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Parajón, el rock tucumano y un recital que terminó a los botellazos

La política de luto

Rolo Marín, líder de la 448, recordó el día en que el dirigente político les cedió un predio para realizar un concierto solidario que derivó en una escaramuza con la policía.

La 448 en la década del 90.





Corría el año 94, todavía se podía conseguir una cerveza de un litro por un peso en cualquier kiosco y en el mítico bar Tarquino el combo que incluía un porrón y una hamburguesa costaba tan sólo dos pesos; dos pesos que eran también dos dólares. La provincia era gobernada por Ramón “Palito” Ortega, el cantautor de “Yo tengo fe” le había ganado las elecciones al genocida Domingo Antonio Bussi. En esa Tucumán, el rock sonaba fuerte y la 448 era una de las bandas más emblemáticas de esa movida cada vez más pujante, incluso, uno de sus videclips, titulado "Torturador" había llegado a la pantalla de MTV, por entonces la meca del género. El líder de la banda, Rolo Marín, buscaba un lugar en el cual poder organizar un recital solidario. La búsqueda había sido infructuosa hasta que, en una calle de Villa Alem, el cantante se topó con Gumersindo Parajón. No hicieron falta demasiadas palabras para convencerlo de que les cediera un predio: “Creo que había una inundación o alguna de esas cosas que siempre pasan en Tucumán y queríamos hacer una movida para ayudar a los afectados. A él le encantaba que la gente haga cosas. Era un tipo que estaba siempre atento a escucharte. Háganlo ahí, a la par de mi casa, me dijo”. 

El chabón era pesado, le tenían mucho respeto. El tipo era frontal y eso es muy bueno en un político”, recuerda el líder de 448 a Parajón. Para entonces, Gumersindo, formado como militante en la Unión Cívica Radical, ya había sido secuestrado por la dictadura militar y apuñalado durante un acto político. Con la llegada de la democracia, había sido concejal de la capital entre 1983 y 1987, y diputado provincial desde 1987 hasta la intervención de la provincia en 1990. También había presidido la Comisión de Derechos Humanos de la Legislatura. Por aquellos días en que se produjo el encuentro con Marín, se preparaba para crear su propio partido, Pueblo Unido, agrupación por la cual fue electo legislador entre 1995 y 1999. A su curriculum sumaría el título de mecenas del rock tucumano. 

La convocatoria había sido todo un éxito, el público había llenado el predio de Villa Alem al que Marín recuerda como una especie de cancha de básquet. Además de 448, ese día tocó también Destrucción En Cadena (DEC). Era bastante la mercadería recaudada y el objetivo solidario estaba cumplido. Sólo faltaba el rock. Y cuando llegó el rock, llegaron también los policías, justo en el medio de la quinta canción de 448 sobre el escenario.  “Eran como diez patrulleros, una locura”, recuerda Marín. Con los oficiales en la puerta queriendo entrar, la respuesta del público no tardó en llegar y las botellas de agua salieron eyectadas como misiles contra los uniformados. Alguien se subió al techo y se puso a echarles agua con una manguera. Con el espíritu combativo que lo caracterizó siempre, Parajón quizás hubiera evitado la trifulca o se hubiera puesto, qué duda cabe, del lado de los rockeros. Pero no estaba en ese momento ahí. 

“En esa época no había muchos lugares donde tocar, pero si no había, se los inventaba. Era una época cultural muy potente, el arte fluía en la provincia”, reflexiona Rolo acerca de ese momento del rock tucumano donde primaba la autogestión; un movimiento que después se consolidaría como una respuesta cultural a la llegada del bussismo al poder. En eso, Marín y Parajón se encontraban del mismo lado de las trincheras (Gumersindo formó parte del juicio ético realizado a Domingo Antonio Bussi), como se encontraron ese día en las calles de Villa Alem cuando el rock y la militancia se dieron la mano.