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"El segundo aire": A los 66 años Rubén cumplió su sueño de ser montañista

historias de acá

En los últimos 5 años hizo cumbre en uno de los cerros más altos de Tucumán, el Clavillo (5069 msnm) y conquistó el extinto volcán San Francisco (6040 msnm). Desafío físico y mental, contacto con la naturaleza y el entusiasmo de encontrar siempre nuevos rumbos.

En la cumbre de El Clavillo (5.550 metros) el 10 de febrero de 2019 con una dedicatoria para su esposa Ana.





“¡Vamos carajo, la puta madre que lo parió!”, celebra Rubén Goñi de 71 años, cada vez que hace cumbre en algún cerro tucumano. El grito no busca ofender a nadie, sino que está dirigido a sus propias limitaciones. Es una descarga de ansiedad acumulada y todas las ganas de llegar a la meta. “Significa que no le he fallado a mis compañeros, ni a mí mismo”.

A los 66 años, Rubén tenía una deuda pendiente consigo mismo que no había podido materializar: hacer montañismo. Con dos hijos adultos y varios nietos sintió que era hora de usar “el segundo aire” para llenarse de una nueva energía y perseguir su sueño. “La vida te puede dar otra oportunidad. A la familia la tengo resuelta, y ahora tengo esta otra oportunidad, me siento muy contento”.

Egresado del Instituto Técnico de la Universidad Nacional de Tucumán, Rubén destaca en diálogo con eltucumano.com que, en su época de estudiante, no se dedicó al montañismo, pero desde el colegio hacían campamentos que despertaron su inquietud por la práctica. Por las responsabilidad de sostener junto a su esposa Ana, el negocio con el que llevaron el sustento a su hogar y la crianza de sus hijos, postergaron esa inquietud que hoy es un sueño cumplido.

En 2014, luego de estabilizarse tras el cierre de su negocio, Rubén quería volver San Javier, pero no recordaba los senderos ya que no había regresado a ese lugar desde los campamentos del Técnico. “En julio de 2014 me fui solo caminando a San Javier y mi idea era volver en el colectivo”, cuenta. Lo que había sido planificado como un paseo improvisado, se convirtió en el puntapié inicial de una aventura que le recuerda, a cada paso que da, el valor de la vida, de la naturaleza y su familia.

En la cumbre del Volcán San Francisco (6.018 metros) el 7 de febrero de 2016


Ese día su camino se cruzó con el de un joven perteneciente a la Asociación Argentina de Montaña (AAM) quien lo invitó a una reunión para participar de un curso de iniciación a la montaña al que, audazmente, asistió. 

La primera salida que realizó fue al Cerro Morado a 4700 metros de altura. “Me anotaron y yo fui. Entran los chicos a caminar y yo iba a mi paso, me iba quedando atrás, claro. Un par de chicos se quedan conmigo a mi paso. Me doy con que eran 'los grosos' de la Asociación. Yo ahí les explico: ‘yo ya soy grandecito y sé cuáles son mis lugares y estos son chicos jóvenes’. A ustedes les van a decir: ‘sácalo a este viejo de acá’, relata entre risas. Les dije: “Yo no los quiero molestar a ustedes, si es que tienen otro tipo de expectativas, no las voy a cumplir. Ustedes están a otro ritmo yo no voy a llegar ni soñando a lo que ustedes están haciendo”, se excusó en ese momento. 

En cinco años, Rubén hizo decenas de cumbres en los distintos cerros de Tucumán y también fuera de la provincia. “Con Ana tenemos dos hijos y nietos. Mi familia siempre estuvo preocupada por el riesgo al que me exponía. Pero los chicos del club me cuidan y me siento contenido. Yo voy a disfrutar, siempre consultando hasta donde puedo llegar".

La vida sana que llevó a lo largo de sus 71 años y unos pocos años de fumador que quedaron en el pasado le facilitaron sumarse a estas prácticas deportivas después de los 60 años, sin inconvenientes. “La primera vez que llegué a una pequeña cumbre, que era Cabra Horco -de 2400 metros de altura- para mí era el Himalaya. Imposible pensar que podía hacer eso. Después, llegue al Negrito, al Ñuñorco, al Muñoz. En 5 años hice un montón, el más importante fue el San Francisco y este año hice el Clavillo”.

El volcán San Francisco, ubicado en la Cordillera de los Andes a 6040 metros de altura es, hasta el momento, la travesía más importante que ha realizado Rubén. “Llegamos 26 compañeros arriba del San Francisco. Fue en febrero de 2016, salimos a las tres de la mañana y fueron casi 12 días en la montaña con los compañeros. Llegamos a la cumbre en fila india. Fue una cosa tremenda, inolvidable, muy emotivo”, recuerda.

Este año llegó a El Clavillo, una de las cumbres más altas de Tucumán, con 5069 metros de altura. "Mi señora cumplía 70 años, y yo llevé una bandera como un pequeño homenaje que decía: 'Felíz cumpleaños mi flaca querida', después le mostramos la foto en el festejo de cumpleaños".

En la cumbre de El Clavillo (5.550 metros) el 10 de febrero de 2019


Rubén siente que esta aventura que emprende junto a los socios del club es una segunda oportunidad que le dio la vida para explorar lo que aún no pudo conocer y para construir nuevos sueños. Y hace hincapié en que el protagonismo en todos los proyectos sociales y de cuidado de la naturaleza, les pertenece a los jóvenes. “Uno tiene que acompañar ese proyecto. Me estimula muchísimo, me hace sentir que estoy haciendo algo importante además de la salud, del deporte, conocer otros lugares de Tucumán que no conocía, y poder participar en la defensa del medio ambiente”, añade.

En esta segunda vuelta, para Rubén es importante honrar la vida y hacer lo que esté a su alcance para transformar la sociedad y, antes que nada, disfrutar de los tesoros de Tucumán. “Me gusta rodearme con gente que quiera lo mismo. La forma de progresar es en conjunto, participar de un grupo con el que comparto objetivos, me da placer. Tucumán es un privilegio para hacer este deporte. Tenemos en nuestro patio trasero a San Javier, si querés otras alturas, tenés hasta los nevados a un paso. Hay muchísimas posibilidades para hacer este deporte en todos los niveles.  Para ir a Los Andes tenés 700 km y acá, si recorrés 100km ya estás metido en las montañas. En Tucumán podés hacer de todo”.

Para Rubén es importante la colaboración del Estado provincial para que se protejan esas zonas de alta montaña. “El tema del Parque Provincial nos motiva en el Club porque es un desastre el daño que hacen las camionetas y las motos. Es un daño evitable porque la gente desconoce, no lo hacen por maldad. Queremos que todos se apropien de esos lugares para que los podamos cuidar entre todos, eso sin el Estado es imposible”, sentencia.

Para hacer alta montaña hace falta tener equipo, conciencia y preparación, para no correr riesgos. “Es una actividad social que te permite encontrarte con vos mismo, pasas muchas horas solo, cada uno con sus pensamientos, con sus problemas, con su búsqueda de soluciones, con la presión de la ciudad, que tenés que resolver cosas, te ayuda mucho eso. Sentirte en la naturaleza, en medio de las corzuelas, los chanchos del monte, ver los cambios de la vegetación en cada estación, ver cómo se ha recuperado esa vegetación en algunas zonas. El montañismo te abre la cabeza”, revela.

Para Rubén, la salida no termina cuando llega a la cumbre si no cuando regresa a su casa. “Para mí la cumbre termina aquí en mi casa cuando llego y le doy un beso a mi mujer”, relata emocionado. “Siempre llevo mi bandera del club, la del Instituto Técnico y la de mi familia, con la foto de todos ellos que hacen posible que hoy esté donde estoy”, agrega entre lágrimas.