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Técnicas y secretos de un vendedor de perfumes

oficios callejeros

"Lleve el Matasuegra 2018 o el Abrázame otra vez", ofrece Darío Vilte quien, portafolios en mano, los ha convencido.

Hace 9 años que Darío recorre en centro. Le habla a unas 200 personas por día.





Hace poco menos de 9 años, cuando Darío Vilte recién empezaba a vender perfumes por la peatonal Muñecas, le interrumpió el paso a un señor. Fue sin querer: mientras le ofrecía la última promoción a una señora, le dio la espalda al caballero y al darse vuelta se chocó con él.


-Uy, perdone- se disculpó rápido. Y, vendedor ágil, aprovechó la situación: -Venga acá, señor, estamos dejando regalitos- le tiró el anzuelo, pero el hombre no picó.


-¡Acá tenés los regalitos!- le respondió, agarrándose los huevos.


Él se rió al cielo y, portafolios en manos, siguió en la calle, su lugar de trabajo.  


Dario, quien hoy tiene 26 años, recuerda esa anécdota esta tarde, en la esquina de 25 de Mayo y San Martín, en la plaza Independencia, uno de sus lugares claves de venta. Hace instantes una jovencita se fue sonriendo, luego de guardar sus perfumes nuevos en la cartera.


Cuando Darío se los vendió, le dijo que el precio de cada frasquito era de 500 pesos, pero que en promoción, como la de esta semana, es de 300 pesos y que el segundo iba de regalo por el Día de la Mujer. Así la convenció.


Después de concretar la venta, Darío se para en la esquina. Los zapatos con firuletes -bien facheros- tobillos al aire, pantalón chupín oscuro, camisa manga larga, corbata, barbita cuidada, gafas redondas y rodete alto. Y en la mano izquierda el icono de este oficio callejero, el portafolios donde guarda las cajitas iguales a las originales.  


El Kevin rojo de hombre, Flores de Kenzo, Olimpea, La vida es Bella, Ralph, 212 VIP, One Millon… “algunos alternativos y otros extractos”, aclara la diferencia. “Siempre están las personas que te dicen que ellos usan sólo los originales. Y pienso que está muy bien darse el gustito”, comenta Darío, que siempre sonríe, que es amable y que huele bien, pero que no va a dejar escapar una venta. 

A quienes usan perfumes originales, entonces, les dice que justamente esta promoción es para ellos. “Para que usen el original en la salida especial. Y este, todos los días. Y sino que sea un regalo para el amigo ¿hace cuánto no le regalás algo a tu amigo? O para el auto. En el auto queda espectacular. O para el perrito ¿qué perrito tenés? ¿caniche? Echale este perfume va a quedar grosso”.


Si Darío hace una cuenta rápida, por día hablará algo así como con 200 personas que encuentre en la calle. Y le venderá sus perfumes a dos de cada diez que se detengan a escucharlo.


Otros le cortarán el rostro con indiferencia o con un “no” apresurado. Para que esto le ocurra la menor cantidad de veces posible, el vendedor de perfumes insistente tiene como regla acercarse con sus latiguillos.


“Amigo, lleve el nuevo Matasuegra 2018”, ofrece, algunas veces, y si el posible comprador es más jóven promociona “la nueva fragancia del Bajatanga”.


“Siempre con humor y respeto. Si es un señor más grande le digo que me llegó el “Abrázame otra vez”. Pero a fin de cuentas lo que importa es que la persona se vaya contenta, más allá de que compre o no. Por ahí tuvo un mal un día en casa y uno le ofrece una sonrisa. Y si se lleva solo eso, también me alcanza. El optimismo se contagia y todo vuelve”.


Darío sonríe otra vez y cuenta que por ahí se pone a bailar en la calle para llamar la atención y así conseguir más clientes. Como al joven que pasar por su par. Darío se acerca unos pasos y le dice: “Estamos buscando al chico más fachero. Felicidades, quedaste seleccionado”. Y mientras atardece en Tucumán, Darío sigue vendiendo.