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Aguafuertes desde La Madrid

ENVIADO ESPECIAL

eltucumano en La Madrid, una de las zonas más afectadas por las inundaciones. La solidaridad y el trabajo de los rescatistas se destaca entre el agua y el barro.

FOTO DE Carlos Rosznercki





Llegar a La Madrid, “el pueblo que desapareció bajo el agua” como dijeron varios medios de comunicación de Buenos Aires, no es difícil. Yendo por la ruta 157 se puede llegar hasta  llegar hasta la 308. Pero hasta el martes pasado lo imposible era entrar al pueblo.
En ese cruce de rutas la policía de Tucumán impide el paso a La zona del desastre. La 157 eran una toldería, de uno y otro lado del camino. Allí cerca de un millar de lugareños armaron sus carpas y carpitas, ubicaron las pocas cosas que lograron sacar de sus casas. Tienen todo: colchones, ropa, agua, carbón para cocinar, comida. Pero las donaciones siguen llegando, en un sinsentido deficil de comprender visto desde aquí,
Eltucumano hablo con ellos mientras el humo del carbón recorría esa “feria americana” improvisada. Una y otra vez el cronista pregunto cómo puede ser que no haya ni un muerto en la tragedia de La Madrid. Algunos permanecieron en silencio como si nunca se hubieran puesto a pensar al respecto. Otro murmuró simplemente “gracias a Dios”. Un señor algo obeso, mueca mediante le dijo a este cronista “La gente se fue antes, cuando llueve fuerte la gente se va de la casa a Graneros, a  Aguilares, a la casa de algún pariente”. “Cuando la altura supera los 20 centímetros (el entrevistado no dice eso sino que hace una sena con su mano),  sabemos que el agua que corre es del Marapa, cuando paso eso, la mayoría nos habíamos ido a la ruta”.
Es que La Madrid es el foco de la emergencia. Desde el martes ingresan a al pueblo las primeras cuadrillas que van a recuperar el terreno. Para ello, el lunes anterior las autoridades pudieron ver fotos, e imágenes del helicóptero oficial, algún dron de las 10 cuadras de largo y las 6 o 7 de ancho que tiene esta localidad ubicada pendiente debajo de la ruta 157 y un codo del Marapa al sur. “Por ahí entro toda el agua del Marapa después que abrieron el Escaba” señala un rescatista al eltucumano.
Subido a una camioneta oficial, este cronista logro superar el cerco policial, y asi ingresar a La Madrid. Aun el movil de Canal 8 Tucuman seguía en la ruta, de igual modo Todo Noticias (TN). Solo por la tarde pudieron entrar – bajo su propio riesgo – a hacer sus notas en el pueblo, accediendo por el sur, donde las primeras cuadras sin agua  lo permitía.. Cerca del mediodía una cámara del Canal 10 recorría también la zona. Algunos vecinos se le escabullían a la policía, y a pie con el agua hasta las rodillas peregrinaban hasta sus casas para ver que podían rescatar. Cualquier camioneta de la policía, o vehiculo oficial cumplia con el ritual “A donde va capo”, para que segundos después lo acercara a pocos metros aliviándole el via crucis. Las olas que provoca la camioneta pegan contra el frente de las casitas mudas, herméticas.
Un camino lateral de tierra, fue la opción elegida por la camioneta oficial que me dejo en el primer terreno recuperado: “la plaza principal”. Antes paso por la zona más anegada, que está frente al hospital de La Madrid, donde la naturaleza armo una olla, el punto mas profundo donde las aguas tardan en escurrir. Las marcas de agua en los frente de casas de materiales, muestra que el nivel llego en ese lugar hasta la mitad de la ventana que se observa al frente. En realidad, nunca el nivel de agua tapó a La Madrid. Pero es un detalle que a nadie le importa.
La Plaza está seca, y todos celebran que una cuadrilla de limpieza con pecheras color verde manzana haya sacado la basura y cortado el césped. En las cuatro calles laterales hay poco agua y la tierra que uno pisa esta bien blanda. La primera impresión de este cronista al ver la carpa oficial y la gente que va y viene es de caos. Pero a media que uno reconoce y habla con estos protagonistas de la recuperación de La Madrid entiende que es “un caos organizado”. Todo esconde una lógica.
Es miércoles, no ha llovido. Y todo esperan que no ocurra. El “Tucuman Solidario” oficial aquí en La Madrid son al menos un millar de empleados públicos, trabajadores de mantenimiento y limpieza, agentes sanitarios, cuadrillas de limpieza y los que realmente mandan, los muchachos del ministerio del Interior, que celebraron cuando les dieron sus pecheras indentificatorias. Es que las pecheras, que muchos asocian por cierto con el clientelismo, en este terreno de desastre son vitales: permite identificar al que vino a trabajar con el voluntario. “Yo trabajo en Aguilares, estábamos limpiando un terreno pero nos dijeron que nos traían para acá, que era más importante” dice Julio, con sus botas embarradas, y una pala ancha en la mano. No se lo nota muy impresionado con lo que ha encontrado en La Madrid. “Tengo mucha inundación encima” explica serio con pocas palabras. Es que todos se conocen, con sobrenombres diversos y hay momentos incluso para alguna broma.
A poco kilómetros esta Monteagudo, donde el Gobierno nacional estableció su base. Nadie de Nación apareció por La Madrid, aunque aquí la naturaleza y la imprevisión del Estado hicieron el desastre mayor. ”Tenemos una banda de gente, caculo tres mil compañeros trabajando entre La Madrid, Graneros, Simoca, La Cocha, pero aquí están 1200 de todos ellos.  Se escuchan algunas bromas a José Cano irreproducibles. Pero no hay tiempo. Las cuadrillas vuelven a la tarea y desaparecen de la plaza, por la calles de La Madrid. 
Al atardecer, Carlín, el coordinador del ministerio del Interior – y a quienes los demás referentes del ministerio también se le subordinan para evitar contratiempos- decide que el técnico de EDET no conecte la electricidad al pueblo. “Se lo pregunte tres veces: estas seguro que si hacemos volver la luz no va a morir alguien electrocutado…y me dijo..ehhhh. Ya está déjalo asi le dije, mañana revisa todo de nuevo, hoy nos arreglamos como podemos” explica. Agradecen que EDET les mando un equipo “de primera” para lavar autos y camionetas, con generador de energía propio. 
Todos corren y ase apuran porque no quieren que los lugareños sigan en la ruta debajo de las carpitas. Llega antes de la noche el primero grupo electrógeno, ya están los banos sanitarios, y todas las provisiones empiezan a ser trasladadas a la carpa blanca en la plaza principal. Se arma una romería, donde veo las primeras sonrisas. Todos se llaman entre si compañeros. Una funcionaria se queja de que no hay señal de teléfono ni de internet. Alguien comenta que Pablo Yedlin le trajo dos teléfonos satelitales a Carlin y Guillo. El cronista ya sabe que su material se publicara más tarde porque no hay forma de enviarlo. Y eso es lo menos importante.
No hay más almacenes. No hay kiosco. Se recuperó parte de la Biblioteca de La Madrid para que esta gente enlodada, de rostro duro que hace esta “recuperación” tenga un lugar donde cambiarse, donde dejar mochilas y las pocas cosas personales. Están buscando al curita de la Capilla, y alguien se queja de que hayan limpiado completo el Hospital, cuando aun las aguas fente al edificio no han bajado. “Pedi bombas para mañana orden alguien” ya que no es mala idea traer a los lugarenos que están en la ruta al Hospital.  Los mosquitos no perdonan a los que andamos aun por la plaza al anochecer. Solo este cronista pide un repelente famoso, y siente algo de vergüenza porque nadie se preocupa por ello. Es hora de volver a San Miguel. Sale la ultima camioneta. Miro a quienes se quedan en la carpa y le pregunto a un rescatista que viaja conmigo donde van a dormir. “En cualquier lado, esta gente es muy dura y preparada, tienen mucha inundación encima” me contesta por lo bajo. Los pierdo en la oscuridad. Pero ya se que son los héroes anónimos de esta tragedia. Con o sin pecheras.

Llegar a La Madrid, “el pueblo que desapareció bajo el agua” como dijeron varios medios de comunicación de Buenos Aires, no es difícil. Yendo por la ruta 157 se puede llegar hasta la 308. Pero hasta el martes pasado lo imposible era entrar al pueblo. En ese cruce de rutas la policía de Tucumán impide el paso a la zona del desastre. La 157 era una toldería, de uno y otro lado del camino. Allí cerca de un millar de lugareños armaron sus carpas y carpitas, ubicaron las pocas cosas que lograron sacar de sus casas. Tienen todo: colchones, ropa, agua, carbón para cocinar, comida. Pero las donaciones siguen llegando, en un sinsentido difícil de comprender visto desde aquí.

Como enviado especial de eltucumano.com hablo con algunos de los afectados mientras el humo del carbón recorría esa “feria americana” improvisada. Una y otra vez este cronista preguntó cómo puede ser que no haya ni un muerto en la tragedia de La Madrid. Algunos permanecieron en silencio como si nunca se hubieran puesto a pensar al respecto. Otro murmuró simplemente “gracias a Dios”. Un señor algo obeso, mueca mediante le dijo al cronista que “la gente se fue antes, cuando llueve fuerte la gente se va de la casa a Graneros, a  Aguilares, a la casa de algún pariente. Cuando la altura supera los 20 centímetros (el entrevistado no dice eso sino que hace una sena con su mano),  sabemos que el agua que corre es del Marapa, cuando paso eso, la mayoría nos habíamos ido a la ruta”.

Es que La Madrid es el foco de la emergencia. Desde el martes ingresan al pueblo las primeras cuadrillas que van a recuperar el terreno. Para ello, el lunes anterior las autoridades pudieron ver fotos, e imágenes del helicóptero oficial, algún drone de las 10 cuadras de largo y las seis o siete de ancho que tiene esta localidad ubicada pendiente debajo de la ruta 157 y un codo del Marapa al sur. “Por ahí entró toda el agua del Marapa después que abrieron el Escaba”, señala un rescatista al eltucumano.com.

Subido a una camioneta oficial, este cronista logró superar el cerco policial, y así ingresar a La Madrid. Aún el móvil de Canal 8 Tucumán seguía en la ruta, de igual modo Todo Noticias (TN). Sólo por la tarde pudieron entrar ─bajo su propio riesgo─ a hacer sus notas en el pueblo, accediendo por el sur, donde las primeras cuadras sin agua lo permitían. Cerca del mediodía una cámara del Canal 10 recorría también la zona. Algunos vecinos se le escabullían a la policía, y a pie con el agua hasta las rodillas peregrinaban hasta sus casas para ver qué podían rescatar. Cualquier camioneta de la Policía, o vehiculo oficial, cumplía con el ritual “A dónde va, capo”, para que segundos después lo acercara a pocos metros aliviándole el via crucis. Las olas que provoca la camioneta pegan contra el frente de las casitas mudas, herméticas.

Un camino lateral de tierra fue la opción elegida por la camioneta oficial que me dejó en el primer terreno recuperado: “la plaza principal”. Antes paso por la zona más anegada, que está frente al hospital de La Madrid, donde la naturaleza armó una olla, el punto mas profundo donde las aguas tardan en escurrir. Las marcas de agua en los frentes de las casas muestran que el nivel llegó en ese lugar hasta la mitad de la ventana que se observa al frente. En realidad, nunca el nivel del agua tapó a La Madrid. Pero es un detalle que a nadie le importa.

La Plaza está seca y todos celebran que una cuadrilla de limpieza con pecheras color verde manzana haya sacado la basura y cortado el césped. En las cuatro calles laterales hay poca agua y la tierra que uno pisa está blanda. La primera impresión de este cronista al ver la carpa oficial y la gente que va y viene es de caos. Pero a medida que uno reconoce y habla con estos protagonistas de la recuperación de La Madrid entiende que es “un caos organizado”. Todo esconde una lógica.

Es miércoles, no ha llovido. Y todos esperan que no ocurra. El “Tucumán Solidario” oficial aquí en La Madrid son al menos un millar de empleados públicos, trabajadores de mantenimiento y limpieza, agentes sanitarios, cuadrillas de limpieza y los que realmente mandan, los muchachos del ministerio del Interior, que celebraron cuando les dieron sus pecheras indentificatorias. Es que las pecheras, que muchos asocian por cierto con el clientelismo, en este terreno de desastre son vitales: permiten identificar al que vino a trabajar con el voluntario. “Yo trabajo en Aguilares, estábamos limpiando un terreno pero nos dijeron que nos traían para acá, que era más importante”, dice Julio, con sus botas embarradas y una pala ancha en la mano. No se lo nota muy impresionado con lo que ha encontrado en La Madrid. “Tengo mucha inundación encima”, explica serio con pocas palabras. Es que todos se conocen, con sobrenombres diversos y hay momentos incluso para alguna broma.

A pocos kilómetros está Monteagudo, donde el Gobierno nacional estableció su base. Nadie de Nación apareció por La Madrid, aunque aquí la naturaleza y la imprevisión del Estado hicieron el desastre mayor. "Tenemos una banda de gente, caculo tres mil compañeros trabajando entre La Madrid, Graneros, Simoca, La Cocha, pero aquí están 1.200 de todos ellos". Se escuchan algunas bromas a José Cano irreproducibles. Pero no hay tiempo. Las cuadrillas vuelven a la tarea y desaparecen de la plaza, por la calles de La Madrid.

Al atardecer, Carlín, el coordinador del ministerio del Interior ─y a quienes los demás referentes del ministerio también se le subordinan para evitar contratiempos─ decide que el técnico de EDET no conecte la electricidad al pueblo. “Se lo pregunté tres veces: estas seguro que si hacemos volver la luz no va a morir alguien electrocutado…y me dijo..ehhhh. Ya está déjalo asi le dije, mañana revisa todo de nuevo, hoy nos arreglamos como podemos” explica. Agradecen que EDET les mando un equipo “de primera” para lavar autos y camionetas, con generador de energía propio.

Todos corren y se apuran porque no quieren que los lugareños sigan en la ruta debajo de las carpitas. Llega antes de la noche el primer grupo electrógeno, ya están los baños sanitarios y todas las provisiones empiezan a ser trasladadas a la carpa blanca en la plaza principal. Se arma una romería, donde veo las primeras sonrisas. Todos se llaman entre sí "compañeros". Una funcionaria se queja de que no hay señal de teléfono ni de internet. Alguien comenta que Pablo Yedlin le trajo dos teléfonos satelitales a Carlin y a Guillo. El cronista ya sabe que su material se publicará más tarde porque no hay forma de enviarlo. Y eso es lo menos importante.

No hay más almacenes. No hay kiosco. Se recuperó parte de la Biblioteca de La Madrid para que esta gente enlodada ─de rostro duro─, que hace esta “recuperación”, tenga un lugar donde cambiarse, donde dejar mochilas y las pocas cosas personales. Están buscando al curita de la Capilla y alguien se queja de que hayan limpiado completo el Hospital, cuando aún las aguas fente al edificio no han bajado. "Pedí bombas para mañana", ordena alguien, ya que no es mala idea traer a los lugareños que están en la ruta al Hospital.  Los mosquitos no perdonan a los que andamos aún por la plaza al anochecer. Sólo este cronista pide un repelente famoso y siente algo de vergüenza porque nadie se preocupa por ello. Es hora de volver a San Miguel. Sale la ultima camioneta. Miro a quienes se quedan en la carpa y le pregunto a un rescatista que viaja conmigo dónde van a dormir. “En cualquier lado, esta gente es muy dura y preparada, tienen mucha inundación encima”, me contesta por lo bajo. Los pierdo en la oscuridad. Pero ya sé que son los héroes anónimos de esta tragedia; con o sin pecheras.