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La santería más antigua de El Bajo oculta una capilla en su interior

RESISTIR AL TIEMPO

El negocio tiene más de un siglo y siempre funcionó en el mismo lugar: 24 de Septiembre primera cuadra. ¿Cómo logró sobrevivir a los vaivenes de Argentina? Su dueño, nieto de Alfonso de Innocentiis, fundador del emprendimiento, cuenta su historia.

Santería De Innocentiis.





Dicen que todo cambia. Pero algunas cosas, no. O no tanto. Ese es el caso de la Santería La Estrella de Italia, conocida simplemente como la Santería De Innocentiis, que desde su interior refleja parte de la historia de Tucumán: sus pisos de baldosas con arabescos,  las puertas de dos hojas y los techos altísimos hablan de otros tiempos. Y de hoy.

Las primeras cuadras de la calle 24 de Septiembre cuentan, todavía, con muchas de las fachadas que vieron los tucumanos de fines del siglo XIX y principios del XX. "Así como está es como prácticamente se ha fundado. Se ha cambiado un poco el frente; bah, sólo de la vidriera, porque antes no tenían este tipo de vidriera. Pero así siempre ha sido la entrada", detalla el dueño del negocio, Manuel Eduardo De Innocentiis. Fue él quien logró salvar el viejo local familiar y ahí puso "la vida".




El nieto del fundador comenta que en el pasado su familia tuvo más locales en esa zona. Sin embargo, la herencia fue dividiéndose. De los negocios familiares de esa época quedó el de la Santería. Si bien el local en sí no es demasiado grande,  la casa que está detrás y que a simple vista no se percibe es enorme. Lógico. Hace un siglo, esa edificación alojó a una familia muy numerosa. Y creyente. Tanto, que incluso cuenta con una "capilla". 

Durante los últimos 124 años, los De Innocentiis se dedicaron, entre otros negocios, a acompañar la fe de los tucumanos. Manuel Eduardo se dedicó toda la vida al negocio. Y al parecer, uno de sus hijos seguirá sus pasos, ya que atiende junto con él. "Siempre hemos vendido productos religiosos; pero lo que más se vendía antes eran joyas, relojes, platería, plata para monturas y armería", enumera De Innocentiis.


Curiosamente, la santería en realidad era un anexo a los demás negocios y no el principal. Sin embargo, fue el tiempo el que obligó a que las ventas se centraran más hacia los productos de santería. "Ya no se venden armas, lo relojes ya no son a cuerda y la parte de platería se perdió", justifica el comerciante que revela durante la charla un detalle del precio de los velones, que no se escapan de los vaivenes del dólar: es que la materia prima para fabricarlos es un derivado del petróleo.

Hubo una época en el que el negocio de los De Innocentiis estuvo a punto de desaparecer. "Un tiempo difícil ha sido cuando falleció mi abuela y se tuvo que dividir los comercios que tenían. Se los tuvo que ir cerrando. (En realidad) no cerrando, sino repartiendo a cada uno de los herederos", recuerda.  Fue en el 70 o en el 72 que logró rearmar su comercio. "Me vine a trabajar en el negocio, habían dividido todo, no había casi mercadería", explica. "Empecé a viajar, a comprar mercadería. A un primo mío que cerró el negocio le compré mostradores y exhibidores y la fui armando", señala desde el mostrador que ocupa con uno de sus hijos.

En el local de 24 de Septiembre primera cuadra, en la vereda norte, está la vidriera que transita entre el hoy y el ayer. Con clientela fiel y con transeúntes que pasan por esa zona obligada para quienes llegan desde el interior tucumano a El Bajo, la Santería de Manuel Eduardo De Innocentiis provee a los creyentes de estampitas, velones, figuras de yeso y placas recordatorias de mármol, entre otras cosas. Y no piensa en dejar de hacerlo.


Una capilla escondida en el corazón de El Bajo

¿Y la capilla? La capilla tiene casi un siglo. El lugar tiene espacio para que entren unas 12 personas sentadas. "Era una familia grande. Eran 12 hermanos, mi abuela, mi abuelo, más la gente que tenía viviendo con él para la manutención de la casa, que serían 3 personas. Mis tías eran muy religiosas y mi abuela también; eran de esas personas de antes a las que no les gustaba salir mucho, ni ir una tarde a la iglesia. Ahí salió la idea de hacer una capilla. En sí, en realidad no es una capilla, es un oratorio", explica el propietario. 

En cuanto a la construcción, el experto en productos de santería calcula que se construyó entre 1920 y 1930. El lugar conserva sus bancos originales y otros detalles, como un altar con figuras religiosas. En las paredes también hay figuras de santos. Y las flores no faltan. 


"Tanto el local como el negocio me han costado la vida"

Salvar un pedacito de pasado no es tarea fácil. "Toda la vida estuve para recuperarlo hasta que recuperé tanto la propiedad como el negocio", comentó De Innocentiis, que se negaba a la idea de que se perdiera la tradición del negocio familiar.  Tampoco se le ocurre cambiar de rubro. Sin embargo, sobre las ventas, reconoce que los pedidos varían. 

"Eso va cambiando de acuerdo a las modas. Bah, yo digo 'modas', son las creencias de la gente. Lo que más se vende hoy es la Virgen de Guadalupe, el Gauchito Gil, San Expedito; la Virgen del Valle fue de toda la vida, San Roque también, la Virgen de la Merced...La gente se va acomodando también de acuerdo a los precios, porque traer una imagen muy cara es complicado". Lo que no cambia es la esencia del lugar. Al menos, mientras los De Innocentiis le peleen al olvido de la historia familiar, que también es un pedacito de la historia de Tucumán.