Top

"Los únicos que nos tiran flores en esta vida son los árboles"

Ecoconciencia

Rubén Bulacio cumplió su sueño de crear un Jardín Botánico en pleno centro de Concepción. Su objetivo es que las escuelas lo visiten para que los más chicos aprendan a cuidar la naturaleza a partir del afecto.




En plena ciudad de Concepción, los árboles tienen un lugar reservado para vivir sin la amenaza de las motosierras. Se trata de cinco hectáreas que el ingeniero y corredor inmobiliario Rubén Bulacio destinó a un Jardín Botánico para cumplir un sueño que tuvo toda su vida y que pudo concretar a los 59 años.

El emprendimiento está ubicado a pocas cuadras de la nueva terminal de ómnibus, en la última cuadra de la calle Ernesto Padilla, un espacio privilegiado para un proyecto inmobiliario. Sin embargo, Rubén nada quiso saber con eso. “En el Jardín Botánico podría haber hecho un loteo para que vivan mis hijos, mis nietos y hasta mis bisnietos; pero no me interesa”, dice con honestidad este concepcionense que, a lo largo de la entrevista, repetirá una y otra vez que el interés general debe estar por encima de las mezquindades individuales, sobre todo cuando se trata del cuidado del medio ambiente.

El pulmón verde que está construyendo tiene 850 árboles, la mayoría  autóctonos y otros tantos exóticos. De a poco, también se va poblando de fauna silvestre con las lechuzas, los teros y los zorzales que encuentran un hogar seguro entre las ramas de los lapachos o los chivatos. “Es un proyecto a largo plazo, que lo empezamos de cero, y lo disfrutamos cada día que plantamos un árbol”, cuenta Rubén, quien adelantó que están trabajando para mejorar la infraestructura con caminería, una laguna con plantas acuáticas y hasta una noria.



“Tenemos la bendición de una acequia que nos provee agua para todo el Jardín Botánico. Allí instalaremos la noria, como una atracción más para todos aquellos que nos visiten”, se entusiasma el ingeniero, quien presentó el proyecto “Jardín Sustentable” en el Ministerio de Educación y en la Secretaría de Medio Ambiente para que las escuelas visiten esta gran aula verde y los chicos aprendan a querer a la naturaleza, tanto como él.  

“Nací en el campo, siempre me han gustado las plantas. Hace 20 años que tengo este proyecto y hoy es mi 'motorcito', es mi sueño, y lo que me mantiene activo, despierto, con ganas”, cuenta el emprendedor, quien intenta generar conciencia sobre el cuidado del medioambiente a través de la Fundación Forestar, creada como una acción de Responsabilidad Social de la Inmobiliaria Kappa. Las actividades del Jardín Botánico se complementan con talleres en los colegios y una planta de separación de residuos en Alto Verde, a mitad de camino entre Aguilares y Concepción.


Conocer para querer

“La idea del Jardín Botánico surge porque nosotros íbamos a plantar árboles y la gente los destruía. Entonces, creamos un ‘aula verde’ para crear un valor afectivo en los chicos”, recuerda Rubén, quien evalúa que el compromiso del Estado con el medio ambiente es nulo.

Para dar un ejemplo, señaló que en diciembre del año pasado la Fundación Forestar plantó cinco chivatos en Plaza Independencia, de los que hoy no quedan rastros. “Cuando los árboles son pequeños necesitan de nuestro cuidado. Cuando las bordeadoras que utilizan para el mantenimiento de los espacios públicos los hieren, no pueden seguir creciendo”, explicó sobre lo que ocurrió con los ejemplares que costaron $1.000 pesos cada uno.

Algo similar pasó en el Acceso Sur de San Miguel de Tucumán, donde se dio el puntapié inicial del Plan que tiene como objetivo plantar un millón de árboles. A luz de estos episodios, Rubén se volcó de lleno a la actividad privada y creó un lugar donde los árboles crecen en los viveros productores, -a los que compara con una sala de ‘Maternidad’- bajo la atenta mirada de sus cuidadores que tejen poco a poco un lazo afectivo con esa vida que acompañaron desde una semilla o un esqueje.

      “Mientras nosotros les damos tres o cuatro años de cuidado, la generosidad del árbol nos devuelve 100 años de beneficios. Todas son bondades y nosotros no las vemos. Por eso apuntamos a la educación y creamos el Jardín Botánico, para cultivar sentidos”, reflexionó el ingeniero, quien pidió que su proyecto se apruebe para que los estudiantes puedan aprovechar cuanto antes el Aula Verde.

“Esto en el día de mañana debería ser obligatorio para todos los chicos. Desde el Maternal tienen que ir ahí a ‘perder tiempo’, a cultivarse, a juntar semillas, a tocar las plantas con sus manitos, a ver de qué se trata la vida”, apuntó. Cuando le toca responder qué es lo que más le gusta de ver su emprendimiento a toda la comunidad, Rubén responde sin dudar: “los chicos disfrutan, les llama la atención todo, huelen, tocan, se ‘bañan’ como decimos nosotros en la naturaleza. Es hermoso”.
 

La felicidad de sentirse útil

Donde está Rubén, hay árboles. Y donde hay árboles, está Rubén. El jardín de su casa está poblado de ejemplares y la vereda de su oficina luce tipas, que le generaron algunos inconvenientes con la Municipalidad. “Es enorme, bellísima”, dice sobre su variedad preferida.

“Siempre me preguntan cuando van a poner un árbol si crece rápido, si ensucia, si tiene mucha raíz, si se caen las hojas. Nosotros a todos les decimos que crece ‘lentísimo’, porque es cuando más esperanzas de vida tienen. Y decimos que el árbol no ensucia, porque todas las hojas que tiran son abono y las flores, ¿quién nos tira flores en esta vida? Nadie, sólo un árbol. En la vida del árbol todo es bondad y no lo valoramos, no lo vemos, por eso trabajamos en un proyecto de educación a largo plazo”, señala Rubén quien transformó su amor a la naturaleza y el cuidado del medio ambiente en la causa de su vida.

“Somos nosotros los que tenemos que hacer que esto cambie y, así no cambie, es nuestra esperanza y nuestra lucha. Yo me pregunto: ¿cuál es el sentido de la vida?. El sentido de la vida es sentirnos útil, porque eso nos hace feliz. Y yo me siento feliz así”.