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Cómo llegó a la cima del mundo César Pelli, el gran arquitecto tucumano

PRÓCERES DE ACÁ

No heredó una fortuna, ni es hijo de un arquitecto famoso. No tenía contactos de relevancia internacional ni tuvo un golpe de suerte espectacular. Entonces, ¿cómo hizo este lúcido joven tucumano para crecer, dejar semejante legado arquitectónico y ganar su indiscutido reconocimiento?

Adiós, maestro. Foto Página12.





Cesar Pelli nació y estudió aquí en Tucumán, pero construyó obras premiadas en todo el planeta. Falleció a los 92 años dejando un legado prolífero de calidad. Su actual estudio cuenta con oficinas en Connecticut, Abu Dhabi, Nueva York, San Francisco, Shanghái y Tokio. Vale preguntarse cómo logró tal producción de alta calidad. Cesar Pelli no la tuvo fácil. No heredó una fortuna, ni es hijo de un arquitecto famoso. No tenía contactos de relevancia internacional ni tuvo un golpe de suerte espectacular. Entonces, ¿cómo hizo este lúcido joven tucumano para crecer, dejar semejante legado arquitectónico y ganar su indiscutido reconocimiento?

En el primer año de la Facultad de Arquitectura se enseña como concepto básico la Tríada Vitruviana. La misma define la arquitectura como una disciplina que por naturaleza debe descansar en tres principios: La belleza, la firmeza y la utilidad. El tratado es válido ya que hasta en la actualidad el profesional debe tener siempre presentes dichos aspectos cada vez que recibe un encargo, pero el escrito que ya tiene más de 2.000 años se queda muy corto hoy en su enunciado. En cada movimiento el arquitecto debe observar cada vez más áreas. El desafío siempre debe contemplar tiempos límites de ejecución, presupuestos definidos, las normativas de edificación, el costo de mantenimiento, el consumo energético, la responsabilidad urbanística y paisajística, la incorporación de nuevas tecnologías y demás cuestiones. Se debe poseer una lúcida visión holística del emprendimiento para el éxito del mismo. Pelli llegó a convertirse en un perspicaz productor. Tenía un conocimiento profundo de cada área y el convencimiento de que los desarrollos constructivos deben llevar un exhaustivo estudio de cada arista. 

En el ámbito de la arquitectura se sabe que es muy usual que los grandes arquitectos hayan sido alumnos de grandes maestros. Y hablando de maestros, el joven César tuvo la suerte de encontrarse con gigantes. Pelli contaba que comenzó a estudiar arquitectura sin mucho conocimiento de lo que la disciplina significaba. En aquel entonces era una nueva carrera universitaria en Tucumán que pronto alcanzaría renombre debido a la calidad de sus docentes. Pelli relataba con nostalgia cómo tres personalidades que hicieron historia en la provincia le enseñaron el valor de la profesión. De Vivanco aprendió que la arquitectura debe estar siempre integrada a los grandes movimientos de la época, a las nuevas tecnologías, a los nuevos procesos, pero también a la filosofía del momento. De Caminos admiraba la pasión por la obra en sí misma y recuerda como éste fue un gran impulsor de un proyecto utópico en particular, la ciudad universitaria en el cerro San Javier. De Sacriste rescataba el amor por el detalle constructivo, el correcto empleo de los materiales nobles, la búsqueda de una manifestación que tenga siempre una considerada relación con su entorno.

Sin dudas, Pelli le sacó el jugo a la Facultad de Arquitectura de Tucumán, pero cuando Pelli recibió su título universitario demostró que tenía claro que su aprendizaje recién comenzaba. Por medio de un convenio internacional consiguió un pasaje a Estados Unidos y una base de 95 dólares con los cuales evidentemente le costaba llegar a fin de mes. Cuenta que al llegar con su mujer se enteró que estaba embarazada y que paso varios años pagando al hospital los costos del parto. Durante muchos años Pelli no trabajó por dinero, trabajó por conocimiento. Logró colaborar muchos años en el estudio del gran Eero Saarinen y luego como director de una prestigiosa compañía de diseño en Los Ángeles. Enseñó en la UCLA y más tarde asumió como decano en la facultad de Yale pero a los pocos meses dejó su labor como docente para concentrarse en uno de sus principales encargos: la ampliación del MoMA. A partir de allí sus proyectos no pararon de crecer en escala.


Muchas veces en el proceso de creación de una obra los diseñadores caen en la trampa del ego. Piensan la cuestión como una posibilidad de ganar fama o de dejar una impronta y ese se vuelve un objetivo. En un breve plazo César Pelli supo montar una empresa de envergadura mundial con la humildad que lo caracterizó durante toda su vida, y quizás eso le permitía mantener siempre en el foco que el arquitecto se debe a su profesión y que lo importante es que el edificio cumpla con su cometido. La originalidad de su labor no se debía a la búsqueda de una arquitectura de revista. Por el contrario, el prestigio de la misma se debía a la adecuada respuesta que brindaba. Pelli entendía que no puede desarrollarse un proyecto buscando la novedad per sé, sino que era la consecuencia lógica de un entendimiento de la problemática y de una resolución práctica.

Cuando los proyectos arquitectónicos superan las escalas habituales surgen nuevos desafíos de todo tipo y gerenciar estas obras siempre es un reto del que Pelli siempre salió airoso. Toda planificación es poca y siempre falta el tiempo para resolver todas las exigencias básicas, pero el tucumano entendía que siempre tiene que ocupar un lugar privilegiado la cuestión estética, la dimensión venusta, lo que el edificio manifiesta, su ética. Tuvo un momento de gloria en el que estaban en auge los edificios corporativos de cristal, anónimos, insípidos, pero incluso en esa arquitectura encontró espacio para la emoción. En la torre YPF/REPSOL ocupó parte de los niveles 26 al 31 para generar un bosque en altura, el cual puede apreciarse desde lo lejano. En las Torres Petronas, las más altas del mundo durante muchos años, incorporó elementos de la cultura oriental para aunar lenguajes modernos y tradicionales. Nadie permanece inmune a la impronta de las mismas. Hoy en día las empresas buscan volver a favorecer el encuentro con el usuario y generar empatía por sobre otras emociones y la arquitectura que desarrollan es un reflejo de esa idea. Vuelven a tomar como referencia la escala humana, los materiales cálidos, los espacios de encuentro, pero Pelli lo anticipó de manera natural hace décadas. El arquitecto expresaba una preocupación al respecto. Explicaba que a diferencia de la arquitectura clásica, la arquitectura moderna no generó una tradición acerca de cómo resolver su relación con el espacio público. Se concentró en sus problemas internos, como la función y la estructura, pero cada edificio encaró la cuestión urbana de manera particular y eso generó muchos problemas.

El desarrollador que quería llevar adelante un proyecto ambicioso sabía que contratando a Pelli recibiría a cambio una propuesta sensata, noble, coherente, pero con vuelo. Pelli garantizaba que el plan llegaría a buen puerto y que siempre tendría un plus de expresión. Arriesgo una teoría personal: Pelli llegó a la grandeza sin proponérselo. Llegó poco a poco, con responsabilidad, con pasión y con trabajo duro. Es una combinación que funciona aquí y en todo el mundo.

*Damián Wachs es erquitecto egresado de la UNT, socio de la constructora AXO.