"Nunca pensé que podía ser él": Loana Aranda, a un año del derrumbe del Parravicini
HISTORIAS DE ACÁ
La hija de Víctor Hugo Aranda, el Loco, el Ingeniero, el fanático de San Martín, víctima de aquel miércoles 23 de mayo fatídico, rompe el silencio sobre qué fue lo que pasó, como continuó su lucha por hacer justicia y lo recuerda: "Le gustaba cocinar pizzas, juntarse con sus amigos, y en las vacaciones se iba a Amaicha para la Pachamama. Un hombre muy bueno, muy generoso”.

Loana en los brazos de Víctor Hugo Aranda, el Loco, el Ingeniero, su papá. Las fotos son gentileza de la joven.
El miércoles 23 de mayo del año pasado, Víctor Hugo Aranda buscó a su hija Loana de la facultad. Eran las 18.30. Luego ella tomó el volante y se dirigió para participar de la vigilia en la iglesia María Auxiliadora, en Chacabuco y General Paz, bajo el lema “Junto a María acompañamos toda vida”. Ahí estaba Loana cuando le mandó un mensaje a su papá a las 20.30: “Nunca lo respondió. Ya había sido el derrumbe del Parravicini, pero nunca lo asocié. Nunca pensé que podía ser él. Sabía que tenía ir al centro a hacer unas cosas, pero nunca uní los cables”.
El Loco Aranda, como todos lo conocen en Ciudadela, había dejado a Loana y se iba a comprar la camiseta nueva de San Martín de cara a las finales por el ascenso contra Sarmiento. Con la bolsa de Marcantonio Deportes en mano, Aranda pasó por el puesto célebre de praliné atendido esa noche por Lautaro Alí, nieto de doña Juana Albornoz, quien le cuenta a eltucumano.com en el video que publicamos hoy: “Me compró seis manzanitas y cuando se fue sentí el derrumbe”.
Loana ya sabía que Tucumán estaba conmocionado por el derrumbe del Parravicini, uno de los edificios históricos más importantes de la ciudad. Lo que no sabía es qué había pasado con su papá, hasta que le sonó el celular: “A las once de la noche me llaman de la comisaría y me dicen que había pasado un accidente con mi papá. Yo les dije que no podía ser porque yo tenía el auto. Me pidieron que lo mismo fuera. Pensé que alguien había encontrado su documento y estaban equivocados. Yo estaba sola. Cuando me preguntaron si era mayor, si era la hija, me dijeron que había fallecido en el derrumbe”.
Loana estuvo hasta las 2.30 en la comisaría. Su tío fue al Hospital Padilla a confirmar que Víctor Hugo Aranda era una de las tres víctimas fatales del derrumbe. “Desde esa madrugada hasta la tarde estuvimos en el velorio. Luego fue el entierro. Viví muchas cosas desde ese momento. En un video vi la bolsa de la camiseta tirada, vi cosas muy fuertes. Mi papá era fanático de San Martín, no faltaba con ningún partido. De chica iba a la cancha con él. Ese día se juntó todo”.
A un año del derrumbe, Loana continúa con la carrera de Trabajo Social. Mientras prepara la misa en la parroquia Don Bosco, recuerda con una sonrisa a su padre: “La soledad cuesta, pesa mucho eso, pero tengo que seguir estudiando que es lo que él quería. Al poco tiempo volví a la facultad, volví a mis actividades de a poco. Mi papá era muy compañero, amaba a los animales, a mi perro Arón. Le gustaba cocinar pizzas, juntarse con sus amigos, y en las vacaciones se iba a Amaicha para la Pachamama. Un hombre muy bueno, muy generoso”.
Loana, sola, inició un juicio civil y otro penal contra Fortino, la empresa a cargo de las refacciones del Parravicini al momento del derrumbe: “Desde mayo a diciembre intentamos arreglar sin ir a juicio, pero no hubo caso. En diciembre se realizó la primera demanda, en febrero salió la primera mediación. Varias instancias fueron. Hasta que se hicieron cargo ellos, porque el seguro no cubría nada. Hace dos semanas salió la indemnización para las familias. Yo hice dos juicios: el civil está cerrado y en el penal la investigación continúa”.
Hoy, a un año del derrumbe, hay una pregunta que retumba en los tucumanos desde hace un año. Algunos tienen respuestas. Otros no. ¿Qué fue lo que pasó aquel miércoles 23 de mayo de 2018 a las 20.25 en calle 24 de Septiembre 586? “En lo penal tuvimos acceso al expediente, pero mucho no nos servía. Lo que yo sé es que se cayó parte de una pared antes del derrumbe. Ellos habían dado aviso para que se cortara la calle. Eso es lo que me contó uno de los empleados que en el velorio se acercó. Pero Municipalidad y Catastro se lavaron las manos: no le dieron el permiso y siguieron trabajando en una columna que después cedió. Y luego pasó lo que pasó, lo que pasó hace un año, con resignación, con dolor, pero tratando de cerrar una etapa, y seguir adelante, como él hubiera querido”.

Loana y su papá, en las Fiestas de 2017. Vivían juntos: "La soledad cuesta cuando tenés 19 años, pero tengo que seguir adelante".

El Loco en Ciudadela, su lugar en el mundo: "No se perdía ningún partido. Después del derrumbe fui a la cancha a ver la final en su lugar".