernador de la provincia, José Jorge Alperovich. Sin su conocimiento y consentimiento, en principio, nada de esto podría haberse llevado a cabo”, se lee en los fundamentos de la sentencia dictada el 25 de febrero, que condenó a cinco de los seis imputados.
Tampoco pasó desapercibida esta semana una vieja y repudiable frase -una de tantas- pronunciada por Beatriz Rojkés de Alperovich como senadora en 2015, cuando felicitaba a su par Silvia Elías de Pérez por haber llegado a la Cámara alta del Congreso de la Nación, al mismo tiempo que le criticaba haber sido candidata a múltiples cargos elegibles. Las palabras de la esposa del exgobernador retumbaron fuerte en los oídos de los presentes y de quienes, luego, pudieron acceder a las imágenes a través de los medios y de internet. La entonces presidenta previsional del Senado aseguró que la violencia de género “se da de a dos” y que Elías de Pérez es una mujer maltratada a la que le gusta su condición. Una concepción personal que se ganó el repudio generalizado. Una percepción, en lo conceptual, muy similar a la de una columnista de Clarín que también ganó trascendencia por su polémica crítica a los “no” de las víctimas de violación, negativas que -según la autora- podrían ser percibidas como “sí” por los agresores.



“Para rechazar una seducción, el “no” debe ser categórico ya que el no, muchas veces, se transforma en sí”, asegura Gloria López Lecube en su texto publicado el 26 de diciembre del año pasado.


Para José Alperovich no existió "no" que valga, al menos en lo que atañe a su forma de gobernar. Él y todo su entorno tambalean. Y mientras la Justicia tucumana y la porteña se aprestan a arrancar el proceso investigativo, las miradas están puestas en quiénes se sumarán al éxodo alperovichista -o lo que quedaba de él- y en quiénes se quedarán a bordo del barco que se hunde.