Una experiencia religiosa en la Iglesia Universal de Dios
CUESTIÓN DE FE
Cómo es una reunión en el templo de Catamarca al 100, en el horario pico con más de 1.500 personas que llevan sus problemas y, juran, salen "fortalecidos".

El templo de la Catamarca al 100 alberga 1.700 personas. Foto de Luciano Billone.
Estoy sentado en una de las 1700 butacas de la Iglesia Universal del Reino de Dios. "Jesucristo es el Señor", reza la única frase fija en letras doradas que coronan al altar. Es lunes, son las siete de la tarde y las luces están apagadas, pero la frase se lee. También se distinguen a cuatro empleados y empleadas que limpian la sala ocupada en la reunión de las cuatro de la tarde. En el inmenso templo de Catamarca al 100, hay cinco reuniones diarias: 8, 10, 12, 16 y 20 horas, la principal. Sea la reunión que sea, la sala tiene que estar impecable. Botellas chicas de gaseosa, algunos pochoclos y envoltorios de papeles son arrastrados por las grandes escobas.
Las personas empiezan a llegar. Antes de ocupar las butacas, van directo a la antesala del altar. No se arrodillan: están frente a una pared de un metro y medio que los contiene y, siempre de pie, apoyan sus frentes y sus manos. Algunas personas rezan en silencio, otras susurran moviendo las bocas. Conmovidos después de la oración, ahora sí eligen su butaca y esperan que la reunión comience.
Son las siete y cuarto cuando las luces se encienden. Una voz de mujer grabada dice en un sonido envolvente: "Sean bienvenidos a la casa de Dios. Por favor no hable. Apague su celular. Gracias. No se distraiga ni impida a la persona que está a su lado concentrarse. No está permitido tener ningún tipo de artefacto electrónico encendido en el transcurso de la reunión ni en el lugar de culto. No converse ni circule por los pasillos. Conserve el espíritu de oración". Mientras los ayudantes de la Iglesia Universal denominados como obreros ahora acomodan los elementos del altar (un mástil con la bandera argentina, un atril con la Biblia, un candelabro, un bidón de agua bendita), un hermoso vitró con un paisaje natural formado por árboles y cascadas ilumina la escena.
Colgadas hay dos pantallas gigantes en el cual navega el cursor de un operador que elige las carpetas con las imágenes a proyectar esta noche: "Pasado", "Casos Impossibles (en portugués)", "Antes de la reunión", "Términos (Lunes)", "Cómo piensa", "Video glorieta", "Video 7 segundos". Hoy se proyectarán los términos, el video glorieta y el de 7 segundos. Los términos son los propósitos específicos a lograr con la llave que abre las puertas de la prosperidad. El video glorieta es un saludo del pastor Bruno desde la glorieta de una pequeña plaza en Río de Janeiro donde el obispo Macedo fundó la Iglesia en 1977, hace 40 años. Y el video 7 segundos es el de un hombre en Brasil que gastó 32 mil pesos en ocho botellas de champagne para limpiarse la arena de sus pies, luego de meterse al mar. Hoy es Lunes de Prosperidad.
Pero eso pasa al final de la reunión. Todo comienza con la música que el compositor italiano Ennio
Morricone compuso para la película Cinema Paradiso. Es la señal de que el pastor Ayrton está por aparecer y aparece: "¡Buenas noches!", nos saluda con un castellano fluido acorde a la capacidad oratoria que profesa. El pastor Ayrton es un hombre joven y prolijo: tiene el pelo corto peinado con la raya al costado, sonrisa de galán, la camisa celeste entallada con los puños prendidos, una corbata roja brillante, el pantalón de vestir negro y los zapatos al tono. Los únicos accesorios que usa es un reloj pulsera y un anillo.
"¡Buenas noches, pastor!", decimos todos. Todos somos mujeres, hombres, viejos, niños, humildes, muy humildes, agradecidos por haber conseguido trabajo y desahuciados ante la incertidumbre económica.
También hay parejas jóvenes adolescentes con bebés en brazos, grupos de chicos con problemas de adicción en recuperación, valientes mujeres que enfrentan un cáncer y cubren su cabeza con un paño negro. En síntesis: una comunión de personas que, como sostiene Nilda, sentada a detrás de mí, "llegan con problemas y salen fortalecidos". O como escribe el muchacho sentado a mi lado con una Bic azul en un sobre que luego entregará: "Quiero salir, quiero salir, quiero salir, quiero salir, quiero salir". En esos sobres también se entregará el diezmo: billetes de 100 pesos o de 20 que los obreros recaudan y la gente también deposita en cuadernos abiertos. Como indica el pastor, no es obligación y si nada se tiene, nada se da. Pero la recaudación es importante.
La imagen que más me conmueve es la de un matrimonio de unos 60 años con su nietita en el medio, con una muñeca y una bolsa de pochoclos. El hombre se encarga de cuidar a la pequeña, mientras la mujer besa la foto de su hijo (el papá de la nena) que está internado. La mujer protege la foto de su hijo vestido con la camiseta de Barcelona con un folio y la besa a través del folio mientras llora. Le da un beso a su nieta y le pide a su marido un poco de jugo que han llevado en una botella de un litro y medio. Toma del pico, se seca las lágrimas con una carilina y recién se calma.
El pastor Ayrton nos pregunta si estamos desanimados cuando siente una ausencia de energía de nuestra parte al completar sus frases. "¡No, pastor!", respondemos. Y cuando él dice "Obe...", nosotros completamos: "...decer". Y cuando el pastor canta como un verdadero líder musical ante más de 1.500 personas presentes, todos elevamos nuestras manos con las palmas abiertas y se produce un coro que cree y que, a los que estamos por primera vez en este lugar, contagia con las letras del himnario que cantamos y cuyos estribillos nos llama "vencedores" y nos invita a aceptar "el fluir de las aguas".
Cuando el pastor nos pide que cerremos los ojos para escuchar la palabra de Dios, nos dice que Dios no tiene rostro, nos dice que Dios vive en nuestras acciones. Eso nos dice cuando una mujer grita. La mujer está mal, muy mal, parece poseída por el mal y es contenida por otros pastores hasta que la mujer llegue al altar. Cuando se le pregunta su nombre, no se entiende su respuesta. Pero está mal, muy mal. Entonces el pastor le pide un billete de cinco pesos a una señora de la primera fila y le da el billete a la mujer: "¡Me quema! ¡Es dinero bendecido!", grita la mujer. Cuando recibe un billete de dos pesos de un hombre que, al igual que yo, fue por primera vez, rompe el billete. Es en ese momento que todos nos unimos en ahuyentar al espíritu que domina a la mujer: "¡Sal! ¡Sal! ¡Sal!", gritamos, agitando nuestras manos. Y la mujer se calma y le explica al pastor Ayrton que estaba muy mal porque a su hijo lo habían asaltado y hacía días que no dormía.
Una vez que la mujer regresa a su butaca, los fieles hacen fila para brindar testimonio ante las cámaras. Hacen una fila en los pasillos del costado, pegados a las paredes. El pastor pide perdón: "No podemos hacer pasar a todos. El otro día la cola llegaba hasta la escuela 9 de Julio". Es decir, hasta el establecimiento que está al lado de la Iglesia Universal: cientos y cientos de personas queriendo contar su caso de recuperación económica y cómo se abrieron las puertas de la prosperidad. Este es el caso de Mario, quien dice: "Solamente hoy tuve más clientes que en las últimas tres semanas". El pastor le pregunta: "¿La puerta se abrió?". Mario contesta: "La puerta se abrió". O la señora Mari, que sube con la escritura de su casa: "Estaba trabada la sucesión y por fin se dio, aquí tengo los papeles de mi casa". El pastor le pregunta: "¿La puerta se abrió?". "La puerta se abrió", responde Mari. O Analía: "Hace ocho meses que no tenía trabajo y la semana pasada me llamaron". "¿La puerta se abrió?". "La puerta se abrió". Son ocho casos en total y aplaudimos con ganas y emoción después de cada testimonio.
Cerca del final, me llama la atención la duración de la reunión: más de una hora y media. Hemos orado, cantado e incorporado la palabra de Dios durante casi todo ese tiempo de pie. Las pantorrillas duelen, pero nadie se sienta. Nadie hace como el hombre del video de 7 segundos, al que el pastor nos pide que veamos con atención. De hecho, es tan corto el video de 7 segundos que lo veremos dos veces: se ve un hombre sentado con los pies metidos en una frapera después de salir del mar, sacándose la arena de los pies con champagne. Es el contraste a la idea de bienestar y prosperidad que traza la reunión en la Iglesia Universal, una imagen que impacta, pero no escandaliza a las cientos de personas que hemos escuchado al pastor Ayrton, a los fieles con su testimonio y al compromiso de volver al templo, donde una vez afuera confirmamos que salimos "fortalecidos" (como decía Nilda), pero con hambre. Gracias a Dios, nos esperan los puestos de comida ambulantes: venden bombitas de queso, sánguches de milanesa y empanadas. Muy ricas las empanadas, a esta hora y con este hambre, una bendición.