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El dolor de una mujer a quien le robaron el último recuerdo de su marido

Búsqueda desesperada

La vida de Luciana está llena de pérdidas: en 2013 falleció su marido y ayer le robaron una joya que él le regaló para el día de los enamorados. La historia de un amor que quedó trunco y de una hija, Alma Mía, que nunca llegó a abrazarse con su padre. Cómo ayudarla en su búsqueda.

Luciana y David juntos.





La historia que Luciana Julio cuenta ahora, siempre al borde del llanto,  es una historia de amor y de pérdidas que conmueve. Demasiado sabía su vida de despojos y lo que sucedió ayer no fue más que otro zarpazo a su ya maltratado corazón. En 2013, a un océano y miles de kilómetros de distancia, su marido falleció en un accidente de trabajo.  Ese amor que trascendió las fronteras dejó acá en Tucumán, como legado, a Alma Mía, la hija de ambos que nunca pudo abrazarse a David Sánchez Quevedo, su padre español. De ese amor también quedaron historias, momentos y una gargantilla que él le regaló para el día de los enamorados cuando ambos se lanzaron a la aventura de una vida juntos en Europa. Anoche, cuando Luciana llegó a su casa de 9 de Julio al 400 después del trabajo, encontró la puerta violentada y descubrió que la joya ya no estaba: “Es el único recuerdo que tengo de mi marido fallecido y mi deseo era que fuera de mi hija, una herencia de su papá para ella”, dice la mujer que inició una búsqueda desesperada por las redes sociales. 

Luciana y David se vieron una sola vez en Tucumán en 2008 cuando él vino desde España a trabajar acá como soldador para una empresa internacional. Fue durante una reunión de amigos donde sus miradas se encontraron fugazmente. Como él ya se volvía a su país natal, la relación se construyó a la distancia y en la virtualidad del Messenger, la red social más popular de aquel entonces. Fue entonces que se quisieron y David volvió a comienzos de 2010 a la provincia sólo por ella. Meses después se casaron, Luciana quedó embarazada y, entre los dos, eligieron los nombres más bellos que se les ocurrieron para una niña: él Alma y ella Mía. Al poco tiempo se fueron a vivir a Mora de Ebro, en la provincia española de Tarragona, donde planeaban empezar una vida nueva los tres. Allá y por esos días, más precisamente un 14 de febrero, David le regaló una gargantilla de oro que había sido de su madre.

La profunda crisis económica de 2011 en España no tardó demasiado en derrumbar aquellos sueños que habían soñado para los tres. Luciana decidió volver para tener a su hija en Tucumán y David se quedó allá con la esperanza de juntar rápido el dinero para el reencuentro de los tres acá. El 23 de septiembre de 2013, una semana después de su tercer aniversario de casados, él murió en un accidente de trabajo. Tenía decidido volver en diciembre para rodear de caricias a su hija a la que sólo conocía por fotos y videollamadas. Ese mimo quedó trunco por siempre. De los escasos objetos que quedaron como recuerdo de David, la gargantilla es el más preciado para Luciana y Alma Mía. 

“Ayer volví a casa como a las 21.30 y estaba la puerta de entrada rota, la habían barreteado. Nos robaron un televisor, la hidrolavadora y una planchita del cabello, pero lo que más me duele es esa cadena porque vale más que cualquier cosa material. Tiene mucho significado para mí y para mi hija de siete años”, rememora ahogada de angustia Luciana. “Siempre que salgo a la calle salgo con el Jesús en la boca. Nunca me había pasado antes, venía invicta, pero este es un trauma que no se te va nunca más. La vida acá, en este país, se vuelve cada vez más difícil. La realidad es que no se puede más, siento ganas de vender todo, irme y empezar de nuevo. Esa es la triste realidad de los argentinos”, cuenta Luciana que decidió no hacer la denuncia policial porque considera que es una pérdida de tiempo: “La policía no te cuida sino que al contrario”. 

En su desesperación por reencontrarse con la gargantilla para que su hija pueda conservar algún recuerdo de su padre, Luciana inició una búsqueda por Facebook a la espera de que la joya aparezca: “Es una gargantilla que tiene eslabones grandes y chiquititos. Es bien particular, el que la vea la va a reconocer. Haría cualquier cosa por volver a dar con ella, sé que es difícil, pero confío en que todavía hay gente buena y, de alguna manera, puedo volver a dar con la cadena que era algo que tenía que quedar para mi hija para siempre”. 

Luciana no pierde las esperanzas y se aferra por estas horas al recuerdo de David y de lo que fue su amor por él: “Él era una persona muy sociable. Acá no conocía a nadie y al poco tiempo era amigo de todo el mundo, era muy amiguero. Esa era su personalidad, su forma de ser. Era de esas personas que no se quedan quietas nunca”. 

De ese amor inolvidable, de esa historia marcada a fuego para siempre en su vida, de los recuerdos de aquellos días que pasaron juntos, ha quedado esa joya y hay una niña de siete años que ahora espera por ella para encontrar ahí un poco del calor de ese abrazo que nunca pudo ser.